FOTO: BARBARA KRUGER.
FOTO: BARBARA KRUGER.

Cuando extraño e inmenso como su deseo aparece el mundo ante el niño, en sus maravillosos itinerarios es un cartógrafo de lo absoluto, viajar a la infancia es viajar a las profundidades y es extravío. El tiempo va creando fronteras, el flujo de la paradoja, hierbas de agua que se hunden en su espejo. La memoria, gran simuladora, chocando entre aquellas calles, aun se levanta, camina y quiere volver a extraviarse. 

Deseamos abrazar entonces lo que somos, aguardar en su callar las presencias que estimamos, seguir las palabras que rodean ese silencio,  espejo en las sombras mortecinas, ese centrarse que es el reposo. Pero solo retenemos lo que ya fue, la sabiduría es siempre un regreso melancólico, custodiar una vieja ofrenda en los itinerarios de la fidelidad. Con la vieja dignidad de la modestia y la pobreza, la ilusión de lo necesario nos guiará por esta ronda a los lugares soñados y prometidos. 

La tarde de un verano, en el mármol se apaga la llama, afuera sucede la oscuridad del morir. Las cosas están iluminadas, incesantes se escriben las huellas. Marcada la verdadera pasión de unos ojos, el silencio y la soledad atravesados por el tiempo de la gracia. A pesar de todos, acaso bajo esta luz, un niño mira el limonero y el lenguaje de los sueños, declina con una fuerza extraña el reposo de la claridad. Tras el umbral y el mármol el espacio de la marca, donde hablamos, repetimos la inscripción del pasado, la distancia viva; son huellas, vistas al exilio de la noche. De nuevo solo en la inocencia, en la ventana la luz queda con los pájaros, como la infancia, extraña al fondo de la vida.

Llegan las palabras irremisibles, las que han crecido contigo y ahora se nos ocultan en un alfabeto de la sangre, porque ya toda pausa es una fuga, un cavar la vida. Los altos del respirar se hacen extraños paso a paso, no viene a llevarte esa sangre que alimentas, es una extraña curvatura y advierte en la noche, sube los párpados, son escasos sus nombres y las tramas que se pierden cuando vienen sus alas. “Nos abrimos para cumplirnos, nos damos a decir, escuchando nuestra voz puede nacerse, dar voz a lo recibido, llegarse a partir”. Las palabras, en su volverse contra sí mismas se franquean. Mutismo insalvable. La disociación es el canto de la vida, las palabras de tu casa. En el pasaje de lo real a lo simbólico, en el pasaje de lo simbólico a lo imaginario está el relato del paciente. Lees tarde la ausencia y su borradura.

Retorno

Cada sueño

surca su silencio,

descubre y acaricia su herida,

siempre

buscando lo perdido,

la soledad de una palabra,

su desafío.

Suena la quietud del atardecer

en la hora que borra los caminos,

que alumbra

la noche y el callar.

Cada noche

regresa el tiempo de la ausencia,

el temblor y el soplo

del abismo de una vida,

la crisis

de una muerte sin desenlace.

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