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Que importe más lo que se tiene que lo que se es, que gastemos más esfuerzos en aparentar que en llegar o que pretendamos alinear al que tenemos al lado antes que entenderlo son señales inequívocas del naufragio humano.

Siempre nos veremos avasallados por una cantidad ingente de preguntas; desde esas cuestiones que nos harán explorar planetas lejanos o alcanzar esa eternidad física con la que soñaron nuestros antepasados hasta ese sencillo pero constante "qué hacemos” de mi hijo cuando se despierta.

Luego hay otras que el ser humano ha estado resolviendo desde que abandonó los fondos del mar y la copa de los árboles. El por qué estamos aquí, el cómo y el hasta cuándo fueron cuestiones que tanto el hombre como la mujer de las cavernas fueron triturando hasta convertirlas en verdades innegables simplemente porque lo confiaron todo a las estrellas y al Tiempo que eran lo único que poseían y que no responden ante nada.

El Tiempo les daría la razón. Acciones tan básicas como el comer, acurrucarse, reproducirse o comunicarse daban solución a ese vigoroso instinto animal que lo impregnaba todo; actos vitales que a día de hoy -aún siendo sumamente importantes- están enredados en la maraña de lo dictado por las religiones y de las leyes del hombre.

De hecho.., ¿cómo podríamos explicar el Ramadán o esos viernes de pescado sin el confuso empuje religioso?

Porque fue ahí, en la suma de los azares y de la acaparación, cuando se estableció el poder y con él se diseñaron nuevas preguntas que venían a afianzar el nuevo orden entre los Hombres. ¿Existe Dios? ¿Cómo de feroz será el infierno? ¿Cómo de placentero será el paraíso? Dudas y preguntas premeditadas que nos han arrastrado a asesinarnos entre nosotros por la absurda mentalidad de país, a entregar a nuestros hijos a unos dioses que no sabían ni saben de ellos mismos y a aniquilarnos en defensa de unas ideas sin pies ni cabeza.

Aquellos que hemos tenido la suerte de librarnos de este Mal de los Necios seguimos en peligro ya que esta sociedad que se cree plena y avanzada comienza a preguntar sin compasión ni medida, sin humanismo y educación.., reduciendo la propia existencia a la charlotada.

Cuánto ganas, por qué no tienes hijos todavía, estás más delgada, por qué no te has casado, cuántos seguidores tienes... describen el grado de involución que hemos alcanzado. Que importe más lo que se tiene que lo que se es, que gastemos más esfuerzos en aparentar que en llegar o que pretendamos alinear al que tenemos al lado antes que entenderlo son señales inequívocas del naufragio humano.

Aunque no me extraña. Hace mucho que ya no se lleva preguntar -digo yo que será propio de los Homo Sapiens- eso de: ¿Estás bien?

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