Hombres a contracorriente.
Hombres a contracorriente.

Ir a contracorriente significa estar en contra de la costumbre general, y eso es lo que nos pasa a los hombres que hemos decidido comenzar a tomar consciencia de nuestra posición de privilegio en la sociedad, y trabajamos por deshacernos de la masculinidad, desocupar los espacios de poder cualesquiera que sean sus ámbitos y formas, y transitar aquellos lugares que el feminismo lleva años indicándonos.

Ser un hombre a contracorriente no es fácil, tampoco difícil, ni implica otros esfuerzos que el tener que convivir con el sentido común, pero esta vez no exclusivamente el nuestro, sino también el de las mujeres. Ir a contracorriente te depara críticas y el rechazo de la mayoría de los hombres. Esa mayoría silenciosa que piensa que la igualdad es ya una realidad, el machismo un asunto de tiempos pasados, y la violencia de género algo que solo afecta a hombres determinados.

Una población masculina que es capaz de condenar y asistir a minutos de silencio por el asesinato de mujeres, pero no de cambiar su manera de actuar y entender el mundo, para acabar con las injusticas y la violencia. Hombres que se escandalizan y reaccionan corporativamente ante cualquier crítica porque sienten que se les ataca. Que creen que la violencia no tiene género, que hay mujeres maltratadoras y hombres maltratados, y que de estos no habla nadie. Maridos despechados, divorciados demandantes de una custodia que nunca ejercieron, y que solo les interesó desde el mismo momento en el que el juez o la jueza puso su firma en el acta de separación.

Que reaccionan como si les fuera la vida en ello, cuando uno de los suyos (los hombres) se alía con el feminismo y denuncia públicamente los privilegios que tenemos, Maricones, traidores, plancha-bragas nos llaman. Decir que la violencia no tiene género es una demostración de ignorancia, y una mentira, y los hombres que defienden esta idea saben que por mucho que manipulen los datos y fabriquen sus historias, la realidad es la que es, mujeres adultas, jóvenes, y niñas, asesinadas, abusadas, violadas o violentadas diariamente por hombres en todo el mundo.

La violencia de género no es un problema de unos cuantos hombres es un problema de todos los hombres, y tiene su base en el modelo de masculinidad en el que hemos sido socializados. Un modelo que gobierna la sociedad, la cultura, la economía, la política, las relaciones sociales, y toda nuestra vida desde lo público al lugar más escondido de nuestras sábanas. Un paradigma que se sustenta en la superioridad y el control sobre las mujeres, en una concepción androcéntrica del mundo que piensa que lo que es bueno para el hombre es bueno para la humanidad.

Es por eso qué desde el mismo momento en el que no nos rebelamos ante este sistema injusto, somos cómplices y responsables de toda la violencia que genera. Ser un hombre a contracorriente no es ser un héroe, un referente para nadie, ni te hace ser mejor persona, pero al menos te devuelve algo de la dignidad perdida, y te permite andar por este mundo de una forma más respetuosa, amable, igualitaria y democrática.

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