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Es un lugar común el que los políticos suelen mentir o faltar a la verdad, como dicen ellos.

Es un lugar común el que los políticos suelen mentir o faltar a la verdad, como dicen ellos. Ejemplos de tal comportamiento se pueden encontrar por doquier a lo largo de la historia, pero hoy me quiero referir al episodio acontecido la semana pasada en el proceso de elección de los miembros de la Mesa del Congreso de los Diputados.

Como ya sabrán, el acuerdo para el reparto de los puestos de dicha mesa alcanzado por PP y Ciudadanos fue apoyado de manera indirecta mediante abstenciones, en el caso de la presidencia, y de manera directa, mediante 10 votos a favor de la candidata popular para una de las vicepresidencias, procedentes estos, presumiblemente, de diputados de la antigua Convegència Democràtica de Catalunya (CDC), del PNV y de Coalición Canaria.

El caso fue que, puesto de manifiesto este apoyo por los portavoces de PSOE y Unidos Podemos, los dirigentes de CDC y del PNV han negado esta posibilidad. Pero lo cierto es que cualquier otra explicación de lo sucedido es altamente inverosímil. Incluso el portavoz de CDC (ahora Partido Demócrata Catalán), Francesc Homs, ha llegado a decir que la votación es secreta en un intento de evitar aclarar el sentido del voto de sus diputados.

Muy probablemente, casi con seguridad, nos encontramos ante un caso, otro más, de hipocresía política, tan extendida hoy en día. Ciertamente, para sobrevivir en el juego político es necesaria una cierta discreción y prudencia, pero eso es una cosa y otra muy distinta es el recurso continuo a un discurso que nada tiene que ver con lo que se va a hacer o se ha hecho, como en esta ocasión. Pero, por lo que se ve, resulta más rentable mantener estas actitudes hipócritas que decir la verdad, a juzgar por cómo se repiten. A veces parece que las mentiras, a fuerza de repetirlas, se convirtieran en verdades, máxime cuando se lanzan desde el poder establecido sin ningún tipo de rubor. En palabras de George Orwell, el luchador antifascista de la guerra civil española y autor de la famosa novela 1984, la culpa es del lenguaje político, pues este "está diseñado para hacer que las mentiras parezcan verdades y que el asesinato parezca respetable...".

Ciertamente es así. En el juego político, el lenguaje lo es casi todo. Este se puede utilizar de la manera en que se quiera. Se puede utilizar para el bien común o retorcerlo para disfrazar los hechos o las verdaderas intenciones, que tendrán sus consecuencias para las personas. Cómo distinguir cuando el lenguaje se está utilizando de una u otra forma no es una tarea fácil. A veces es más evidente y a veces menos. Pero no deberíamos renunciar a hacerlo para no caer en los engaños que provoca.

No quisiera terminar sin aportar una última reflexión, en este caso de un personaje de ficción, pero, al menos para mí, verdaderamente fascinante. Me refiero a Frank Underwood, protagonista de la serie House of Cards, papel que encarna el actor Kevin Spacey: “El camino hacia el poder está cimentado a base de hipocresía… y de víctimas. Nunca hay que arrepentirse”.

El único inconveniente reside en que las mentiras pueden acumularse unas sobre otras como un castillo de naipes precisamente, hasta que, por su peso, este se derrumbe.

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