Gente de alcanfor

Las hay que ya tufan a caducado una barbaridad desde los ochenta: como el vocabulario en general de la derecha

Antonia Nogales

Periodista & docente. Enseño en Universidad de Zaragoza. Doctora por la Universidad de Sevilla. Presido Laboratorio de Estudios en Comunicación de la Universidad de Sevilla. Investigo en Grupo de Investigación en Comunicación e Información Digital de la Universidad de Zaragoza.

Ramón Tamames, el candidato de Vox en la moción. Artículo Gente de alcanfor.
Ramón Tamames, el candidato de Vox en la moción. Artículo Gente de alcanfor.

Hidrocarburo sólido, blanco, cristalino y de olor característico, que se obtiene de la destilación del alquitrán de hulla (un tipo de carbón mineral). Se usa en la fabricación de resinas sintéticas, celuloide e insecticidas, y seguro que se han encontrado con ella al abrir algún armario: es la naftalina. En el argot popular, usamos con mucha frecuencia esa expresión de que lo caduco huele a naftalina. 

Otro clásico es el alcanfor. Se encuentra en la madera del árbol alcanforero o de Borneo, un enorme ejemplar de hoja perenne originario de Asia, particularmente de la selva de Borneo. Nosotros, en general, lo conocemos en forma de bolitas, esas que ayudaban a que la ropa guardada oliera mejor, y a ahuyentar polillas y cucarachas. Era común encontrar una bolsita de tela con estas bolitas dentro colgando de la percha más esquinada del armario de la abuela. Y ese olor se convirtió en algo que relacionar con el pasado, con lo antiguo. 

Yo pienso en esos olores cuando trato de retrotraerme al ayer, cuando buceo entre los percheros de las ferias de antigüedades, cuando visito una tienda de nostalgia, cuando bajo al cuarto de trastos y repaso con la nariz los trajes de mi abuelo. Y ese olor me gusta, es la naftalina buena. Por otro lado, lo que huele a rancio, lo trasnochado, no apetece desempolvarlo para nada. 

Estos días me ha venido a la cabeza la naftalina y el olor de las cosas que no huelen bien. Se me ha despertado la pituitaria cuando he visto la foto de la plana mayor de los voxeros con Ramón Tamames en el centro. El cuasi nonagenario ex del PCE se presenta como recambio de Pedro Sánchez en la moción de censura que el partido de Abascal pretende lanzar en el Congreso. No hay programa ni medidas propuestas, pero eso tampoco es sorpresa en esta rocambolesca pirueta del destino que es pura fantasía. Esa imagen, con un inconfundible aroma a rancia decadencia, simboliza la naftalina mala. 

Muchas expresiones también tienen los días contados. Las hay que ya tufan a caducado una barbaridad desde los ochenta: como el vocabulario en general de la derecha. “Gente de bien” ha sido la última perla que ha salido de la mente preclara de Núñez Feijóo. Y eso que llevaba escrita la réplica. Me inquieta saber qué se esconde bajo ese sintagma, a qué tipo de personas incluye y a cuáles excluye, qué hace falta para ascender al olimpo de ese club. Yo visualizo a la gente de bien del imaginario pepero como patriotas convencidos —de ahí las pulseritas con bandera—, solidarios comprometidos —de los que tachan siempre la casilla de la iglesia en la declaración de la Renta y dan para el Domund—, familiares responsables —sin bajar de los cuatro hijos con pantalón corto en febrero—, con un lugar para cada cosa y cada cosa en su sitio —la amiga entrañable en la casa de la sierra y los dineros en Suiza—, con pelazo y siempre levantando España —los injertos son opcionales pero el negocio de papá obligatorio—, y siempre con buen ánimo, el de la satisfacción que da explotar al que no tiene y defraudar un pelín. Gente en condiciones. En condiciones de alcanfor. 

 

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