Gaza y Cisjordania, la misma cara de la misma moneda

Chicos de doce o trece años se dedican a robar el pasto a los beduinos o vaciarles los tanques de agua. La agresión, la violencia, convertida en juego de chavales: lo que aprenden de sus mayores

Una manifestación llena las calles de Jerez para exigir el fin del genocidio en la Franja de Gaza.
03 de noviembre de 2025 a las 09:58h

¿Por qué, o para qué, seguir escribiendo de Gaza y Cisjordania, del pueblo palestino? Para que no se vuelvan invisibles. Porque creo que con este pseudoplan de paz Gaza acabará por ser una cronificación que caerá en el olvido, de la misma forma que en la sombra ocurren los desmanes israelíes sobre Cisjordania y su población palestina.

Si he nombrado el Plan de Paz para Gaza como pseudoplan es porque pienso que, de entrada, la única función que ha cumplido es satisfacer la necesidad de Netanyahu de acallar a sus ciudadanos, que ya lo tenían bastante acosado: Aquí tenéis a vuestros conciudadanos, dejadme que me quede en el gobierno. Es la liberación de los rehenes vivos por parte de Hamás lo único que pretendía, que necesitaba.

A la par, y por correspondencia con lo anterior, Israel se comprometía a un alto el fuego, a la entrega de un número de prisioneros palestinos de sus cárceles y a la entrada de ayuda humanitaria en la Franja al menos en la misma cantidad o superior que la que se produjo en enero de este año, cuando se pactó un alto el fuego que fue roto unilateralmente por Israel.

La parte palestina aún espera que Israel se tome en serio este plan de paz, pues desde el 11 de octubre que está en vigor no ha entrado con fluidez la ayuda humanitaria, siguen cerrados algunos pasos fronterizos y el Ejército de Israel ha matado a 211 personas al menos. Las últimas 104, que incluyen a 46 niños, en 12 horas de continuos bombardeos. Las que se tomó Israel para romper el alto el fuego temporalmente, porque atribuía a Hamás la muerte de un soldado israelí. Y porque había entregado un cadáver mal identificado, porque no termina de devolver los cadáveres de los rehenes fallecidos, aunque Israel no dejó entrar en la Franja la maquinaria adecuada para desescombrar...

Y los tiroteos continuos a palestinos que rebasan la raya amarilla invisible que delimita la nueva zona militar de Israel. Un límite sin señalizar durante semanas y que se supone que los palestinos deben adivinar. Los tiroteos a quienes intentan regresar a su casa, como aquella familia ocupante de un vehículo: murieron todos, once personas, siete eran niños. No sé por qué escribo murieron si fueron asesinados.

Israel está deseando reventar un plan de paz que ya no necesita, porque cuando Hamás haya entregado al último rehén fallecido y así Netanyahu haya quedado bien ante su ciudadanía, tendrá carta blanca para proseguir lo que empezó, como ha dicho hasta la saciedad a lo largo de estos dos años: posesionarse de la Franja de Gaza. No quiero ni imaginar que esto pueda suceder, sin embargo, considero a Netanyahu capaz de inventarse o agarrarse a la excusa más nimia y a Trump muy dispuesto a apoyarlo y justificarlo. Por otra parte, no se podría esperar que a estas alturas Occidente y el Oriente Próximo acaudalado muevan un dedo si no lo han hecho antes.

Y mientras miramos hacia Gaza, tanto el Gobierno de Israel como su Parlamento van avanzando en las medidas necesarias para consolidar y ampliar la ocupación de Cisjordania. El gobierno firma un plan de asentamientos de colonos que la dividirá en dos separándola de Jerusalén Este. Netanyahu dijo al rubricarlo: "Dijimos que no habría un Estado palestino y, de hecho, no habrá un Estado palestino. Este lugar nos pertenece". Y en lo que llevamos de 2025, el gobierno israelí ha aprobado la construcción de más de 19.000 viviendas para colonos y declarado hectáreas y hectáreas como terrenos estatales, es decir, de su propiedad.

Aparte de que hace la vista gorda a nuevos asentamientos de colonos, aunque sean ilegales, para más adelante legalizarlos: con que aparquen una caravana en lo alto de una colina, para controlar bien los alrededores, ya toman posesión y colonizan. Chicos de doce o trece años se dedican a robar el pasto a los beduinos o vaciarles los tanques de agua. La agresión, la violencia, convertida en juego de chavales: lo que aprenden de sus mayores. Y un beduino no puede hacer ni decir nada, porque es el propio Ejército israelí quien lo observa todo y nada hace. Poco a poco, de manera constante, Israel avanza en su colonización-anexión de Cisjordania.

No están solos Netanyahu y su gobierno en este propósito. Este verano se aprobó en el Parlamento israelí una moción no vinculante a favor de la anexión de Cisjordacia por 71 votos a favor y solo 13 en contra. La moción fue presentada por varios partidos, porque Cisjordania es "parte inseparable de la patria histórica del pueblo judío" y, por lo tanto, les pertenece. Esta es la teoría. La puesta en práctica se ha ido acelerando en estos dos últimos años.

Israel ha lanzado operaciones militares contra Cisjordania cuyo resultado a día de hoy es el desplazamiento forzado de más de 40.000 palestinos, bien sea por los ataques del Ejército israelí o por los asaltos de los colonos. El Ejército demuele viviendas, edificios públicos como centros de salud o escuelas, levanta las calles con enormes excavadoras y acaba con el saneamiento y el agua potable, haciendo inviable el acceso a las viviendas.

Es decir, arrasando todo aquello que hace posible una vida digna e imposibilitando que en un futuro puedan volver los palestinos a sus hogares. También los colonos desempeñan su papel paramilitar, por ejemplo, asaltando pueblos beduinos y tomando sus hogares, saqueando sus bienes y obligándolos a huir. Los asaltos y agresiones de los colonos son consentidos e incluso facilitados por el Ejército israelí, y con frecuencia apoyados, como los ataque a recolectores de aceitunas, que se vienen produciendo desde agosto.

Porque también se trata de privar a la población palestina de Cisjordania de su economía, sumirla en la mayor pobreza posible: revocarles permisos de trabajo, privarlos de sus cultivos, reducirles los salarios o tener que cerrar los negocios son “armas” que está utilizando Israel. Todo ello ha hecho que tres cuartas partes de la población, su infancia también, viva bajo mínimos.

Y también de inocularles el miedo. Contaba un exmilitar israelí, perteneciente a una organización de militares que han dejado el ejército, que recibían orden de ir en plena noche casa por casa levantando a la gente, pidiéndoles la documentación, haciéndoles fotos... todo con la única finalidad de aterrorizarlos. A eso lo llaman mapear. Las razones de los mandos que los enviaban a mapear: “Tenemos que demostrar quién manda”.

Las operaciones militares ordenadas por el gobierno de Netanyahu han dejado, según la oficina de la ONU para los Derechos Humanos 1.001 muertos, el 43 % de todos los palestinos fallecidos en las últimas dos décadas en Cisjordania. Esta cifra incluye a 213 menores de edad, parte de ellos tiroteados por lanzar una piedra o un ladrillo. El Ejército de Israel lo llama “neutralizar la amenaza”: en sus comunicados reza “el terrorista ha sido neutralizado y no ha habido bajas” y, al igual que en Gaza, impiden que se acerquen los servicios sanitarios para atender a las víctimas.

Este es un mundo de silencios y visibilidades. Me suelo informar por una agencia de noticias, pero a día de hoy la mayor parte de la información llega de las ONG, los únicos testigos que van quedando en las tierras palestinas, en particular en Gaza, después de que Israel haya asesinado a 240 periodistas y fotoperiodistas y siga sin dejar entrar a la prensa internacional. A ello hay que sumar la censura de los algoritmos en internet a las informaciones palestinas. Sin las ONG que trabajan allí, nuestra mirada sería aún más miope. Decía en 1999 James Orbinski, presidente de Medicos Sin Fronteras: "No estamos seguros de que la palabra siempre salve vidas, pero sí sabemos con certeza que el silencio mata".