"Garbanzos duros, pan negro, aceite rancio", el relato del exiliado jerezano Diego Moreno

Rescatamos la historia de Diego Moreno, jerezano exiliado a Francia, del que nos ha llegado sólo una referencia a través de unas cartas conservadas por un compañero de la CNT.

Una carta de Diego Moreno.
Una carta de Diego Moreno.

En 2019 se cumplen 80 años del gran exilio español al término de la Guerra Civil. Medio millón de personas tuvieron que marcharse para evitar la muerte o la cárcel. De éstas, unos 50.000 andaluces cogieron también las maletas hacia otros países. Y de entre ellos/as, cómo no, muchos/as jerezanos/as que pudieron primero escapar de la barbarie fascista en la ciudad, y después de 1939, marchar a Francia, México, Argentina, etc.

Aunque las historias locales del Exilio en las poblaciones andaluzas está por hacer, a falta de estudios sistemáticos, quizás relegados por la prioridad de investigar las muertes durante el período franquista.

De entre estas historias, rescatamos aquí la de Diego Moreno, jerezano exiliado a Francia, del que nos ha llegado sólo una referencia a través de unas cartas conservadas por un compañero de la CNT, Juan Antonio Pulido, con el que se escribía hacia 1980.

Pulido era un chaval en aquella época, y varios de los jerezanos anarquistas del éxodo le adoptaron como “El Niño” al que escribían, para mantenerse al tanto de los avatares de la organización, tener información de primera mano de lo que ocurría en Jerez, transmitirle sus experiencias o pasarle dinero para la causa. Le escribían Cristóbal Vega Álvarez (el “obrero poeta”), que residía en Villafranca de Córdoba, Manuel Lozano (seudónimo de Manuel Pinto, el famoso soldado de La Nueve que liberó París en 1944), que vivían en la capital francesa, y Diego Moreno, que residía en Marsella (Francia). También recibía cartas del Grupo Libertario de habla hispana de Melbourne (Australia).

En 1980, Diego Moreno empieza a escribir un relato sobre sus vivencias infantiles y juveniles trabajando como jornalero, y le pone por nombre “Miseria en el campo”. La narración está escrita con numerosas faltas de ortografía, pero tiene algunos párrafos de gran intensidad, que transcribimos:

“Garbanzos duros, pan negro, aceite rancio, sal y vinagre era todo cuanto les daban a los que hacían producir la tierra con sudor. El salario era por el estilo de los alimentos. Con cincuenta céntimos a los hombres y veinticinco a las mujeres, por día de trabajo, quedaban pagados. Con estrellas salían del cortijo, y hasta que no era bien entrada la noche no volvían. Por la noche, en las gañanías, a la luz de un candil humeante, los que sabían leer lo hacían en voz alta para ilustrar a los compañeros de infortunio. Los demás trabajadores, sentados en los jergones, escuchaban atentamente la lectura, ávidos de aprender. Durante el día, en los momentos de respiro hacían corro y comentaban las noticias que recibían sobre la marcha de la organización. Otros llevaban la cartilla, lápiz y libreta en el bolsillo, y aprovechaban todos los minutos de descanso para aprender a leer y a escribir orientados por algún compañero voluntarioso”.

Extracto de una carta de Diego Moreno.

Diego quiso transmitir con claridad las condiciones de miseria que había vivido su generación en Jerez y en Andalucía, una pobreza extrema que, sin embargo, intentaron compensar con un enorme esfuerzo de autoformación y de superación, en un contexto de lucha social en el que la organización colectiva era muy importante.

En otra carta de 1986 Diego Moreno interpela a Pulido:

“Decirte que estoy extrañado de que no sé nada de vuestras preocupaciones orgánicas por esas tierras de focos anarquistas en donde continuamente se sentía algún latido de rebeldía; parece que el bienestar ha asolado todas las ansias de libertad que siempre tuvo Jerez. ¿Es que ya están satisfechas las necesidades de luchas que existían, y que ya no tenemos otra cosa que dormir en los laureles?”.

Evidentemente, ya para esas altura de la década de los 80 la llamada Transición democrática había hecho su trabajo de desmovilización y de apoltronamiento, y esas ansias de libertad se habían acallado con pan, mucho pan, la Sociedad de Consumo.

No tenemos muchos más datos de Diego Moreno. Ni siquiera sabemos su segundo apellido: por la norma francesa de utilizar sólo el primer apellido, sus cartas sólo se remitían con “Moreno”. Al parecer vivía en la “Marine Bleue” de Marsella, que según nos cuenta el compañero Nicolás Patris (marsellense residente en Jerez) es una zona urbana muy pobre, en la actualidad un barrio muy marginal. O sea, que intuimos que Diego tampoco vivió en la abundancia en sus últimos años de vida en Francia. Eso sí, seguramente dejó atrás esos garbanzos duros de su infancia, y sí mantuvo ese compromiso con la lucha social y la libertad de su pueblo.

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