Un vestigio de Doñana

Pasar por encima de este espacio en bicicleta, coche, tren, o andando nos da una visión que no somos capaces de ver, una realidad en nuestros pies y que no queremos aprender

Iván Casero

Ingeniero de Montes.

Flamencos sobrevolando Doñana.
Flamencos sobrevolando Doñana. WWF

Siempre que se habla de Doñana se viene a la mente una marisma inundada, donde lo salvaje y doméstico se dan la mano desde tiempos inmemoriales. Miles de hectáreas protegidas esperan volver a ser lo que fueron, y los humanos tenemos la posibilidad de retrotraer nuestras acciones y/o impactos pasados y presentes. 

Es curioso en este año tan extremadamente seco, que en orillas del término municipal de Sevilla, pleno área metropolitana, se puedan ver escenas que recuerdan al gran Parque Nacional. 

Cientos de flamencos, moritos e infinidad de aves acuáticas crían entre caballos y vacas en la desembocadura del río de mayor fuerza sin domesticar de Andalucía Occidental, conocido como Guadaira. Espectáculo de mareas y, aguas arriba, multitud de molinos hidráulicos esperan su puesta en valor. 

Dotar de protección jurídica al estuario del Guadaíra, desde Pineda al Guadalquivir, completar el carril metropolitano hasta la barca de Coria del Río, una gestión del espacio acorde a su realidad antropizada y empezando por el control de tarajes y cañas tan invasoras, son necesidades del ahora. 

Pasar por encima de este espacio en bicicleta, coche, tren, o andando nos da una visión que no somos capaces de ver, una realidad en nuestros pies y que no queremos aprender. Quizás sea su salvación, pero entiendo que lo que no se conoce no se valora.

Archivado en:

Si has llegado hasta aquí y te gusta nuestro trabajo, apoya lavozdelsur.es, periodismo libre, independiente y en andaluz.

Comentarios

No hay comentarios ¿Te animas?

Lo más leído