Ablentar. FOTO: Mari Carmen Garcia Moreno.
Ablentar. FOTO: Mari Carmen Garcia Moreno.

Imaginaos, por un instante, en este momento actual, que toda nuestra alimentación dependiese de terceros países. No hay muerte más segura, que la de hambre.

Desde nuestros huertos ecológicos escolares y familiares, gestionados por niños —¿cuántos de ellos, serán y tendrán la oportunidad de ser agricultores o ganaderos?—, pasando por las explotaciones familiares, esas que fundamentan a nuestros pueblos y permiten nuestra existencia, al vender sus productos en nuestras plazas o mercados de abastos, tiendecillas de barrio y los mercadillos de productos de cercanía. Canales cortos. Las explotaciones más intensivas, debido a su magnitud y cosechas, en muchos casos, se exportan fuera de nuestras fronteras, para su aprovechamiento, transformación y consumo.

Hemos jugado con las cosas de comer, “sector primario”, y ya se sabe. Los hombres y mujeres del campo no tienen reconocimiento social alguno, y en este momento inédito, nos damos cuenta que estamos en sus manos. La economía del futuro en ninguno de sus escenarios contemplaba nuestro territorio, ni sus gentes. Los adelantos tecnológicos y los productos importados –sale más barato, fabricarlos fuera y traerlos-, ante la primera pandemia a nivel mundial de la era tecnológica que padecemos, resultan ser prescindibles frente a la alimentación, y ante esa máxima, nos hemos quedado literalmente, sin papel higiénico. ¿Cuántas veces hemos dicho, que caro este kilo de tomates, fresas, AOVE, patatas, cordero lojeño, ternera retinta o berrenda, pollo de corral, boquerones, sardinas o chirlas, productos locales, y nunca, en la compra de un móvil u ordenador de última generación, con guardar cola incluida? En los años 60, el 60% de la economía familiar iba dedicada a la alimentación, y ahora no llega al 18%. Quizás estos días esté cambiando esta dinámica.

Los precios ruinosos, la minoración de tierras cultivables por culpa del desarrollo (polígonos industriales, desarrollos urbanísticos, inversiones energéticas e infraestructuras) y erosión, la falta de mano de obra –esos inmigrantes que nos quitaban el trabajo que nadie quería, y ahora son insuficientes e imprescindibles-, la cada vez menor inversión en investigación agraria –sin rentabilidad, no hay inversión-, el nulo relevo generacional, el duopolio de las semillas,-transgénicas incluidas-, e insumos asociados, y el Cambio Climático –menor disponibilidad de agua y mayores temperaturas-, hacen que el inicio de la cadena de valor, sea lo más parecido a una muerte segura.

En este mundo de rivalidades, más que de Solidaridad, seguro que suena mejor “la revancha del campo será terrible, ante el desprecio de años”, que “estamos a tiempo, tengamos la fiesta en Paz”.

Tras la II Guerra Mundial, quedó patente la importancia de lo Agrario, como base de la Unión Europea. Hoy es la única industria estratégica que nos queda y depende de nosotros, Europa tiene como razón de ser la Soberanía Alimentaria. Agricultores, ganaderos, jornaleros e inmigrantes han de ser considerados de Interés General de la Unión Europea, al igual que Salud, Educación y Cultura. “Un día necesitaremos un arquitecto, un notario, un fontanero o un electricista, pero al menos, tres veces al día, durante nuestra vida, agradeceremos a los hombres y mujeres del campo, nuestra energía vital”.

No podemos escatimar en los presupuestos de lo agrario, fomentando el valor añadido y su transformación en pueblos, tenemos que apoyar más que nunca, la tierra, la biodiversidad, el paisaje agrario -identitario de cada país-, y nuestros hombres y mujeres del campo. Y dejando bien claro, que la ganadería, cuya alimentación viene allende los mares, sencillamente, no es sostenible. Lo agrario, incluyendo forestal —Monte: Vida y Trabajo—, tiene que ir ligado al territorio, para que, sencillamente, sigamos siendo Europa.

Y no rompamos la cadena por el eslabón más débil, los inmigrantes, parte fundamental de nuestra agricultura. Tratémosles con Humanidad, esencia básica de la condición humana.

Tenemos futuro, porque tenemos personas, y aunque nos falten medios, le pondremos ingenio, ese que proviene de nuestra mezcla de sangres, que nos ha puesto en la cúspide de la Sabiduría y Conocimiento en muchas etapas de la vida. ¿Qué región mundial ha tenido más capitales y ciudades como centros neurálgicos que Andalucía? Tartessos, Sevilla, Granada, Córdoba, son un ejemplo real, al igual que los caldos de Montilla-Moriles y Jerez.

Ya lo decía Cicerón, “la Agricultura es la profesión propia del Sabio, la más adecuada al Sencillo y la ocupación más digna para todo hombre Libre”.

Iván Casero es Ingeniero de Montes.

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