El Bosquescuela Cuna. FOTO: Fund. Savia
El Bosquescuela Cuna. FOTO: Fund. Savia

Las gotas, micro gotas y aerosoles que emitimos al respirar son la principal vía de contagio de covid, siendo las aulas -espacios confinados- un lugar crítico donde se hace necesario la hiperventilación – bendito levante - y purificación de las mismas, sin embargo, no están preparadas para ello. Abramos las clases de par en par.

Sin masificaciones, con la tranquilidad que otorga el aire libre, en el patio del colegio y en un entorno natural, es garantía de salud impartir clases, con protecciones y distancias adecuadas, sin renunciar a las relaciones humanas fundamentales en nuestra sociedad, al lenguaje corporal, a las relaciones entre diferentes clases sociales y que no pueden materializarse digitalmente. Las palabras del maestro expanden la mente de los alumnos, estableciendo la base de la humanidad.

El bosquescuela cuna.
El Bosquescuela cuna. FOTO: Fund. Savia

Recuerdo las clases de niño y no tan niño, en forma de excursiones al peñón de Zaframagón en Coripe, con sus túneles donde nunca pasó el tren y que sin embargo es una de las mejores vías verdes de Andalucía hoy en día, al Real de la Jara con el puente donde arrojaban cerdos al río para poder comer carne en cuaresma, a la Sauceda en cabañas en plena selva mediterránea, a Doñana vista desde el remolque de un tractor, a Coto Ríos en Cazorla con mi primera inmersión en aguas del Guadalquivir, Marruecos con sus pinsapares y alcornocales, de navegación con mi primer barquito no de papel en la fuente del patio del cole, y mis visitas a la biblioteca que se ubicaba en el vagón de un tren en medio de los huertos ecológicos, como experiencias vitales que escuelas y universidades al aire libre, en plena naturaleza hacen de esa esencia, motor de educación.

Mis hijos han podido dar clases bajo la encina milenaria de la dehesa San Francisco de Santa Olalla del Cala, poder abrazar a árboles agradeciéndoles tanto que nos ofrecen, liberan esa energía en los ratos de recreo que les parecen insuficientes y es que jugando es una delicia el aprender todas las lecciones magistrales que nos aporta el tener como techo el cielo, con sus nubes que van y vienen, el aire que cambia cuan veleta, siendo parte activa de la naturaleza que nos rodea. La mejor manera de valorar la naturaleza que nos rodea es conocerla y convivir con ella. Experimentación, exploración y experiencia directa, no digital ni de laboratorio.

Aprender a escribir en la arena de la playa o en el barro de un charco, a contar con montones de guijarros multicolores, al valor del esfuerzo trepando a los árboles, aprender en movimiento y potenciar el sistema inmunológico al estar en contacto directo con la naturaleza. No ponerle límites a su curiosidad, los conceptos explicados son más impactantes a través de experiencias vividas en la realidad, toda ella por desarrollar.

El Bosquescuela Cuna. FOTO: Fund. Savia
El Bosquescuela Cuna. FOTO: Fund. Savia

Leer libros que gusten, tebeos, de aventuras, revistas, y como en mi caso, los periódicos en papel, hoy en día en extinción, que mi padre compraba todos los días antes de que yo me levantara, y entre bocados de la tostada y sorbo de leche con cola cao, iba viendo fotos, titulares y contenido, a medida del paso de los años, para comentar con la clase.

Bosquescuela Cuna en Espartinas, Tierra y Sal en Chiclana de la Frontera, Fundación Monte Mediterráneo, Jandita La Muela, Escuela Innatura, Escuela infantil Pota-Roges en Cervelló, Saltamontes en Collado Mediano, la Escuela Nenea en Lugo son ejemplos aquí dignos de conocer pues “no hay día malo, sino ropa inadecuada”, “mirando a la naturaleza y no dándole la espalda” y “Porque si vamos solos, vamos más rápido… pero juntos llegamos más lejos”.

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