Una mujer pasea mirando su móvil. El daño de la inmediatez.
Una mujer pasea mirando su móvil. El daño de la inmediatez.

"Lo quiero, aquí y ahora". No es imposible, una de las mayores empresas mundiales aún sin historia de décadas que le avalen, me lo da.

El segundo va rápido, el minuto ya es pasado, la hora frágil memoria, el día, cuestión de Google - las hemerotecas ya son digitales-, el año ya solo existe en el DNI al soplar las velas recibiendo cientos de mensajes por WhatsApp, Facebook o Instagram.

Muchas gestiones al teléfono, y ante la falta de respuesta en atención al cliente o ciudadano, desesperación y desencanto. Una llamada es lo más barato y rápido, pero hay que poner humanidad a cada historia, ruego, petición, sugerencia o reclamación, pues el lenguaje corporal no admite ambigüedades ni comunica.

Muchos pueblos tienen la paciencia como guía de sus acciones, si bien hay que exigir gestión y responsabilidad a cada estamento de la sociedad, pues han de ir de la mano, por el bien de todos.

Escucho hablar de muchas generaciones han vivido... y ¿sinceramente creen que se parece lo que vivieron nuestros abuelos a lo actual, nosotros frente a nuestros hijos o sencillamente qué mundo vamos a tener dentro de diez o veinte años?. 

El apocalipsis o el fin del mundo no va a llegar, si bien está más cerca la desconexión de internet, para vivir más tranquilo, feliz y viviendo con lo que realmente necesitamos. El valor de una carta de puño y letra, cuando la ocasión lo merece, se disfruta en su pensamiento, redacción, puesta de sellos en el estanco, paseo al buzón, el tiempo de llegada a destino, el reparto del cartero, la apertura del sobre, su lectura comprensiva con emociones incluidas y la guardamos en la memoria y en el cajón, para volver a leerla en otra buena ocasión. 

Los árboles que dan sombra los plantó alguien, no pensando en él, los deseos en cartas dirigidas a los Reyes Magos, la mayoría no se materializaban ni en años posteriores, "el despacio que tengo prisa", nos ha hecho ser lo que somos y no recibimos envíos ni los domingos, tan solo el cartucho bien despachado de calentitos con chocolate, del churrero del barrio.

Las relaciones humanas se fomentan pidiendo la vez en las colas de tiendas de barrio, jugando en el parque y plaza, plantando árboles con niños en alcorques vacíos, ayudando a vecinos de toda la vida y nuevos, frente a -por mucho clic- estar solo en tu mundo, y es que las cosas de verdad no son inmediatas, ni se pagan con dinero.

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