ejt_061.jpg
ejt_061.jpg

Las flores son los órganos reproductores de las plantas. Eso lo hemos oído decir miles de veces.

Las flores son los órganos reproductores de las plantas. Eso lo hemos oído decir miles de veces. Pero lo que no suelen contarnos es que sus diseños no sirven para atraer a plantas del sexo opuesto, como cabría esperar, sino para seducirnos a nosotros y a otros animales. Dado que sus raíces las mantienen ancladas en el suelo, las plantas no pueden desplazarse para propiciar la ocasión del encuentro sexual con otras plantas. Establecerse en tierra firme fue un gran paso evolutivo para las plantas, que trajo consigo este nuevo reto: ¿cómo asegurar la reproducción sexual en tales condiciones de inmovilidad forzosa, evitando, por otra parte, la opción más fácil, la autofecundación, por sus indeseables consecuencias?

Así, mientras algunas especies de plantas, como el ciprés y el olivo, confiaron la dispersión de su esperma (polen) en la mecánica azarosa del viento, otras prefirieron ingeniárselas para servirse de los seres vivos dotados de movilidad a modo de "mamporreros”. Por ellos (por nosotros) las plantas aumentaron el tamaño de los pétalos de sus flores, los colorearon, los enriquecieron de néctar y los perfumaron. Es el caso de plantas como este cantueso (lavándula stoechas) fotografiado ayer en un pinar en las afueras de Jerez. Esta planta tiñe sus pétalos con colores de la gama del azul para seducir particularmente a las abejas.

Dado que todo intermediario exige su salario, el cantueso tiene que asumir una parte de pérdida, ofreciendo mucho néctar e incluso parte del polen para el consumo de la abeja, con tal de asegurarse de que ésta lo ayudará a reproducirse conduciendo su esperma hasta la vulva (estigma) de la flor de otro cantueso en el vecindario.

Si has llegado hasta aquí y te gusta nuestro trabajo, apoya lavozdelsur.es, periodismo libre, independiente y en andaluz.

Comentarios

No hay comentarios ¿Te animas?

Lo más leído