La Fallas de La Plata
La Fallas de La Plata

Cada Nochevieja tiene sus particularidades. Si solo viéramos la televisión podríamos pensar que el fin de año con las campanadas, o con la cuenta atrás, fueran universales, pero no lo son. No es solo que en España se coman uvas y en Italia lentejas, por ejemplo. Hay dos hemisferios con un ecuador de por medio y eso marca que mientras en Europa recién empezó el invierno, y a crecer los días, en Argentina comenzó el verano y los días a menguar.

Se hace raro para un europeo celebrar las fiestas navideñas en medio de un calor intenso y vacaciones de verano. Se hace más extraño aún celebrar el año nuevo quemando muñecos, unos muñecos que recuerdan sin duda a las Fallas de Valencia.

Parece que la tradición comenzó en 1956 con Luis Tortora, quien delante de su almacén levantó el primer muñeco en homenaje a los futbolistas de Club Defensores de Cambaceres convertidos en campeones. En ese cruce de las calles 10 y 40 levantaron este año al general San Martín y al niño formoseño Zamba, personajes de una serie de dibujos animados de la televisión pública argentina "hablando de la libertad".

Los muñecos se hacen con papel maché, el trabajo dura lo que tarde cada grupo en decidirse y ponerse al trabajo y los títulos o lemas tienen que ver con figuras o elementos simbólicos que se quieren destruir con el fuego purificador o se queman sometiendo a esas figuras al fuego de la gloria, que no es otra cosa que usar el fuego como acelerador para alcanzar las almas el más allá, una tradición que hunde sus raíces en el neolítico. Los muñecos y los lemas recuerdan la escenografía satírica de las Fallas de Valencia, por ejemplo, pero podríamos pensar en el Carnaval de Binche, Bélgica.

Por supuesto, hay quien niega, con mayor o menor rotundidad, cualquier relación de parentesco cercana o lejana con el Carnaval, y sin embargo no creo que deba negarse tan rápidamente: tampoco respecto a las Fallas valencianas, el Carnaval desparecido de Valencia, en realidad.

Tomemos el escándalo de los viajes a Canarias de aquel Monago y la salida fuera de fecha y de programa de una chirigota cacereña que iba por los bares que Monago frecuentaba; tomemos las revueltas de 2018 en Nicaragua, en las que sacaron a La Gigantona, figura de Carnaval de origen español colonial, para protestar contra Daniel Ortega y su esposa. Hoy, esta noche, después de los brindis, en el cruce legendario de la 10 y 40, mientras ardían San Martín y Zumba, y el humo los elevaba, la gente gritaba a pulmón lleno contra Javier Milei, el presidente argentino que más rápidamente pierde su popularidad debido a su manera de gobernar por decreto y presionando al Congreso de la Nación.

Gonzalo Madina Alonso me contaba con entusiasmo el hermoso futuro que tiene esta tradición, gracias a que la nueva generación de jóvenes se ha hecho cargo. Me contaba que había personas que al pasar por el cruce de calles rezongaba contra los muñecos, contra lo que simbolizaban, seguramente contra la ironía de ese “hablemos de libertad” ahora que los autodenominados libertarios pretende que una reunión de tres o más personas podría ser ilegal si no goza de permiso, una apartado de la conocida como ley ómnibus que el presidente exige que apruebe el Congreso y que trata los temas más dispares imaginables. La presión es bajo amenaza de convocar un referéndum.

Los muñecos de año nuevo de La Plata, una ciudad especial y única en todo, a una hora y media en tren de Buenos Aires, crean lazos vecinales y familiares. Pude entrevistar a dos hermanos que todavía estaban fabricando los muñecos en el jardín central de una concurrida avenida y que me trajo al recuerdo aquellas mojigangas de Carnaval desaparecidas en Cádi y todavía vivas en Basilea. Su tema para hoy eran cuatro figuras: la alegría, la tristeza, la furia y el desagrado. El telón de fondo de la elección era el deseo que visibilizar para la conversación esas emociones, cómo conviven, cómo son tomadas en serio por los padres y vividas por los niñøs. Una familia que, gracias a su mojiganga, se reúne casi al completo. Y todøs se reúnen en las calles, en pleno verano, a pesar de la plaga de mosquitos, a celebrar en la vecindad el año nuevo.

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