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Jamás le habían partido la cara y el alma hasta aquella mañana. Un mal gesto cortado en seco con un alarido hecho puño y hueso. Directo al mentón, crack, y al origen del Todo; un puñetazo oscuro que empezó a escucharse en el cuarto de los ausentes y que todavía empapa el suelo del salón..., ya que el hombre continúa enredado bajo las patas de la mesa.

No se levanta -dicen algunos y ella- porque siempre fue un cobarde; otros aseguran que no lo hace porque no quiere verse las manos, que tiene escondidas en el hueco de su tripa, mientras siga temblando de espanto la mejilla. Si se permitiera verlas sería otra persona.

Con los ojos clavados en la loza helada no sabe pensar..., sólo puede escuchar. Y a lo lejos, tras los gritos de su mujer, intuye los compases de un fado Tambén eu estou à espera da luz y se deja marchar por el recuerdo.

Con la nariz atascada de lágrimas es capaz de oler los pinos que ya están a diez tristes años luz; camina bajo una galería de árboles viejos -a setenta kilómetros por hora- para alcanzar la frontera que, como en las películas de guerra, se encuentra tras los pilares de un puente de hierro azul; luego la carretera se estrecha mientras se ensancha el corazón y se sintoniza mejor el fado que hoy toca, Vem por dentro do meu espanto.

Abre los ojos y las patas de la mesa, con sus olvidadas migas de pan tostado, le obligan a regresar; atrás quedan la calle de la libertad de Albufeira, los sonidos de Évora y aquel pueblo sin nombre ni redención, el campo sembrado de cruces para el algarrobo y la melancolía de las viejas que agarran el velo con los dientes; ahora clama la rodilla y el aullido en la saliva, la vergüenza del ventanal del balcón que se queda abierto y el moratón invisible.

Pero el hombre, bajo las aguas, ha aprendido a dejar de llorar. Já nos meus olhos nao chora. Sabe que sólo sirve para eternizar su purgatorio de manzanas venenosas y dulces monstruos que no acabará de cerrarse hasta que acabe con el viejo mundo y decida, de una vez por todas, lanzarse desde el vacío hacia los años de su única existencia.

 

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