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 Las redes sociales arden. Y por lo visto, nadie ha votado al partido que ha ganado las elecciones. 

Todo el mundo es inocente, hasta que se demuestre lo contrario. Si le damos la vuelta a esta máxima: todo el mundo es mangante. Sí. Los que están, roban. Los que estuvieron, robaron. Y es cierto: debería el pueblo haber dado oportunidad de robar a caras nuevas. Aire fresco y renovado, para la corrupción. Porque está claro, visto lo visto, y disculpen mi negatividad, pero nadie me ha demostrado aún lo contrario, como digo más arriba, y el que llega al poder, manga de lo lindo. Pónganme un ejemplo de algo distinto, y me callo.

Pero de lo que quiero hablar es de lo que ocurre abajo, entre nosotros, ajenos a los escaños y las cámaras, este ingente bombardeo de insultos, improperios, memes, barbaridades varias, e incluso amenazas, con los votantes del Partido Popular como objetivo (víctimas de las armas arrojadizas). Las redes sociales arden. Y por lo visto, nadie ha votado al partido que ha ganado las elecciones. Qué va. Los que llaman a los fachas, subnormales, retrasados, etc., están en posesión de la verdad absoluta y reniegan de un país que les da mucho asco. Ellos, no son fachas, son guays. Cuánta agresividad verbal incontenible por parte de los que se consideran a sí mismos, superiores al resto, tolerantes, modernos, defensores del cambio. Es una pena. Pero cada vez valoro más a los que, en silencio, esperan a que pase el chaparrón, piensen como piensen.

Sentí un escalofrío intenso, cuando por un momento visualicé, a alguno que escribe abiertamente en su muro de Facebook “muerte a Rajoy y a los fachas hijos de puta”, en blanco y negro y con boina, matando a un vecino que tiene más gallinas que él, o acusando a otro (vecino), de comunista a la autoridad, para que lo fusilen, también por tener más gallinas, y una vaca extra, oiga.

Pensarán ustedes que exagero. Que se me ha ido la olla completamente. Ojalá. Y bueno, lo que yo vote o no, a nadie la interesa, pero no es lo que están pensando, más bien todo lo contrario, o al revés. Para algo el voto es secreto, y no tengo que exponerlo en público, para nada, y menos, para quedar bien con el presidente de mi comunidad (de vecinos, sí, donde no hay gallinas, menos mal).

Lo que sí vengo a confesar, es que alguno de mis mayores, es conservador. Y respeto lo que piensa, profundamente, aunque discrepe, aunque discutamos muchas veces, y nos llevemos la contraria. Y créanme, no es mi familiar ningún facha retrasado hijo de puta. Eso lo tengo claro. Y su profunda cultura, su hondura de pensamiento, lo alejan bastante de ser un títere a merced de los colores que quieran imponer desde arriba, y va más allá de los nombres que aparecen en las papeletas, oportunistas y arribistas en la mayoría de los ocasiones.

Yo no sé qué pasará. Y créanme, no me dan miedo los cambios en política. Los cambios, son necesarios para progresar. Lo que sí me aterra, claramente, es esa involución, ese caminito para atrás, en picado, que observo en el entorno, en esa exaltación radical de unos valores muy extraños. Es que no son valores.

Quiero pensar que tanto grito digital (y analógico, pues se sufre en calles y plazas, por cualquier cosa), no pasará de eso, de gritos. Y que, ingenua de mí, recuperaremos el respeto, y la libertad real, pues son la base de algo tan precioso como la democracia. 

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