Costa gana las elecciones en Portugal; la izquierda saca más votos en Portugal. La Iglesia católica sigue perdiendo fieles en Alemania; en España no se sabe, porque no hay un registro para salirse de la iglesia. Los alemanes que se salen no apostatan, solo se salen y dejan de pagar, así, su impuesto a la iglesia. La versión española de la investigación a la iglesia es el bisbiseo, modo-de-conversación-en-temor-de-la-sociedad.
Eurovisión-marca-española se tira al monte y se arma el gran lío, un jardín en el que Pablo Casado no se ha metido todavía, aunque están todos los elementos: la canción como política, el concurso como ideología. Yo creo que le han dicho que la inmensa mayoría de la gente estaba por las gallegas, y en gallego, y que lo del tongo hay que aclararlo, así que ha preferido quedarse entre ovejas, quesos y vino potable.
La pandemia sigue desatada y estamos muy lejos de que se convierta en una gripe estacional, como querían varios políticos españoles y varios especialistas alemanes les han quitado la ilusión. No sé sabe qué ocurrirá todavía, y aventurar no es manejarse con Ciencia. ¿Vendrá la variante delta cuando haya pasado ómicron? Está por ver. ¿Aparecerá una variante peor?, ¿qué sabe nadie?
Pero hablemos de las mujeres que cantan en feminista, que cantan como mujeres sin buscar contentarle al stablishment, razón por la que parece que ni Tanxugueiras ni Rigoberta Bandini debían salir elegidas.
Lo de negar a la Bandini se me antoja que es lo mismo que los pezones de los pechos de mujer no salgan en el Facebook. Hay varias cosas de la Bandini que, desde hace tiempo, me han parecido interesantes. Quizá esta canción de la teta, Ay, mamá, mucho menos, pero no es lo mismo hacer una canción porque sí que hacerla para Eurovisión. Aquí es donde vuelve mi desinterés por ese festival que para mí no tiene ninguna relevancia musical, o rara vez la tiene.
La Tanxugueiras hubieran debido de ganar, según las lenguas y la investigación que ha abierto rtve pone de manifiesto que esa duda es pro Tanxugueiras. Presentaron un espectáculo magnífico, fuera de toda duda; vestuario, música, coreografía, letra. Son también un grupo que lleva tiempo haciendo canciones de mucho interés. Terra es una canción de fiesta, que es lo que gusta para Eurovisión, una canción de juerga. Una canción del verano también para el entretiempo. ¿Dónde estaba, entonces, el problema? Cabe conjeturar: que es en lengua gallega, que es un grupo claramente feminista y una canción también feminista. ¿Pero no dicen hasta las de derechas que también ellas son feministas? Ay, madre, pero es que no todos los feminismos son lo mismo.
La presencia de mujeres sobre los escenarios resulta inquietante a muchos señoros y señoras. Martirio, pionera en tanta buena música, fue muy inquietante. Pero ya antes las Vulpes habían sido las innombrables por su indomable manera de cantar y provocar. Zahara, incluso antes de Puta, era una música que había que conocer para disfrutar de la modernidad musical española; tanto como mi admirada Martirio.
España ya no escucha a José Luis Perales ni, salvando mucho las diferencias, a Joan Manuel Serrat. Esa España existe, pero no es la España que palpita. La España que mira adelante y los jurados que viven atrás. España palpita en El no de las niñas, también, y en tantos otros grupos de mujeres y cantantes mujeres que escriben canciones increíbles y a su arte le ponen la queja milenaria de las mujeres oprimidas, algo que los señoros y señoras no pueden soportar mucho.
Muchøs de nosotrøs sabemos que todas estas músicas son como el mar, al que no se le pueden poner puertas. La negativa a Tanxugueiras o a Bandini les ha dado, además, una publicidad incalculable. Como otras veces, la torpeza del torpe ha producido el resultado contrario a lo buscado.
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