¿Estabilidad para quién, Pedro Sánchez?

¿Estabilidad para el 40% de los hogares españoles, según la última encuesta de condiciones de vida del CIS, que no pueden afrontar un gasto imprevisto o para las entidades que fueron rescatadas con dinero público, por valor de 60.000 millones de euros, y a las que el PSOE no les tiene pensado pedir que devuelvan el dinero prestado por los españoles?

Raúl Solís

Periodista, europeísta, andalucista, de Mérida, con clase y el hijo de La Lola. Independiente, que no imparcial.

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El PSOE ya ha planteado su campaña electoral para salir a buscar el voto y formar el Gobierno que no ha querido o no ha sido capaz de negociar tras las elecciones del 28 de abril. Pedro Sánchez dice que quiere estabilidad, una afirmación con trampa si no se deja claro para quién.

¿Estabilidad para el 50% de las familias monoparentales españolas que viven en riesgo de pobreza, que en realidad son monomarentales porque están formadas, en su abrumadora mayoría, por una madre sola con hijos a cargo, o estabilidad para las grandes multinacionales que han encontrado en la privatización de los servicios públicos su materia prima y su secreto para hacerse de oro tras el estallido de la burbuja de la construcción?

¿Estabilidad para quién? ¿Para Vanesa, una mujer del barrio granadino del Zaidín que se tira todos los días limpiando oficinas entre 7 y 8 horas, ataviada con su uniforme blanco que hay días que no puede con él de los dolores que le provoca el miedo al futuro o, mejor dicho, de la inseguridad de vivir con 800 euros al mes para criar a tres niños que, si no fuera porque comen a mediodía en la escuela, no saben lo que es comer pescado, carne y fruta en su casa?

¿A quién le va a dar estabilidad Pedro Sánchez? ¿A Vanesa o a la empresa donde trabaja que, acogiéndose a la reforma laboral aprobada por el PP y que el PSOE no quiere derogar, paga sueldos un 30% inferiores a antes de 2012? ¿Le va a dar seguridad y estabilidad el PSOE a las miles de familias que llevan años esperando poder recibir la ley de la dependencia y que temen ir antes de entierro que a cobrar un derecho reconocido por ley?

¿Estabilidad para los seis de cada diez desempleados españoles que duermen cada noche en el frío e inhóspito umbral de la exclusión social o para los altos ejecutivos que piden apretar más el nudo de la soga sobre las víctimas de la crisis?

¿Estabilidad para dos de cada diez jubilados que son pobres, a pesar de cobrar una pensión, o para los bancos que defienden el fin del sistema público de pensiones? ¿Estabilidad para las 70.000 familias desahuciadas solamente en 2018, el año con mayor número de desahucios de la historia, o para los grandes tenedores de viviendas que especulan con ellas como si fueran un artículo de lujo y no una condición de ciudadanía indispensable para estar vivo o viva civilmente?

¿Estabilidad para el 40% de los hogares españoles, según la última encuesta de condiciones de vida del CIS, que no pueden afrontar un gasto imprevisto o para las entidades que fueron rescatadas con dinero público, por valor de 60.000 millones de euros, y a las que el PSOE no les tiene pensado pedir que devuelvan el dinero prestado por los españoles?

¿Estabilidad para las kellys que, con la reforma laboral, han visto sus salarios y derechos reducidos hasta doler o para las grandes cadenas hoteleras que, en los peores años de la crisis, han tenido siempre ganancias de dos dígitos y no han conocido la recesión? ¿Estabilidad para los falsos autónomos como los bicicleteros de Glovo o para los dueños de multinacionales que no derraman una sola lágrima cuando uno de estos trabajadores pierde la vida mientras intenta llevar una pizza, cuyo principal ingrediente es la precariedad, a un domicilio?

¿Estabilidad para las familias y pequeñas y medianas empresas que temen que les cumpla el contrato de alquiler, de su negocio o vivienda habitual, por miedo a una subida abusiva o para Blackstone? ¿Estabilidad para quienes le cortan la luz por no poder pagarla, tras una situación sobrevenida de pobreza, o para la mafia eléctrica que aumenta sus beneficios quitándole el sueño a la gente sencilla?

Curiosamente, los años que mayor estabilidad institucional tuvo España, durante los años de la hegemonía incontestable del bipartidismo, fueron los años en los que se larvaron los grandes recortes, retrocesos y privatizaciones de sectores estratégicos que tienen ahora mismo a España, el cuarto país con mayor PIB de la Eurozona, con 12 millones de personas, un tercio de la población española, durmiendo cada noche en el acantilado de la pobreza y la exclusión social.

La estabilidad institucional, de los políticos y de sus partidos no es igual que la estabilidad de un país. Un país sólo es estable cuando está sostenido sobre la justicia social y la igualdad y no sobre el empobrecimiento y la inseguridad vital de un tercio de su población. ¿Estabilidad para quién, Pedro Sánchez?

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