Cuando pensamos en enfermedades emergentes, solemos imaginar virus lejanos, exóticos, propios de selvas remotas o climas tropicales. Sin embargo, en pleno sur de Europa, una amenaza silenciosa se ha ido instalando poco a poco hasta formar parte de nuestro paisaje estival: el Virus del Nilo Occidental (VNO). Andalucía, especialmente, se ha convertido en el escenario principal de esta nueva realidad sanitaria.
Transmitido por mosquitos del género Culex, el VNO circula principalmente entre aves y mosquitos, afectando de forma accidental a humanos y caballos. Aunque la mayoría de los casos pasan desapercibidos, algunos evolucionan a formas neurológicas graves, e incluso mortales.
De brote puntual a presencia constante
En 2020, un brote en Andalucía dejó más de 70 infectados y varias muertes. Desde entonces, el VNO ha dejado de considerarse un incidente aislado para convertirse en una amenaza endémica. En 2024, se registraron más de 150 casos humanos y 20 muertes, cifras que han despertado gran preocupación, especialmente en municipios que sienten no tener capacidad para responder eficazmente.
Hablando con la infectóloga Ana Caro, del Hospital Virgen del Rocío de Sevilla, lo resume así: “Hoy en día, cuando un paciente llega con fiebre en verano, ya no pensamos solo en gripe o gastroenteritis. El virus del Nilo está en nuestro radar clínico”.
Los hospitales de la región han mejorado su capacidad diagnóstica. “Podemos pedir pruebas desde el primer momento, incluso en casos leves”, señala Caro. Pero la vigilancia va mucho más allá del ámbito clínico, ya que los casos que llegan son pocos, aunque la alarma social es cada vez más grande.
Una vigilancia que va del laboratorio al campo
Desde la Estación Biológica de Doñana, el biólogo Jordi Figuerola lidera un equipo que monitoriza mosquitos mediante trampas de CO₂, que simulan la respiración humana o animal y con él también hablé. Las muestras se analizan por PCR en busca del virus. “Este año, hasta junio, ningún lote ha dado positivo, pero todo puede cambiar si las temperaturas aumentan bruscamente”, advierte Figuerola.
Además, se estudian aves muertas, se realizan análisis serológicos a caballos —considerados buenos centinelas epidemiológicos— y se aplica un sistema nacional de notificación de casos humanos desde 2010.
Preparación desigual ante la necesidad de una estrategia supramunicipal
Aunque hay avances, no todos los municipios tienen los mismos recursos. Según Lucía García San Miguel, jefa de zoonosis del Ministerio de Sanidad, “la ley responsabiliza a los ayuntamientos de la salubridad, pero muchos carecen de medios técnicos o presupuestarios para gestionar estas amenazas”. “El virus ya no necesita venir del Congo o Crimea cada año. Ahora tenemos circulación autóctona”, explicó Lucía.
Por ello, cada vez más voces reclaman una estrategia supramunicipal, con apoyo autonómico y estatal. La salud pública no puede depender del código postal.
Hacia un enfoque One Health
La única salida, insisten los expertos, es una visión “Una sola salud” (One Health), que integre salud humana, veterinaria, medioambiental y urbana. Porque lo que ocurre en una charca o en un nido de gorrión puede tener consecuencias directas en un hospital.
“No vamos a eliminar el virus del Nilo, pero sí podemos reducir su impacto”, resume Figuerola. Para ello, necesitamos ciencia, coordinación institucional, planificación territorial y, sobre todo, conciencia ciudadana.
La dimensión ecológica
El virólogo Jordi Serra, de la Universidad de Barcelona, estuvo también en las conversaciones y me comentó que ha demostrado que la circulación silenciosa del VNO no es exclusiva de Andalucía. En Mallorca, su equipo encontró seroconversiones en caballos, indicando que el virus había circulado sin causar enfermedad visible. Y en Túnez, documentaron el ciclo completo entre mosquitos, aves y humanos.
“Estas enfermedades no se pueden entender sin un enfoque ecológico”, afirma Serra. “El virus puede estar presente, aunque no veamos casos clínicos. Lo importante es anticiparnos”.
Un aliado invisible: el cambio climático
El aumento de temperaturas mínimas invernales y los inviernos más húmedos están cambiando las reglas del juego. “El mosquito Culex no se toma vacaciones si hace 20 grados en enero”, ironiza Figuerola. Esta persistencia favorece no solo al VNO, sino también a virus como el dengue o el chikungunya, ya detectados en Europa.
¿Qué podemos hacer?
Desde las autoridades sanitarias, la estrategia se apoya en cuatro pilares:
•Vigilancia animal y humana.
•Gestión del vector, priorizando intervenciones en zonas húmedas.
•Educación y prevención personal.
•Uso de larvicidas biológicos, como Bacillus thuringiensis israelensis (BTI), menos contaminante que la fumigación masiva.
Pero los expertos coinciden en que la clave está también en el entorno.
Más biodiversidad, menos mosquitos
“El problema no es que haya muchos mosquitos, es que hay pocos gorriones”, denuncia Julián Lebrato, profesor de la Universidad de Sevilla con el que estuve. Fumigar indiscriminadamente mata no solo a los vectores, sino también a sus depredadores naturales: aves insectívoras, murciélagos o anfibios.
La alternativa: restaurar los ecosistemas urbanos. En barrios como Torreblanca (Sevilla), una piscina abandonada se ha transformado en un estanque naturalizado con peces, plantas y cajas nido. Resultado: más biodiversidad y menos mosquitos.
Conclusión: más protección ante la convivencia con el riesgo
En 2025, la situación parece bajo control… por ahora. Pero la amenaza es cíclica y latente. Si las temperaturas siguen subiendo, los mosquitos regresarán, y con ellos, el virus.
La lección es clara: no basta con actuar cuando hay brote. La prevención empieza en primavera, en casa, en los humedales, en el respeto por la biodiversidad. Porque el VNO no es solo un problema sanitario: es un síntoma de un ecosistema alterado.




