Vacunas y jóvenes: ¿por qué existe rechazo entre algunos?

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Profesor de la EASP. Médico especialista en Medicina Preventiva y Salud Pública y Doctor en Medicina por la Universidad Autónoma de Barcelona.

Una sanitaria, en un punto de vacunación en Andalucía.
Una sanitaria, en un punto de vacunación en Andalucía. MANU GARCÍA

El efecto secundario en las vacunas es extremadamente infrecuente. Se concentra en los hombres menores de 30 años tras recibir la segunda dosis. El trastorno más observado es la miocarditis, la inflamación del músculo cardiaco, a veces asociada a pericarditis, la inflamación de la membrana que rodea al corazón. Pfizer o Moderna evitan 6 muertes y más de 500 hospitalizaciones por cada millón de vacunados

Además, los beneficios superan claramente los riesgos en el caso de los adolescentes y los veinteañeros. Incluso en los hombres de 12 a 29 años, que son el grupo más afectado por la miocarditis, que solo se produce en unos 43 casos por cada millón de vacunados.

El mayor impacto de la vacunación se observa en los varones mayores de 30 años: por cada millón de vacunados, se evitan 4.600 hospitalizaciones y 700 muertes por covid, con apenas tres o cuatro casos de miocarditis y con buen pronóstico.

También permite evitar las secuelas de la Covid persistente, como la pérdida del olfato y la sensación de falta de aire, y los casos del síndrome inflamatorio sistémico pediátrico, un trastorno grave asociado a la covid en un mínimo porcentaje de los niños.

Otros beneficios de la vacunación de los jóvenes son la posibilidad de retomar con tranquilidad las actividades sociales y el control de las variantes emergentes del coronavirus.

Para mí, hay un factor ligado al covid persistente que se ve cada día más en jóvenes, que también hay que tener en cuenta

Los miedos en tiempos de vacunación necesitan comunicación con emoción. Cuidado con contagiar miedo. Cuidado con no dar herramientas como la comunicación adecuada que utilice la emoción para mejorar la información que pueda tener los jóvenes ante la vacuna. Una manera de reducir dichas preocupaciones es confrontar a los que dudan con los sesgos que pueden estar causando la preocupación. Los sesgos que podemos tener están ligados a aceptar solo la información que cuadra con nuestras creencias a priori; un segundo ligado a que nos creemos que sabemos más sobre un fenómeno que lo que realmente sabemos, o un tercero por el que atribuimos relación causa-efecto a fenómenos que se producen.

Además de ello, podemos observar que alguna gente exige certezas al 100% de ausencia de efectos secundarios, cuando ningún fármaco ofrece certeza absoluta de no tener efectos secundarios. También encontramos a quienes apoyan en parte sus ideas sin mencionar la cantidad de estudios que lo refutan. 

Es verdad que los datos estadísticos sobre efectividad y seguridad tienen poco poder de convicción por su falta de atractivo. Por el contrario, la persuasión requiere que la información se combine con la emoción para que la información llegue por sentirse cercana. También es importante empatizar con historias reales y próximas.

Por último, en esta pandemia todos queremos sentirnos parte de la solución. Para ello necesitamos ideas del tipo que es necesario enfatizar el componente de bien público y también el mensaje de no me vacuno por mí, lo hago por ti y tu familia que las vacunas nos ofrecen. Y eso ayuda a cuál es el comportamiento correcto que debemos seguir. 

Por tanto, es importante que la gente se enorgullezca de haberse vacunado y que incluso pueda presumir de ello: Me he vacunado. Y además, el hecho de que para poder realizar ciertas actividades es necesario estar vacunado, podría tener también un efecto positivo mayor.

La Economía del Comportamiento ya nos ha demostrado que la forma de presentar la información afecta muchísimo a nuestra interpretación de los datos, lo que se conoce como “efecto enfoque”. Para empezar, sesgos de comportamiento conocidos como el de "disponibilidad" o el de "experiencia reciente", describen el que los individuos tendamos a focalizarnos en aquella información que más se enfatiza. Por ello, centrar el foco comunicativo en el riesgo muy extremo de desarrollar un efecto secundario muy poco probable, nos lleva en muchos casos a sobre reaccionar y tener un miedo irracional a algo, sin ponderar adecuadamente ni el beneficio relativo frente a ese riesgo, ni los riesgos de otras medidas alternativas.

Un segundo problema es que la comunicación de riesgos necesita tener más en cuenta las dificultades de la población para entender datos probabilísticos y adaptar su comportamiento en consecuencia.

Uno de estos espeluznantes ejemplos es el caso de la prensa británica informando en los años 90 de que las píldoras anticonceptivas incrementaban en un 100% el riesgo de producir trombos sanguíneos. Si bien esta información era cierta, pues el riesgo de este efecto secundario se doblaba al tomar la píldora anticonceptiva de 1 de cada 7000 casos a 2 de cada 7000, una gran parte de la población focalizaba su atención en ese “100%” y lo interpretaba como que tomando la píldora era seguro que tendrían un trombo, lo que incrementó en 13.000 el número de abortos que se produjeron. Sospechamos que algo parecido está ocurriendo con las vacunas.

El miedo es una emoción de protección y alerta frente al peligro. Es una emoción que nos enseña algo profundo de nosotros mismos y, si sabemos identificarlo, lo podremos vencer y así podremos conocernos más profundamente a nosotros mismos. Porque gran parte de la victoria está en no darle valor a los miedos. El miedo tiene la fuerza que nosotros decidamos darle. Ni más ni menos. Y ahora se le da excesivo valor al miedo.

Sentir miedo es algo normal. Esto se debe a que el cerebro de todos los seres vivos, al encontrarse en situaciones de riesgo, reacciona de manera instantánea en defensa propia. En otras palabras, en situaciones de peligro se activa de manera instintiva un sistema de protección frente a posibles ataques o situaciones que puedan generar algún desequilibrio. El problema es este sintamos ataques o situaciones de peligro que no existen.

La realidad es que el miedo, puede llegar a ser una reacción limitante en nuestra vida diaria, ya que puede bloquearnos hasta el punto de no ser capaces de reaccionar. Y si así ocurre, necesitamos buscar la solución. Además, a veces somos propensos a aumentar el tamaño del miedo cuando no lo bajamos a la realidad. Y en estos momentos se aumenta el tamaño del miedo.

Aunque evitando el miedo solamente lo alimentamos. En nuestra mente nos vamos haciendo más y más pequeños frente a él, que cada vez parece contar con más armas y puntos por donde poder atacarnos. No le demos más poder al miedo que ya tiene. Esto no solo se nota en nuestro grado de temor sino también en el grado en el que condiciona nuestras vidas.

Cada sociedad suele compartir temores que se han heredado por costumbres y hábitos. La información bien contrastada y la comunicación son la clave para superar las fobias colectivas.

Y también el miedo atenaza, bloquea, anula, impacta. Y ante el miedo, sufrimos, huimos, gritamos, nos encerramos, nos aislamos, no preguntamos, no escuchamos, no empatizamos o incluso atacamos.

El miedo no es una reacción única. Es la suma de reacciones. Se podría decir que a la hora de enfrentar una amenaza se activa en un primer momento el instinto de conservación, pero también un proceso mental aprendido que induce a actuar en uno u otro sentido.

Para ganarle al miedo no hay otro camino que afrontarlo, superarlo y obtener así la satisfacción que esto puede aportarnos. Al mismo tiempo, para afrontarlo es bueno descubrir algo más de nosotros mismos, es decir, conocer a través del miedo, el origen del mismo, su significado y la interpretación que hacemos del peligro.

El miedo genera escepticismo. Y es que tenemos miedo a una enfermedad, a la muerte, al dolor, al contagio, a lo desconocido, a lo extraño, a lo diferente, a lo distinto, a lo nuevo, al cambio. Miedo porque nos sentimos vulnerables. Miedo a la incertidumbre. Lo emocional es clave para conseguir el cambio y que el miedo no nos deje paralizados. Mucho por cambiar en la comunicación que recibimos lleno de estadísticas y con pocas historias que llenan de emoción.

En resumen, si focalizamos en los beneficios es mucho mejor que quitar miedos sobre los efectos secundarios: Focalizar la atención en los beneficios de la vacuna covid-19. O dicho de otra forma: Besar aumenta de forma saludable los latidos del corazón, ayuda a disminuir la presión sanguínea y evita los dolores de cabeza. Todos necesitamos besos y Vacuna COVID19 para poder seguir dando besos.

 

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