Sistema Sanitario Público de Andalucía: ¿reforma o refundación?

La sanidad es el servicio público más utilizado y valorado por la ciudadanía y el que consideran que más justifica los impuestos que pagan

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Profesor de la EASP. Médico especialista en Medicina Preventiva y Salud Pública y Doctor en Medicina por la Universidad Autónoma de Barcelona.

Concentración por la sanidad pública.
Concentración por la sanidad pública. MANU GARCÍA

La sanidad pública andaluza está de caos. Sus necesidades de mejora son muy importantes porque tras los últimos años marcados por la crisis 2008/2010 que gestionaron los socialistas a trancas y barrancas, con unos últimos años marcados por las fusiones y desfusiones y la muy mala gestión del gobierno del PP y Moreno Bonilla en estos 3,5 años que ha tirado por los suelos la atención primaria, ha incrementado de forma importante las listas de espera, ha dejado fuera de la atención y el seguimiento a miles de pacientes crónicos y ha marcado un incremento de los conciertos con la sanidad privada, las mejoras necesarias son muy evidentes porque el sistema se está resquebrajando.

Lo dice el prestigioso economista y buen amigo, Vicente Ortún que cuando se incrementa de forma tan importante los recursos hacia la privada, lo que está en juego es el propio estado del bienestar. Y estamos en ello con la política realizada por el PP en Andalucía. Por tanto, se necesita un impulso de lo público, de la sanidad pública y del desarrollo de lo social y sanitario de forma conjunta para afrontar esta necesidad de cambio y mejora. Esperemos que los dirigentes tengan la altura necesaria para ayudar a que ese cambio sea posible, porque quien hace las cosas es fundamental, jugando con la doble partida de estrategia/talento. Cómo dice mi amigo Xavier Marcet, hacer de líder estratégico es saber converger desde el talento divergente.

La sanidad pública en Andalucía ha debido afrontar dos grandes crisis en apenas una década: la llamada gran recesión y estos últimos años, la crisis covid. A ello, le debemos añadir la falta de competencias de los dirigentes actuales de la sanidad andaluza.

Los problemas identificados son varios:

1. Problemas de gobernanza
2. Financiación insuficiente y falta de interés en considerar la eficiencia en el empleo de los recursos disponibles
3. Necesidad de transitar a modelos centrados en la cronicidad
4. Desconexión entre el sistema sanitario y el de atención a la dependencia
5. Atencion primaria, para pasar del olvido y de discursos a los recursos necesarios
6. Insuficientes o inexistentes políticas de Recursos Humanos.

En estos últimos años apenas se ha avanzado en la solución de los problemas identificados. Y eso es un problema añadido a la situación previa. Sin embargo, han surgido tres documentos relevantes que vale la pena analizar mínimamente:

A. El Dictamen de la Comisión para la Reconstrucción Social y Económica

B. La Estrategia España 2050 y

C. El Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia.

La Estrategia 2050
Esta estrategia propone convertir la salud en un eje central de las políticas públicas, en aras de mejorar la resiliencia de la población sobre todo, en edades avanzadas. Para ello, las actuación más relevantes pasan por:

1. La creación de una Estrategia Nacional de Envejecimiento Saludable (fundamentada en el principio de Salud en todas las políticas y con fuerte énfasis en la salud mental y en las enfermedades neurodegenerativas).
2. La creación de una Agencia de Evaluación de Políticas en Salud (“HispaNICE”, un ente que determine si los beneficios sanitarios y sociales de una intervención en salud valen lo que cuestan), de carácter autónoma e independiente. Su finalidad sería la evaluación de aquellas intervenciones con mayor potencial para mejorar la esperanza de vida en buena salud y reducir las desigualdades
3. Medidas dirigidas a apuntalar la solvencia del SNS. Entre ellas se encontraría impulsar cambios institucionales profundos que permitan crear un marco de buen gobierno de la sanidad; transitar de un modelo organizativo sanitario como el actual, muy orientado al tratamiento de eventos agudos, a un modelo más centrado en la cronicidad (reforzando la atención primaria, mejorando la coordinación asistencial y la coordinación entre los servicios sanitarios y los cuidados de larga duración), y garantizar que la financiación pública y la utilización de servicios y prestaciones sanitarias se orienten a una obtención eficiente y equitativa de resultados en salud.
4. La creación de una Agencia Estatal de Salud Pública que trabaje en red con las CCAA y con los centros existentes que conocen e investigan de forma importante en este campo.

Dictamen para la reconstrucción social y económica
El Dictamen para la reconstrucción social y económica se puede considerar una verdadera hoja de ruta para afrontar las reformas que requiere.
Se articula en torno a 10 grandes bloques:

1. Gobernanza
2. Recursos Humanos
3. Atención Primaria
4. Salud Pública
5. I+D+i, fármacos y vacunas
6. Transformación Digital
7. Coordinación de los servicios sanitarios y sociales
8. Política farmacéutica, industria biosanitaria y reserva estratégica
9. Adecuar la financiación sanitaria a las necesidades reales y
10. Modelo de atención sanitaria.

El Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia
Por último, el Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia propone en su la reorientación de las capacidades estratégicas hacia la promoción de la salud, la prevención de la enfermedad y la dependencia, así como el desarrollo de una cartera común de servicios sanitarios, la creación de un Centro Estatal de Salud, que mejore la cogobernanza, la cohesión y la eficiencia y el impulso de la modernización tecnológica, la renovación de equipamientos, la transformación digital y la innovación.

Se precisa una mirada de largo recorrido para conseguir que la salud tenga el peso necesario. La salud es uno de los pilares donde se apoya el bienestar de los individuos y las sociedades. Desde la perspectiva individual, aunque disfrutar de buena salud no es condición suficiente para alcanzar o mantener un alto grado de bienestar, en términos generales, es condición necesaria como lo muestran distintos estudios sobre Salud, felicidad y satisfacción de las personas realizados en los últimos años.

Hay que promover políticas que trasciendan las estrictamente sanitarias y poner el énfasis en iniciativas bajo el marco de Salud en todas las politicas, avanzando en la actuación sobre los determinantes de la salud presentes en ámbitos no sanitarios (educación, vivienda, fiscalidad, mercado de trabajo, medioambiente, políticas de movilidad y de inmigración, entre otras).

La sanidad es el servicio público más utilizado y valorado por la ciudadanía y el que consideran que más justifica los impuestos que pagan. Ahora bien, al mismo tiempo la ciudadanía también manifiesta que es aquel del cual se hace peor uso y el que tiene mayor margen de mejora. Ello es congruente con la identificación de rigideces y problemas de adaptación del sistema a un entorno que ha cambiado sustantivamente, y en el cual la negativa en el pasado a acometer reformas compromete seriamente su capacidad para responder a cambios demográficos, tecnológicos y sociales, en suma, su solvencia en los años próximos.

El concepto de buen gobierno trasciende el cumplimiento de las leyes, obtener buenos resultados, ausencia de corrupción o mala gestión y nepotismo. Además exige que la toma de decisiones responda a un conjunto de reglas consensuadas de participación democrática, transparencia, responsabilidad, rendición de cuentas y obediencia a códigos de conducta.

El punto de partida es considerar que los verdaderos propietarios del sistema sanitario son los y las ciudadanos y ciudadanas. Asimismo, la participación colectiva y ciudadana, como principio básico de la pluralidad democrática, fortalece la aceptación social de la acción de gobierno y promueve la eficiencia de los servicios públicos. También cualquier mejora relevante pasa por contar con la implicación de los principales actores y actrices del sistema: ciudadanía y profesionales. Además, los agentes del sistema deben adoptar primero, y mantener después, procedimientos para que la toma de decisiones a todos los niveles del sistema sanitario esté bien informada y sea transparente y abierta a la consulta y la participación cívica, política y de expertos/as.

Necesitamos apoyarnos en las fortalezas de nuestro sistema, pero también identificar y eliminar bolsas de ineficiencia, aprender de experiencias ajenas aplicándolas con inteligencia en nuestro medio, apelar al liderazgo y compromiso de profesionales sanitarios y favorecer la participación ciudadana, tomar decisiones informadas y justificar las políticas, al tiempo que se cultiva la evaluación de nuestras políticas no como una herramienta relativamente útil, sino como parte del cambio cultural necesario para que nuestro sistema sanitario continúe manteniendo y mejorando el bienestar social.

Se necesitan reformas de profundo calado que precisarían de una visión estratégica compartida y de un esfuerzo mantenido en el tiempo. En el papel de la visión estratégica, se necesita un cambio radical para ver más allá de lo que nos muestra la realidad actual. Cómo dice Marcet, la estrategia son las personas. Además, la estrategia debe funcionar como inspiración latente. Eso implica que la gente tiene que conocer, entender y compartir los valores de la organización. Es evidente que las ideas no andan solas, ya que pueden ser importantes e inspiradoras, pero su impacto depende de quién las ejecuta, de su competencia, de su ética, de su compromiso. Y aquí andamos cortos sin duda. Necesitamos valores y transparencia, como principios rectores de todo este cambio imprescindible.

Una de las necesidades será contar con la financiación adecuada para acometer esa hoja de ruta y dirigir adecuadamente los recursos adicionales a los puntos de cambio y mejora.

Sin embargo, y ante todo, lo fundamental es que exista la convicción y la voluntad de que es necesario afrontar los cambios. Porque una cosa es conocer el camino a seguir y otra, bien diferente, es andar el camino. Necesitamos quienes anden el camino sepan cómo andar y cómo actuar para implicar, para recoger opiniones y para compartir las propuestas. Imprescindible para la ciudadanía.

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