¿Es el turismo (de sol y playa) sinónimo de pobreza?

Sebastián Chilla.

Jerez, 1992. Graduado en Historia por la Universidad de Sevilla. Máster de Profesorado en la Universidad de Granada. Periodista. Cuento historias y junto letras en lavozdelsur.es desde 2015. 

La playa de Las Pileras, en Sanlúcar, en una imagen de archivo.
La playa de Las Pileras, en Sanlúcar, en una imagen de archivo.

El Jerez rural, aquel olvidado, sigue sin hacer acto de presencia pese a poder proporcionar una valiosísima oferta turística.

Tras estos días en los que solo se habla de promoción turística debido a la celebración de FITUR y a colación del revuelo suscitado por el cartel playero hecho para la promoción turística de Jerez, me vienen a la cabeza varias preguntas en torno al sector turístico: ¿Es el turismo una industria como citan con frecuencia los medios convencionales? ¿A qué turismo nos referimos cuando hablamos de turismo? ¿Crea riqueza este turismo?

Para aproximarnos a estas preguntas y a sus posibles respuestas resultan interesantes las aportaciones que hizo en un medio digital Francisco Gregorio López sobre las ciudades turísticas y la situación socioeconómica de los trabajadores del sector turístico. Resulta que ciudades de reconocido prestigio por su oferta de sol y playa como Torrevieja o Benidorm se sitúan entre las poblaciones con menor renta por habitante. Por el contrario, San Cugat del Vallés o Torrejón de Ardoz, importantes centros empresariales, se sitúan a la cabeza. Un dato esclarecedor que poco o nada se aproxima a lo que se dice habitualmente sobre el turismo y su relación con la creación de empleo. ¿Qué tipo de empleo crea este turismo? ¿Por qué, por ejemplo, nunca se hace hincapié en un turismo vinculado al arte, la cultura o a la ecología?

Podemos hablar de turismo o de turismos. Del turismo de hoteles, bares y playas masificadas o del turismo de experiencias con una incidencia real en el tejido socioeconómico del enclave turístico. Jerez puede explotar también ese ámbito ofreciendo un turismo enfocado a lo ecológico -el futuro tiene que ser verde- y a lo ambiental -contamos con un patrimonio natural excelente-. En consonancia con ellos, la ciudad puede explorar vías de encuentro, mejorando y dando a conocer su patrimonio cultural, artístico, histórico y natural en busca de otro turismo. Es posible conjugar la riqueza material y cultural de Jerez -su denostado patrimonio histórico-, sus artes -el flamenco y el caballo- y su riqueza agrícola y enológica -el jerez- con estos elementos, allanando el camino para la creación de empleo de calidad. Sin embargo, se sigue incidiendo en el turismo de sol y playa -con su marcada estacionalidad- hasta el punto de que para promocionar la ciudad se utilizan fotografías a pie de costa en un término municipal -de los más extensos de España- que no tiene salida al mar. El Jerez rural, aquel olvidado, sigue sin hacer acto de presencia pese a poder proporcionar una valiosísima oferta turística.

Se podría decir que este turismo ni crea riqueza ni la busca. Y es el principal problema de Jerez. Una ciudad, cabe recordar, que fue durante el siglo XIX y parte del XX una de las más ricas de España -pese a las grandes desigualdades- gracias a su rico tejido industrial derivado del jerez. ¿Cómo se le va a llamar entonces industria a este turismo? Me temo que si en líneas generales llamar industria al turismo no es adecuado, en el caso de nuestra ciudad llega a ser hasta de mal gusto. Duele reflexionar sobre lo que fuimos y lo que hoy día somos. Mejor hablemos de lo que podemos llegar a ser. La ciudad lo necesita.

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