El centro comercial Luz Shopping en una imagen.
El centro comercial Luz Shopping en una imagen.

No es que nuestros comerciantes no trabajen lo debido, carezcan de visión comercial, estén menos preparados o su plan de marketing sea malo, es que nos vendimos alegremente al mejor postor por un pedazito de pan. 

En los próximos meses se va a producir una preocupante desbandada de los comercios del centro de Jerez. A los casos conocidos del Pull & Bear y Lefties, se les van a unir Punto Roma y parece que un gran supermercado situado en Doña Blanca. También ha cerrado algún pequeño comercio, más humilde, en este comienzo de 2018. Es decir, que el asunto afecta tanto a grandes firmas como a pequeños y medianos autónomos, y de manera indirecta pero relevante, a los consumidores, vecinas y vecinos del centro de la ciudad.

Aunque esta migración de los comercios se haya acentuado durante estos meses, no es un asunto nuevo, el centro lleva sumergido en esta dinámica —la de la sustitución de los comercios más tradicionales por negocios hosteleros o por alquileres vacíos— desde hace más de un lustro.

Algunas personas avisaron, cuando el Ayuntamiento dirigido por Pilar Sánchez (con Pacheco en Urbanismo) malvendieron los terrenos de IKEA (1), y más tarde la firma sueca realquiló (una parte) a Luz Shopping, que las consecuencias iban a ser nefastas para el comercio de la ciudad, no solo del centro. La lógica es muy sencilla: las grandes firmas abandonarían progresivamente el centro en busca de optimizar sus beneficios (y de un alquiler más barato) a un lugar en las afueras de la ciudad, en grandes superficies donde hay carta blanca para la dialéctica competitiva: horarios interminables, precariedad laboral, sueldos bajos, desregularización de las rebajas, fuga de capitales y rivalidad salvaje.

Era una obviedad que el centro de la ciudad iba a sufrir un revés. Máxime cuando el actual equipo de gobierno no sabe bien a qué juega ni lo que quiere. Apenas ha trabajado en potenciar las pymes con algún proyecto de envergadura, no ha posibilitado más aparcamientos (al revés, durante esta legislatura se amplió la ORA, tal y como acordó el PP con la empresa concesionaria), tampoco ha hecho campañas de sensibilización más allá de la foto de turno, y las iniciativas culturales han sido contadas con los dedos de las manos o han llegado de la mano de la oposición. Por el contrario, ha entregado las llaves de la ciudad al turismo y a la hostelería. Mucha foto en Fitur y escaso trabajo de campo, pocas reuniones, insuficiente diálogo, no digamos ya participación. Y así nos ha quedado el centro: cojo, deformado, desasistido.

Pero por mucho que afinase el gobierno, que no lo ha hecho (ni lo hará porque solo queda un año de legislatura), poco se habla del modelo económico, que es la clave. El neoliberalismo que sedujo a media ciudad y todos abrazaron: esa manzana envenenada. Ese mismo que trajo a un gigante empresarial que ha ido devorando, uno a uno, a los comercios tradicionales. Ese mismo que ha repartido empleo precario (se está pagando en Luz Shopping 840 euros por una jornada de 40 horas), que maquilla las cifras del INEM pero aporta poca dignidad laboral. Ese que se lleva los beneficios a Madrid, Suecia e Irlanda. Ese que pasa, cual apisonadora, sobre los sueños de nuestras vecinas y vecinos de montar un pequeño negocio. No es que nuestros comerciantes no trabajen lo debido, carezcan de visión comercial, estén menos preparados o su plan de marketing sea malo, es que nos vendimos alegremente al mejor postor por un pedacito de pan. No es que no tengamos armas para competir, es que estamos recogiendo lo que entonces, hace más o menos una década, sembramos.

No se trata de la actitud, ¡es el capitalismo, estúpidos!

(1). Por error, en una primera edición de esta columna, el autor escribió "Algunas personas avisaron, cuando el Ayuntamiento dirigido por García-Pelayo malvendió los terrenos a Ikea", cuando debía poner lo que aparece ahora escrito.

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