Entreabierto por vacaciones

Los números se disparan sin ningún tipo de pudor ni consideración hacia una clientela de la que solo impera una premisa: desplumarla sin piedad

07 de julio de 2025 a las 09:55h
Una familia disfrutando de sus vacaciones.
Una familia disfrutando de sus vacaciones.

Si hace tan solo siete días hablábamos de todo lo que suponer formar parte de la población activa, una semana después no podemos dejar pasar la oportunidad de mencionar un bien escaso y que, por mor de los tiempos, ha adquirido tintes de “artículo de lujo”. Damas y caballeros, hablamos de las ansiadas vacaciones.

Y es que, en torno a ellas, se ha creado un ecosistema o manual de estilo que, para nada tiene que ver con aquellos destinos que, con muy poco —o bastante menos que ahora—, nos hacían felices en un pasado no muy lejano.

Encontrar una explicación que lo justifique no es tan difícil. Los gustos han cambiado y la propia vida ha cambiado. Antes éramos mucho más partidarios de ir al grano, el Tiro Pichón, por poner un solo ejemplo, era un paraíso de alcance multitudinario. No importaba repetir destino verano tras verano, más bien al contrario; convertíamos aquellas ubicaciones, con su singularidad y sencillez, en verdaderos lugares de culto.

Hoy, repetir es pecado capital. La cultura del postureo dicta las normas. Si el destino no es exótico o no te has entrampado hasta las cejas para pagarlo, eres un triste y un pobretón. Qué más da llevarte el resto del año a base de papas con huevos si has besado tierra balinesa. O si no, haga la prueba, seleccione al azar una red social y verá como cualquier estampa estival tupida de filtros y emojis, viene acompañada de una guerra de guerrillas protagonizada entre los chismosos que ansían plantar sus posaderas en la misma tumbona de la foto, y los lugareños que tratan de espantar el chorreo incesante de turistas.

Llegado el caso, no es de extrañar que la acuciante proporcionalidad entre oferta y demanda. Los números se disparan sin ningún tipo de pudor ni consideración hacia una clientela de la que solo impera una premisa: desplumarla sin piedad. Y los que mueven los hilos del mercado, encantados. Alojamientos completos de un año para otro.

Los datos, demoledores de por sí, unidos a la asfixiante inflación —también demoledora—, han convertido a las vacaciones en un producto cada vez más alejado de la cruda realidad de muchas familias y bolsillos.

Por eso, no es de extrañar que muchas de estas personas opten por un prototipo espartano de vacaciones. El sentido común obliga a agudizar el ingenio y al final se trata de desconectar durante unos días de asueto y descanso.

Atrás quedan aquellos veranos tematizados de Marina D’or o en el mitiquísimo Tívoli. Recuerdos lejanos de una época en la que todo era un poco más accesible. Más de verdad y con menos tontería de la que hay ahora.

A pesar de todo, no sufra querido lector. Remedios, haylos. Cuando termine de leer esta columna, baje al chino de la esquina e invierta un euro en una hucha de latón y empiece a ahorrar. Lo mismo, de aquí al año que viene, le da para una escapadita en condiciones.

No diga que no se lo advertí.

Lo más leído