Un acto de fe: Cádiz

Los que no estamos de acuerdo, los que nos reímos de sus ocurrencias, unos derrotistas perversos a los que es preciso aplastar o expulsar directamente

JOSE PETTENGHI ARTICULO

Biólogo y profesor.

Museo del Carnaval en Cádiz, en una imagen reciente.
Museo del Carnaval en Cádiz, en una imagen reciente.

Al acercarse unas elecciones locales se pone en evidencia que esta es una ciudad rara, que vive instalada en trolas fantasiosas y donde cualquier pamplina es elevada a la categoría de dogma en su versión gadita, es decir, una tradición.

Así, resulta normal que un candidato prometa restablecer la figura de las ninfas de carnaval, sin que nadie se parta de la risa.

¿Hay algo más viejuno que las ninfas?

Otro va y dice que ir contra las tradiciones locales no es de gente de bien. Y digo yo, ¿qué es una tradición gaditana? Tal vez sea repartir medallas de oro a tutiplén. O las bandas de música capillí disfrazadas de infantes de marina austrohúngaros. O quizá salir de octavillita en una comparsa. Esa es la tradición de un Cádiz instalado en la Andalucía moranquista de Juanma, que llegará a creer que Fernando Quiñones era un autor de carnaval.

Otro candidato, el del PP, recurre a otro mito gadita, Teófila, y dice que la política de vivienda durante su mandato fue maravillosa. Le han demostrado, con datos, que no fue ni tan maravillosa ni tan limpia. Se ha liado bastante y ha replicado que, bueno, que lo del Kichi tampoco… Nivelazo.

¿Hay algo más envejecedor que Teófila?

Son mensajes dirigidos a los gaditanos de bien, supongo. Enfrente deben quedar -debemos quedar- los gaditanos de mal. Los que no estamos de acuerdo, los que nos reímos de sus ocurrencias, unos derrotistas perversos a los que es preciso aplastar o expulsar directamente.

Y mientras, Cádiz se vacía debido a enfermedades que nos matan, la vivienda y el trabajo. La una en manos de la codicia y de la especulación más vil, con los pisos para turistas que expulsan a Cádiz de Cádiz. Sin que terminemos de ver el peligro.

En cuanto al trabajo, el acoso laboral, el puesto de trabajo mierdero, precario y mal pagado, que muchos padecen, mientras otros se enriquecen -y aún lloran- con lágrimas de ávida avaricia.

Pronto aquí, sólo jubilatas y turistas paseando entre franquicias, tiendas de souvenirs, y de clavazo en clavazo por los bares de la ciudad.

Este es el pensamiento narcisista al que dirigen su campaña los candidatos de bien.

Ya que Cádiz no existe.

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