El periodista más político de todos es precisamente el que dice no tener ideología y asegura que sólo se rige con criterios profesionales. Los periodistas no somos autómatas, modelamos y narramos modelos de sociedad posibles. Somos seres políticos, en tanto en cuanto que tenemos una mirada que dirigimos a la sociedad. Yo cuando cubro una huelga escribo con la mirada de un niño de una familia sencilla de solemnidad y con el recuerdo puesto en las veces que mi madre me decía que no podía ir de excursión con el colegio porque esa semana no le sobraban 800 pesetas.
Otros compañeros escriben desde sus tacones de hijos e hijas de apellidos largos que lo han tenido fácil por el simple hecho de nacer en una familia acomodada. Muchas mujeres periodistas ejercen el oficio con su identidad feminista por bandera y otros tantos lo hacen desde la identidad LGTB. Lo decente no es ser objetivo, es imposible, sino ser honesto y no engañar a nadie, decir claramente con qué mirada presentas el mundo ante la audiencia o los lectores.
Somos tan políticos que el Periodismo es el único oficio, junto con la Medicina, que tiene una cláusula de conciencia establecida como derecho fundamental, lo que nos otorga el privilegio de negarnos a escribir, narrar o grabar de tal o cual asunto si contradice nuestra ideología, nuestra manera de pensar y analizar el mundo. Me parece muy bien que RTVE sea plural, democrática y que esté liderada por periodistas pero, por favor, que sean periodistas con visión política del mundo.
Periodistas con criterio político, que no de partido. Periodistas y no hacedores de notas de prensa que funcionan sin criterio, a lo que les diga el jefe de turno e incapaces de cuestionar la realidad ni de transformar el mundo en el que vivimos. Los periodistas que sobran en el oficio no son los políticos, los que tienen mirada, sino los que piensan que el éxito es que la Junta de Andalucía- o cualquier otra institución- te otorgue el Premio Andalucía de Periodismo en lugar de recibir las complicidades de las personas que han sido expulsadas del relato informativo a la vez que han sido enviadas a los márgenes de la exclusión social.
Independencia de los partidos políticos, toda la del mundo; imparcialidad, ninguna. Hay que estar del lado de la gente, de la democracia, de los derechos humanos y de quienes no tienen voz, ¿o es que acaso quienes dicen no ser políticos no se tragan las notas de prensa institucionales mientras a una criatura a la que han desahuciado le piden hasta el certificado de empadronamiento para dar crédito a su testimonio?
Hay un ejército de biempensantes que están poniendo el grito en el cielo porque las propuestas del Gobierno para RTVE han sido a periodistas conocidos por haber contribuido a los cambios que se han propiciado en este país en los últimos años. Curiosamente, esos periodistas que ponen el grito en el cielo por la propuesta de PSOE y Podemos son los mismos que han estado todos estos años sujetando la ignominia política que hemos sufrido y sufrimos en estos años en forma de Susana Díaz, Rita Barberá, Mariano Rajoy o tantos y tantos personajes que abochornan a quien tenga la más mínima decencia ética e intelectual.
Son los tibios, los ecuánimes, los de siempre. Ellos no tienen ideología, hacen Física Cuántica. Son los que entre el bien y el mal se sitúan en el medio porque creen que la perfección es la neutralidad. Son los que entre la violencia policial contra Cataluña y el deseo de votar de los catalanes se situaron con el jefe, con las bolas de goma y las patadas a ancianos. Son quienes han reducido el Periodismo a una portavocía de lo que dicen los políticos y los grandes empresarios. "Pablo Iglesias dice, Pedro Sánchez responde y Albert Rivera comenta", esta es toda su aportación al debate político. En el medio no hay nada, ni un análisis, ni una pregunta con intención, ni un artículo que intente situar el debate. En el medio de las comillas está la nada, travestida en muchos casos de una pose erudita que se evapora con el primer viento que pasa. Un océano de conocimiento en una piscina de plástico de profundidad.
Nada se ha escrito de los periodistas ecuánimes, de esa fauna que entrecomilla hasta el respirar para que no le quiten la publicidad institucional del periódico, que han renunciado a hacer periodismo a cambio de vivir cómodamente. Ahora hay unos cuantos figuras en El País que parecen que han militado toda la vida en la Joven Guardia Roja, cuando hace tres meses parecían provenir de Fuerza Nueva. Ha sido cambiar de Gobierno, y de anunciantes, y parecen otros. ¡Criaturitas, qué lástima lo vuestro!
Es legítimo aspirar a vivir bien y ganar 3.500 euros al mes, yo lo deseo todos los meses, pero para eso no se estudia Periodismo. El gran mal del Periodismo no es que haya gente con ideología, con criterio político, es precisamente la ausencia de criterio político y la militancia en la trinchera única, el neoliberalismo que invisibiliza a la gente sencilla y sus problemas, lo que ha matado el Periodismo. Nunca ha habido tanta historias que contar y tan pocos periodistas contándolas. Como poco, creo que sería conveniente que algunos periodistas estupendos diesen menos lecciones de soberbia profesional y se pusieran en manos de un psicoanalista y se miraran lo suyo, para qué han servido, a qué cambios han contribuido, a quiénes han servido.
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