Emérito Augusto

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Periodista, licenciado en Comunicación por la Universidad de Sevilla, experto en Urbanismo en el Instituto de Práctica Empresarial (IPE). Desde 2014 soy socio fundador y director de lavozdelsur.es. Antes en Grupo Joly. Soy miembro de número de la Cátedra de Flamencología; hice la dramaturgia del espectáculo 'Soníos negros', de la Cía. María del Mar Moreno; colaboro en Guía Repsol; y coordino la comunicación de la Asociación de Festivales Flamencos. Primer premio de la XXIV edición del 'Premio de Periodismo Luis Portero', que organiza la Consejería de Salud y Familias de la Junta de Andalucía. Accésit del Premio de Periodismo Social Antonio Ortega. Socio de la Asociación de la Prensa de Cádiz (APC) y de la Federación Española de Periodistas (FAPE).

El juancarlismo, herido de muerte, observaba con inquietud al republicanismo salir del rincón donde se le había castigado, para empezar a crecer con fuerza en la sociedad española bajo el ala de una izquierda ya nada acomplejada.

Mañana se cumplirán tres años ya de la abdicación de Juan Carlos I y la subida de Felipe VI, su hijo, al trono de España. Tres años que parecen haber pasado de un plumazo, como si tan importante evento para la nueva fase democrática de nuestro país, hubiese sucedido hace unos meses… o ayer mismo.

Puede ser que la vorágine política en la que vivimos envueltos nos haga perder la noción del tiempo, pero no podemos olvidar que son muchos los acontecimientos pasados a lo largo de estos escasos tres años, y que pueden marcar el resto del reinado (sea corto o largo) de Felipe de Borbón y Grecia.

Para empezar, seamos sinceros. Seguro que el emérito Rey Juan Carlos I no contemplaba en sus planes hacer un traspaso de poderes como el que hizo. Décadas de reinado en las cuales el juancarlismo fue el único punto en común de muchas opciones políticas de colores dispares, donde la idolatría por el augusto monarca hacían del “rey bonachón” un icono, ya no de la tan cacareada Transición Democrática de España, sino de la democracia mundial en general. Cuántas veces comparábamos nuestra Casa Real con la de otros países y sacábamos pecho, porque los nuestros eran humildes, cercanos, nada díscolos… y todo ese castillo de naipes se vino abajo en apenas un lustro, a golpe de cacería de elefantes, aventuras amorosas filtradas, casos NOOS y otras hierbas…

El juancarlismo, herido de muerte, observaba con inquietud al republicanismo salir del rincón donde se le había castigado, para empezar a crecer con fuerza en la sociedad española bajo el ala de una izquierda ya nada acomplejada.

Y a todo esto Felipe VI (haciendo de tripas corazón) recibía una herencia envenenada, con un país donde las corruptelas llegaban hasta las mismas puertas de la Zarzuela, resquebrajándose sin remedio por el eje catalán y con una ciudadanía hastiada, cansada de la clase política y tomando las calles y plazas.

Quizás “el rey mejor preparado de todos los tiempos” hubiese superado a su padre en longevidad en el cargo. Pero todo augura profundos cambios en la mentalidad española que, lejos de observar la Transición como un acontecimiento modélico, empieza a verle las costuras y los malos remiendos. Y me da la sensación que el propio Felipe, moderno y de cierto talante reformista, se encuentra atado de pies y manos porque sabe que en cuanto abra la mano, se le tomará el brazo y lo echarán a patadas por la ventana.

Así es el español. Hoy eres mi Dios, y mañana eres escoria.

También Anelka estaba destinado a ser el mejor futbolista de todos los tiempos, y ya ven lo que pasó con él…

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