Élites vs. poderes de andar por casa

El adicto al dominio sobre algo o alguien no solo es prisionero de su ambición de dirigir a los demás, sino también de tener subalternos sobre quienes ejercer el mando

05 de mayo de 2025 a las 10:49h
Marionetas.
Marionetas.

La erótica del poder nunca pasa de moda. Manejar los designios de unos y otros capacita la probabilidad de que los ceros de la cuenta bancaria aumenten y sonrían por encima de las propias posibilidades. A todos nos viene a la mente la imagen del feo de manual a bordo de un un bólido ultimísimo modelo, acompañado de una chica despampanante. Ejemplo casposo que nos vale para ilustrarnos en algo tan básico como que, relegarlo todo al poder material convierte a extrañas parejas de baile en la versión actualizada de los amantes de Teruel: tonta ella, tonto él.

Pero, ¿qué diríamos entonces de aquellos que lideran pequeños núcleos de poder? Porque hacer gala de una hipotética superioridad moral y ética por algo así es como abrazar la máxima expresión de un premio de consolación. Un trofeo de pegas para gente con ínfulas de algo más.

A buen seguro, los psicólogos y todos los estudiosos de la mente y el comportamiento humano, podrán verter ríos de tinta al respecto. Uno, que entiende lo justo que da el conocimiento personal y el plus que otorga la necesidad de apoyarme en los que entienden más que yo, puede decir que detrás de esta compleja parafernalia, queda en evidencia la triste ansia de alcanzar un tipo de visibilidad low cost. Ser alguien por un espacio limitado de tiempo y ser consciente de ello. Hay que valer para eso, ¿eh?

Los ejemplos nos rodean hasta completar cotas estratosféricas. Desde presidentes de comunidad a cargos de responsabilidad en cofradías y otros estamentos; siendo la descalificada clase política el prototipo más claro.

Y es que la autoridad sobre algo no es más que la manifestación del afrodisíaco del poder.

El ansia de poder desvirtúa y desnaturaliza las cosas y trae consigo la insana necesidad de apego a mandar, alcanzado trazas enfermizas.

El adicto al dominio sobre algo o alguien no solo es prisionero de su ambición de dirigir a los demás, sino también de tener subalternos sobre quienes ejercer el mando. Por eso, lo peor que le puede pasar a aquellos que tienen aires de amo soberano es carecer de esclavos.

Lo más curioso ―y trágico― que comparten tanto las élites como los pequeños grupos de poder, es que ambos buscaran el acomodo de su respuesta en un mismo escenario. Esto es: cuando las cosas vengan mal dadas, balones fuera y a otra cosa. Y cuando se trate de apuntarse tantos, todos se vanagloriarán. Regla de oro. Y si no, díganme: ¿Han visto pedir perdón a alguien o asumir responsabilidades por el reciente apagón?

Por eso, querido lector, desconfíe de cualquiera de los dos y no se deje seducir por falsos encantadores de serpientes. Que las serpientes, en la mayoría de casos, inoculan veneno, y aquí el que les escribe, no querría nada malo para usted y los suyos.

Gracias por la lectura y que tengan un feliz lunes.

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