El terrorismo como shock

Sebastián Chilla.

Jerez, 1992. Graduado en Historia por la Universidad de Sevilla. Máster de Profesorado en la Universidad de Granada. Periodista. Cuento historias y junto letras en lavozdelsur.es desde 2015. 

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Un día más, a la hora del almuerzo, enciendes la televisión y sirves la mesa. El miedo es el primer plato. El telediario, que gira en torno a un maremágnum de excéntricos sucesos, se pervierte y da lo peor de sí. 

Un día más, a la hora del almuerzo, enciendes la televisión y sirves la mesa. El miedo es el primer plato. El telediario, que gira en torno a un maremágnum de excéntricos sucesos, se pervierte y da lo peor de sí. El sensacionalismo, propio de la sociedad del espectáculo en la que nos encontramos, copa todas y cada una de las noticias. Tu cadena favorita sobreinforma a su antojo buscando, al fin y al cabo y mediante el reduccionismo, la opinión prejuiciosa y generalizadora del espectador. Te quedas con la copla y corres la voz: en tu pueblo, en tu barrio o en tu bloque puede haber un potencial asesino, terrorista, ladrón o un simple desconocido con perversas intenciones. Estás preocupado pero ni siquiera tomas conciencia de ello, lo que no quiere decir que no esté ahí. Intentan que forjes un parecer a la medida de lo que te echen.

En estos días que de nuevo el pánico ha azotado Europa, recordé el libro de la escritora canadiense Naomi Klein, La doctrina del shock, con el subtítulo de “El auge del capitalismo del desastre”. En este trabajo –del que también hay una película documental- Klein repasa la historia mundial del siglo XX desmontando con precisión los cimientos sobre los que se ha erigido el nuevo orden mundial. El neoliberalismo, nacido al calor de la Escuela de Chicago y con Milton Friedman como figura, utilizó, según Klein, la violencia, el terrorismo y el pánico, lo que la autora define como “shock”, para llevar a cabo sus políticas en una época en la que en casi todo el mundo se tomaba como modelo la socialdemocracia y el Estado del bienestar.

Las políticas keynesianas que tanta frustración causaban a la Escuela de Chicago desde pocos años después de la II Guerra Mundial tuvieron su contrapartida en la década de los 70 cuando en la Casa Blanca ya estaba Richard Nixon y, posteriormente, Ronald Reagan. La influencia de las ideas de Friedman a partir de entonces fue mayor, llegando a traspasar las fronteras, como atestiguan los primeros experimentos económicos en la dictadura de Pinochet en Chile, en Indonesia, en Sudáfrica o en el Reino Unido de Margaret Tatcher de la década de los 80. Por otra parte pero con relación a ello, la obra de Klein describe los métodos de tortura sistemática que fueron aplicados por la CIA especialmente durante la década de los 50 y la imitación de estos –si tenemos en cuenta que ejercen como terapia de choque- en otros muchos países a lo largo del siglo XX. Es el caso, por ejemplo, de todas las dictaduras sudamericanas en torno a la Operación Cóndor que financió Estados Unidos durante la década de los 70 y de los 80.

“Sólo una crisis –real o percibida- da lugar a un cambio verdadero. Cuando esa crisis tiene lugar, las acciones que se llevan a cabo dependen de las ideas que flotan en el ambiente. Creo que ésa ha de ser nuestra función básica: desarrollar alternativas a las políticas existentes, para mantenerlas vivas y activas hasta que lo políticamente imposible se vuelve políticamente inevitable"

Milton Friedman

Pero a la violencia, la guerra, el terrorismo de Estado y los intereses geoestratégicos se le suma el poder sobre la psicología de los ciudadanos de todos los países del mundo. La importancia de los medios de comunicación, la publicidad, la moda y el consumismo despiadado en la cultura posmoderna dice mucho al respecto. Que, como dice Friedman, sólo en una “situación de crisis” y a partir de “las ideas que flotan en el ambiente” se puede llevar a cabo un cambio real, propiciado, como el mismo economista neoliberal dice, por un grupo de interesados en este tipo de políticas para que lo “imposible” se vuelva “inevitable”. Y ante ello, cabe preguntarnos, ¿qué situación de crisis estamos viviendo, quién y hacia qué cambio nos dirige?

A ciencia cierta no vamos a encontrar una respuesta, pero sí podemos reflexionar al respecto. Si echamos la vista atrás y observamos los acontecimientos que se están sucediendo a nuestro alrededor, podemos llegar a pensar que nos precipitamos hacia un momento histórico muy singular. La globalización cultural es un paso hacia la implantación del capitalismo feroz en todos los rincones del mundo. Y en ese tránsito, en el que evidentemente nosotros ya estamos perdidos, la comunicación global, la sociedad del espectáculo y el miedo actúan como ejes directores. Paradójicamente, en nombre del liberalismo económico y de la libertad individual, los derechos y libertades civiles corren un gran peligro. La cruzada contra el terrorismo puede ser un pretexto más para desarrollar una serie de “políticas alternativas” que garantizen la continuidad de un sistema que agoniza. El ‘shock’ es parte del plan, y lo tenemos cada día en la sobremesa. En la crisis, real o percibida, estamos inmersos.

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