El periodismo más cercano y el más ninguneado

Las noches sin dormir, las amenazas veladas —y directas— y las interminables jornadas de trabajo son una constante para muchos periodistas locales a los que, desde esta humilde tribuna, merece la pena elogiar por su entrega a la profesión.

Foto Francisco Romero copia

Licenciado en Periodismo por la Universidad de Sevilla. Antes de terminar la carrera, empecé mi trayectoria, primero como becario y luego en plantilla, en Diario de Jerez. Con 25 años participé en la fundación de un periódico, El Independiente de Cádiz, que a pesar de su corta trayectoria obtuvo el Premio Andalucía de Periodismo en 2014 por la gran calidad de su suplemento dominical. Desde 2014 escribo en lavozdelsur.es, un periódico digital andaluz del que formé parte de su fundación, en el que ahora ejerzo de subdirector. En 2019 obtuve una mención especial del Premio Cádiz de Periodismo, y en 2023 un accésit del Premio Nacional de Periodismo Juan Andrés García de la Asociación de la Prensa de Jerez.

Claudia González Romero, Paco Sánchez Múgica y Raúl Solís, periodistas de lavozdelsur.es, en una charla reciente en la Universidad de Sevilla. FOTO: MANU GARCÍA
Claudia González Romero, Paco Sánchez Múgica y Raúl Solís, periodistas de lavozdelsur.es, en una charla reciente en la Universidad de Sevilla. FOTO: MANU GARCÍA

“Tu oportunidad de ser diferente está en la cobertura local; no quiero estar en un negocio en el que cualquiera puede hacer lo mismo que yo con facilidad. Quiero un negocio que los demás no quieran ni intentarlo”. La frase es de William Randolph Hearst III, nieto del magnate del mismo nombre que revolucionó la industria periodística a finales del siglo XIX, recogida en una entrevista que le hace recientemente el diario El País. La importancia que le otorga al periodismo local no es vista así por muchos dentro de una profesión que considera este tipo de periodismo, el más cercano y el que más se pringa, como poco menos que el patito feo de la profesión. He perdido la cuenta de las veces que un periódico, radio o televisión nacional se hace eco de una historia antes contada por medios pequeños, sin hacer mención a la fuente original. Una práctica censurable pero más habitual de lo que parece. Hasta hay quien pide números de teléfono y, prácticamente, la historia en bandeja, con prisas. De todo hay en esta profesión.

Por eso siempre vienen bien iniciativas como el congreso titulado Periodismo local en primera línea, celebrado en Cádiz, impulsado por Google News Initiative y la colaboración de la Asociación de Periodistas de Investigación (API). ¿Por qué no en Cádiz?, se preguntó Michaëla Cancela-Kieffer, periodista de la Agencia France-Presse (AFP) durante más de 20 años, que actualmente forma parte de Google News Lab, un proyecto que busca impulsar proyectos de innovación en redacciones de todo el país. En este caso, enfocado a las más modestas. Las que más sufren la crisis y en la que la precariedad campa a sus anchas, por lo tanto, donde más mérito tiene seguir haciendo periodismo. Unas condiciones, dice el periodista y filólogo Teodoro León Gross durante la primera jornada del congreso, que recuerda a las de los corresponsales desplazados a otros países. No le falta razón.

El paternalismo de quienes llegan desde Madrid o Barcelona —Madriluña, en palabras de León Gross— es otra de las cuestiones que más mosquea a los periodistas de provincias, que no son inferiores, ni mucho menos, por tener audiencias más discretas o redacciones más pequeñas. Aunque a muchos les cueste entenderlo. Por eso es una alegría escuchar al presidente de la Asociación de Periodistas de Investigación, Antonio Rubio, decir que “hacer un periodismo local no significa hacer un periodismo menor”. A veces parece que no es un pensamiento mayoritario en la profesión.

Sin periodistas locales, quién sabe si se habrían conocido historias como el vertido del Prestige, las barbaridades que se producen en las fronteras con Marruecos, los vuelos de la CIA a Mallorca, el narcotráfico en el Campo de Gibraltar o la mafia del ladrillo que campa a sus anchas por nuestras costas, historias de las que se apropian medios nacionales, unas veces en beneficio de la sociedad y de los compañeros que las destaparon, y otras de forma torticera.

Las noches sin dormir, las amenazas veladas —y directas— y las interminables jornadas de trabajo son una constante para muchos periodistas locales a los que, desde esta humilde tribuna, merece la pena elogiar por su entrega a una profesión cada vez más denostada, pero que tiene salvación, como se encarga de recordar Teodoro León Gross con su frase: “El periodismo no está muerto”. Un informe que cita, elaborado por Rasmus Kleis Nielsen y Joy Jenkins para el Instituto Reuters, asegura que "las noticias locales son increíblemente importantes para asegurarse de que las personas estén informadas sobre sus comunidades y estén capacitadas para participar en ellas”.

Además, a las presiones políticas, empresariales y los ataques a la libertad de información —valga como ejemplo el reciente requisado de móviles a periodistas de Mallorca—, hay que sumar la dificultad para sobrevivir en un entorno digital cada vez más hostil y plagado de pseudoperiódicos que contribuyen a una infoxicación que no beneficia a nadie. Bueno sí, a los responsables de estas webs plagadas de noticias falsas que se lucran con los anuncios insertados en ellas. A más noticias falsas, más visitas y, por lo tanto, más ingresos. Es difícil parar esta tendencia, sobre todo cuando España carece de legislación que sancione estas prácticas, como tienen Alemania, Francia o Brasil, siempre caminando sobre la delgada línea que separa la necesidad de aislar el grano de la paja y la libertad de expresión.

El futuro pasa por adaptarse a los nuevos tiempos y aprovecharse de las tecnologías, en lugar de maldecirlas, por repensar el modelo de negocio —implementando, por ejemplo, muros de pago en los digitales, que no serán la panacea pero ayudarán a la sociedad a valorar la información que reciben— y por seguir pateándose las calles, por supuesto. Lo que Silvia Tubio llama el “periodismo de patita”. Por el bien del periodismo, y de la sociedad, más nos valdría que perdurara el espíritu de este congreso.

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