El periodismo de sucesos como medio de desinformación

Sebastián Chilla.

Jerez, 1992. Graduado en Historia por la Universidad de Sevilla. Máster de Profesorado en la Universidad de Granada. Periodista. Cuento historias y junto letras en lavozdelsur.es desde 2015. 

Es mediodía. Una familia española enciende la televisión. El almuerzo está servido. Asesinatos, violaciones, acosos, guerras y corrupción llenan los titulares del telediario.

Es mediodía. Una familia española enciende la televisión. El almuerzo está servido. Asesinatos, violaciones, acosos, guerras y corrupción llenan los titulares del telediario. La lluvia de sucesos es tal que entre ensalada y filete mascamos un trozo de indiferencia, de hipocresía y de morbosidad. Tras varios minutos de frenesí, alguno de los comensales lo acaba diciendo: ¡Cambia el canal! A pesar de los esfuerzos de los redactores del informativo, llega un momento en que lo que debería sorprender llega a aburrir. O no.

¡Stop! Es lo que a algunos nos apetecería gritar durante la grabación de un informativo televisivo. O en la redacción de uno de los grandes periódicos del mercado, colapsado por los titulares sensacionalistas. Un alto en el camino para dejar en el aire una pregunta incómoda que dé lugar a una desagradable reflexión: ¿De qué estáis informando? No es nada nuevo que el periodismo de los grandes grupos mediáticos está claramente influenciado por la oligarquía financiera con el objetivo último de proteger el establishment —qué duda nos cabe—, pero... ¿qué sabemos de las tácticas que emplean para tal fin?

El instrumento que parece ser utilizado con más frecuencia es un “bombardeo” constante de noticias de sucesos sin relación alguna entre sí. Una serie de titulares que se suceden muy rápidamente y que no dan tregua al espectador para analizar el propio hecho en un contexto adecuado. Es una dinámica que se adapta con facilidad a la sociedad del espectáculo y de la inmediatez en la que nos encontramos. La omisión de la información es sustituida por un abrumador exceso de información —por supuesto, sesgada y confusa— produciendo en el espectador, aquel que debería ser receptor de la información, impresiones encontradas.

En contraposición a lo que caracteriza esa tormenta mediática, uno de los secretos del periodismo con tinte social —escrito y no escrito— es un ritmo más pausado que propicia una información en perspectiva. En esa tarea, nadando contracorriente, se encuentran numerosos medios de comunicación alternativos. Su mayor problema, junto a la financiación y la competencia con los grandes, es el propio pulso que le echan a la dinámica de la sociedad. La velocidad juega en su contra y si se despistan incluso ellos mismos pueden llegar a caer. Que corramos allá donde vayamos encaja mucho con el consumismo, la perversión de las ideas, los prejuicios, las generalizaciones y, al fin y al cabo, el mero sensacionalismo. Cualquier análisis profundo de la realidad hoy no es noticia.

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