Siempre he querido hacerme con unos de esos mojones kilométricos que, únicamente en los casos más afortunados, consiguen asomar parte de su cabeza despintada tras los alambres de una cuneta llena de matojos y de basura. Es la más extraña de mis fijaciones, desde crío, pero al final desisto en el intento porque, aunque a simple vista parezcan espinas huecas de peces prehistóricos, cuando me acerco a uno de ellos e intento ponerlo de pie resulta toda una obra imposible ya que, estén mutilados o enteros como el hombre los trajo al mundo, pesan tanto como todas las vidas que han visto pasar en silencio desde su preciso lugar en el mundo..., un lugar tan señalado y visible en sus tripas de piedra y cal que los hace inútiles en otra parte de la tierra.

Pero no me importa ya que mi sueño, como decía, ha sido siempre el de hacerme con uno y plantarlo en mitad de mi salón, restaurar su testa malherida con pintura cara, recobrar su mágico número ya borroso por la lluvia y usarlo para lanzar mis viajes imposibles e imaginarios porque sé que mi vida -ésta como la tuya que anda sujeta a las más absurdas de las situaciones- no me alcanzará para cubrir todo este planeta; porque sé de sobra, también, que tampoco querría acabármelo del todo porque no hay nada más que yo tema en este mundo que dejar por finiquitado el milagroso acto del descubrimiento.

Pero sí..., a mi mojón kilométrico lo usaría como mesa donde posar dos copas de vino que hablen de un viaje hacia ninguna parte y sin fin; como escritorio donde apoyar el cuaderno que uso para anotar todos aquellos rayos que no cesan; como plataforma de lanzamiento espacial para mi hijo -o los tuyos- que deberán ser héroes en esta tierra sin salida y sin retorno...

Será esta noche. Esta madrugada -definitivamente y si el miedo a lo desconocido no me acompaña- saldré en busca de uno de esos moáis generosos que nunca nos han dado la espalda; rescataré para mí uno de esos titanes de hormigón barato que nos recuerdan que todavía estamos libres y a salvo de la penosa condena que los mantiene y mantendrá, por los siglos de los siglos, tirados y olvidados para siempre en la misma cuneta.

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