Una zona degradada del Polígono Sur, en Sevilla, en días pasados. FOTO: JOSÉ LUIS TIRADO
Una zona degradada del Polígono Sur, en Sevilla, en días pasados. FOTO: JOSÉ LUIS TIRADO

Ya veréis cómo una persona que cobra 1.200 euros con dos pagas dobles y un mes de vacaciones deja su trabajo para hacer el vago con poco más de 400 euros que no dan para vivir como vivía, tener el mismo ocio y quedar expuesto a las críticas de gente súper emprendedora. Ya veréis cómo los médicos, barrenderos, asesores fiscales y carpinteros dejan su bonito oficio para quedarse en casa señalados por indeseables que quieren contratarlos por 40 euros al día echando diez horas.

Ya veréis, porque como un piso en una barrada obrera vale ya 400 euros alquilarlo y el banco no concede hipotecas, ya veréis cómo abandonan sus maravillosos puestos de trabajo para vivir esa maravillosa vida que les espera no haciendo nada. Porque son unos comunistas que chupan del Estado. Ya veréis como con eso, sólo con la ayuda que da para comer, sin poder disfrutar de ir a un bar, al cine, tener una biblioteca, ir a la playa, un buen ordenador o tener la zona de confort que todo ser humano merece, no quieren salir de esa situación sólo por pereza y sus malas artes. Porque la gente es mala, pecaminosa, corrupta y dada al engaño. Esos malditos pobres que lo son porque de generación en generación se han encargado de vivir mal a propósito.

Porque no tiene nada que ver que un niño se crie en condiciones óptimas y herramientas que lo ayuden, eso no tiene nada que ver para que el camino del triunfo sea más fácil, eso es lo que piensas. Tú que garantizas que incluso en el desierto, en la absoluta soledad y con tus manos, si se quiere, y con energía se puede llegar a ser el amo de los hombres. Ya verás como abandonan su dignidad y regresan a no saber cómo se empieza el día. Volviendo a esos barrios donde todos quieren despegar pero donde nunca hay un avión disponible. Y de nuevo el miedo, la ira, la maldad y un sentido de lo humano donde todos nacemos infectados e inoculados con el virus de la mosca detrás de la oreja y el engaño.

Y empiezas a hablar de que no quieres limosnas para nadie mientras ves como desde la economía que odia a los pobres, salvo para que entreguen sus espinas dorsales, esa que tanto amas porque ensalza a los más fuertes y dedicados, a los más rectos y disciplinados siempre salva a los que más tienen hablando de cifras, sistema, globalidad y de finanzas. Pero te olvidas de los olvidados. Y te da igual que se regale el dinero a empresas que quiebran con un gran capital, que han recibido tu dinero, el de tus impuestos cuando piden su rescate, y luego se piran al tercer mundo para que esos vagos indecentes de allí incrementen su capital. Eso lo obvias, en nombre de la libertad de los mercados. Y todos esos trabajadores que han dado durante décadas su sudor y el patrimonio a la empresa, en cinco minutos son ya para ti vagos.

Pero el desempleo se acaba, porque algunos tienen mas de cincuenta años y porque poder competir en un mundo donde gente como tú saborea el imperio de los más crueles se ha impuesto. Y les recriminarás que pidan esa paguita, como dices, porque tú estás bien colocado y no quieres ayudar. Pero el círculo se estrecha, como cuando entra el gua por una grieta en un barco, y empiezas a notar el líquido sobre tus pies. Y entonces casi sin darte cuenta tu empresa te dice que ya no eres competitivo. Y ves como te quitan el piso con cien policías en la puerta. Ves que pagar luz y agua se te antoja imposible, que el fútbol, Netflix y la gasolina de tu coche ya son un lujo. Y sentado, viendo como tú, el intocable que odiabas a los pobres por vagos, sabiondos y conocedores de las leyes para dar macabros saltos en la búsquedas de dinero público, ya eres uno de ellos. Y levantas la cabeza y quizás, sólo quizás, te das cuenta que nunca, jamás fuiste uno de los que mandan en el mundo y que tu odio solo era miedo, ignorancia y por qué no decirlo: maldad.

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