Un fotograma de 'Hannah y sus hermanas'.
Un fotograma de 'Hannah y sus hermanas'.

No hay mayor desazón y posiblemente nada que cree mayor frustración que la de ser consciente de saber disfrutar los placeres del mundo y no poder tener acceso a ellos por falta de dinero. Gracias a Dios, todos, salvo minorías, tenemos acceso a una banda ancha o una fibra óptica en condiciones para poder tener en el teléfono toda la cultura del mundo. Pero a su vez es frustrante. Puedes escuchar a Bach, pero no puedes hacerlo en un concierto en Berlín una vez por semana, puedes ver los cuadros de Monet en tu móvil, pero no admirarlos en el museo francés.

Me dirán que soy un insaciable y un ingrato y que hace tan solo treinta años estábamos en la inaccesibilidad total salvo para una minoría muy exclusiva. Pero, aun así, esa amarga sensación existe y a mí me persigue. La seguridad aplastante de pertenecer a una clase social media baja sabiendo que podrías desenvolverte en el ocio y en los ritos maravillosos de un millonario es una sensación agridulce. Y no es una obsesión hortera por querer aparentar, sino de ser un sufridor por no deleitarse en lo que realmente merecemos y nos ofrecen por televisión. Pero no todos cabremos, en breve, en Venecia, ni tendremos jamás sobremesas con Almudena Grandes tomando un buen vino.

A estas alturas no me interesa una izquierda acomplejada que deteste la belleza y el sumo placer que pueden dar algunas cosas tangibles o será que no soy tan de izquierdas. El placer por el deseo de lo extraordinario y exclusivo me quita el sueño. Pero evidentemente si estuviera al alcance de todos dejaría de tener esa magia y esa adicción que hace que el personal, algunos más que otros, trabajen cinco días a la semana más de cuarenta horas, todo sin garantizarles la salida de la pobreza. Dicen que tardamos varias generaciones, en una trayectoria óptima, en salir de ella.

En uno de mis intentos por transportar mi alma al mundo que creo merecer y que merecemos todos hace unos días vi Hannah y sus hermanas de Woody Allen y de nuevo desatiné. La catalogaría como otro guion white people problems donde absolutamente todos sus personajes reflejan una esquizofrenia posmoderna curiosamente rebozada de una exquisita cultura. Una maravilla hecha de arriba hacia abajo.

Es alarmante como el centro cultural del mundo o uno de los más importantes, la isla de Manhattan, sea el caldo de cultivo perfecto para que la gente de grandes ingresos sea amargada, egoísta y con un regusto por lo anti pragmático. La película es una intentona clara por diseccionar, como una novela rusa, el alma del ser humano y añadiría que cuando éste alcanza su mayor grado en opulencia, conocimiento y acceso a los placeres intangibles y tangibles es cuando logra su soberbia más titánica y tiránica.

La sensación al ver y terminar la película fue agridulce, dolorosa y por eso creo que es magnífica, como mis deseos insistentes en el placer. Pero uno sin remedio vuelve a sus lugares comunes y reflexiona: por un lado está la frustración por no pertenecer a esa élite de gilipollas, en una especie de reivindicación absurda. Demandando el cuándo me tocará a mí o por qué no tengo los problemas estúpidos que tienen ellos. En una revolución de justicia social. Y por otro, y aquí se me desmonta mi artículo y mis sueños, tras el chute de irrealidad con que nos bombardean constantemente, al abrazar la clase media baja a la que pertenezco que pulula y me reconozco en las venas.

Doy las gracias por no convertirme en algo que la sociedad capitalista ha creado y se refleja en nuestras tortuosas vidas. Allen consigue con esta película que sientas lastima, envidia, gozo, vergüenza ajena y solidaridad con tus deseos y con los personajes, como me pasa cuando enciendo el Google, pero aliviado por no ser uno de ellos. Todo eso escrito con una maestría y un humor que deberían ser obligatorios. Por eso me pregunto si todos merecemos ser un imbécil de esos que salen en sus películas que invitan a que veas en qué podemos convertirnos con la opulencia.

Ya no lo tengo tan claro como al principio: el dinero, las tentaciones, la dualidad, lo que pensamos y lo que hacemos, las contradicciones y las reflexiones a tumba abierta en la ausencia de problemas irreales... damas y caballeros: un film y unos placeres, la vida, que vistos desde posiciones de precariedad o ausencia de dinero pueden desagradar y despertar malas ideas. Sin lugar a dudas estamos atados a las consecuencias del placer.

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