Un padre con su hijo en una imagen de archivo.
Un padre con su hijo en una imagen de archivo.

Es curioso que ciudadanos que no ven en la dictadura militar fascista de cuarenta años adoctrinamiento, falta de libertad y de paz, se rasguen las vestiduras con que un gobierno eduque a una sociedad para que nadie, por su identidad sexual, se vea diferente. Es penoso porque siempre son los mismos, les sale la vena patriótica casposa y utilizan el bálsamo del olvido. "A mi hijo la izquierda no tiene, o no debe decirle como"...dicen. El pin de Murcia y andaluz, por cierto, esa atrocidad, no es más que otro boicot al progreso. Evidentemente a estos retrógrados solo les dolería la cuestión cuando sufran en sus carnes cualquier ataque en la escuela a su hijo homosexual, porque, además, en su subconsciente lo ven como algo anómalo, pero ya el problemita está en casa. En ese caso, como en el de los derechos humanos, la sanidad, educación, convenios laborales etc, entonces sí se vuelven animales políticos y con conciencia común, aunque, a decir verdad, también suelen ser, casi siempre, esquiroles defendiendo su derecho a trabajar un día de huelga.

Porque solo reivindican de una manera individual y visceral, cuando la suerte o el destino les joden, o parasitado al que le echa huevos.

Adoctrinar era el crucifijo por cojones, la mujer en casa, no poder abortar o no divorciarse porque lo decía el más que posible pederasta en el púlpito de la iglesia. Sin darse cuenta que los ricos estaban al margen de toda reprimenda moral porque todo se soluciona con dinero. Es evidente que los niños deben ser también educados por sus padres, pero cuando pienso en más de una pareja me pregunto quién los educó a ellos y en nombre de qué tipo de libertad o miedo. La libertad conlleva esfuerzos y un empleo de horas y de estudio. Si vetas al Estado la posibilidad de sensibilizarnos con el que, por desgracia, todavía es diferente o recibir una educación sexual sana y ajena al oscurantismo más medieval, no seremos menos violentos ante lo desconocido. Dominaremos las emociones por haberlas domado con la racionalidad que da la bondad y en que todos tenemos los mismos derechos y obligaciones, en ese consenso, se haga el amor con quien se haga. Curioso concepto el de la palabra doctrina. Coincide también toda esta sustancia tóxica en su visión económica. En nombre del "libre mercado", "libertad de movimientos", ese "liberalismo" que solo consigue, de una forma muy paternalista, por cierto, mantener a las élites.

Mientras, ninguno, cínicamente, renunciará a la subida de un salario mínimo o una pensión, por muy poco que sea. Para poner la mano todos son rápidos, como una víbora de cascabel, y defienden más a la caridad de su amado Don Amancio que a los impuestos progresivos socialistas que sacó de guardar cochinos a sus abuelos. No disfrutan de la posibilidad de ser actores que transformen la sociedad sino con el boicot constante y la mala leche. Para luego recoger los frutos. Los metía en una isla con una moral victoriana donde, creo, disfrutarían siendo serviles y disfrutando de las jerarquías que le impone su amo. Son como ese negro doméstico de la película de Tarantino, D' jango, que para dormir dentro de la casa del blanco humillaba a su raza, entre gracias y lamidas de culo a su dueño. La alienación existe y las épocas de transición serán duras. Porque España tiene a varias generaciones traumatizadas que transmiten esos traumas a sus hijos. Esos del servilismo, individualismo, miedo al vecino, a lo diferente y a la palabra "libertad". Queda mucho por hacer. La ultra derecha es la tercera fuerza política en España, proveniente del PP, quizás porque es un colchón de plumas muy confortable para los traumatizados, falta de luces y los que solo ponen la mano mientras que, con su silencio y omisión, cortan la otra extremidad a quien solo quiere ser feliz e igual.

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