Imagen de un pasado mitin de VOX. FOTO: VOX
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Deberíamos existir sin miedo como si tuviéramos cien millones de euros en el banco pero es difícil. Sin humillar a nadie ni creernos mejor. Lo que no soportan es la capacidad de ser libertario y estar ajenos o atentos a los servilismos. Quien siendo pobre es rico de espíritu, no en el ansia de ser más que nadie sino en no aceptar jerarquías es libre. La libertad se lleva en la cabeza pero estamos tan castrados, asustados y asumimos posturas tan serviles que no le perdonamos la constante lucha ni el discurso libertario ni mucho menos el activismo, el de verdad y no el de las banderas, en la calle a nadie. Confundirán todo eso con que eres un intolerante, si lo llevas a la práctica, radical y que excluyes a tus amigos por temas políticos pero te tiene que dar igual. Allá ellos con sus complejos y traumas, no pierdas el tiempo con alguien que abraza el miedo por su ignorancia. Con ese extraño sentido de lo que es productivo. Llevamos en la genética miles de años de esclavitud pero no queremos remediarlo. Y por eso odiamos a los libertarios. Les tenemos miedo.

En esta España tan polarizada, cosa que no es una moda, revisen el S XIX y podrán comprobar que se ha pasado siempre de restauraciones conservadoras y monárquicas a periodos breves de intentonas libertarias y viceversa, pero la cuestión más progresista siempre ha durado menos que una pompa de jabón. Y todo eso ha forjado nuestro país y nuestras entendederas en una especie de destino ineludible e incuestionable como si la Década ominosa siempre estuviera a la vuelta de la esquina. Contextualizando, en cada uno de los periodos podríamos acercarnos al liberalismo de Cádiz, por ejemplo, sin ser la panacea, al trienio liberal, las distintas repúblicas ferozmente desmontadas por los que tienen el dinero y contaban con el respaldo de las armas y la ayuda del cura. Este último sustituido, en estos momentos, por ciertas doctrinas del Shock en occidente, desde los medios controlados por las grandes empresas, quien por nuestra seguridad nos aconsejan siempre que tengamos miedo, ahí está la nueva religión. Salvo en los países del tercer mundo o en vías de desarrollo como Brasil o Bolivia que están volviendo a recurrir a la religión Evangélica como forma de revertir el progreso en una especie de vuelta a la Edad Media.

Grandes multinacionales punteras y países como EEUU, en la vanguardia tecnológica, utilizando a la religión más literal y menos interpretativa de la Biblia para imponer gobiernos títeres y colonizarlos. Cada vez se emplean menos tanques y ofensivas: el fanatismo, el populismo y el miedo les hacen la función.

La palabra libertad no puede ejercerse sin conocimiento y debemos saber que cada situación, en una alta probabilidad, ya ha sido testada por la historia. Tenemos que saber qué hay detrás del miedo y de la libertad. Y qué desencadena los actos de ira, frustración y asimilación de los traumas de los individuos. En definitiva, las grandes armas utilizadas por los tiranos para controlar a las masas son el miedo y la eterna lucha para que los pobres del  mundo no observen sistemas alternativos de gobierno y educativos más proporcionados. Esta semana pasada hemos asistido con estupor como desde el miedo y la utilización de la palabra libertad, de nuevo, dando terror, en nombre del individualismo más sectario echaban a las redes sociales en manada a los más asustados a despotricar en contra de las prácticas diabólicas o talleres de lujuria y desenfreno y torturas del medievo a familias de bien que desde la escuela pública, cual castillo del conde Drácula, pretenden implantar los del gobierno estalinista.

El miedo, de nuevo el miedo a lo desconocido y al cambio. Pero, ¿ quién se resiste a no tener miedo ? Tener miedo es un bálsamo perfecto para no indagar, no estudiar o no querer repartir, tener miedo garantiza que se establezcan posturas conservadoras donde puedes decir frases como cierra la puerta que aquí no cabemos o cualquier cambio es para peor. Tres comidas al día, un ocio estupendo audiovisual en forma de series, cine e Internet, unas redes sociales donde parecer felices y externalizar nuestro cuerpo en una transmutación a la carta para tener seguidores, espiar, obviar, silenciarnos, crear, tener un club de fans pero sin dejar de tener miedo. El miedo es algo primitivo pero ha dejado a más genios en la cuneta que el hambre. No hay progreso sin osadía y sin mirar de frente al miedo, ese que ha permitido que en todas las etapas de la historia, ya sea con taparrabos, en la invasiones bárbaras, en las civilizaciones del Tigris o en este posmodernismo de horteras y de reivindicaciones aburguesadas siempre los malos triunfen a través del miedo.

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