8M en Sevilla. FOTO: NALE ONTIVEROS
8M en Sevilla. FOTO: NALE ONTIVEROS

El 8M del 2019 fue una fiesta morada. Las previsiones más optimistas se toparon con una realidad aún mejor. España es un país que muestra la fuerza de sus convicciones pro feministas en las calles. Y los sindicatos mayoritarios, CCOO y UGT cifran el seguimiento de los paros convocados de 2 horas, en seis millones, mientras el sindicato CGT y CNT, que habían solicitado la huelga de 24 horas, aún no han ofrecido las cifras del seguimiento. Por su parte, en la Administración General del Estado se estima que el seguimiento haya estado en torno al 6%. Es decir, sea cual sea el barómetro elegido, el éxito de esta nueva convocatoria supera, e incluso dobla, las cifras del pasado 8 de Marzo del 2018.

También hay una guerra de cifras en torno al cómputo de manifestantes en las diferentes convocatorias en el Estado español. Por ejemplo, en Sevilla el Ayuntamiento recoge la cifra de 130.000 asistentes, mientras la Policía local habla de 50.000. Sea como fuere, se ha multiplicado la asistencia del año pasado. Y eso muestra una fuerza del movimiento feminista, aglutinador. En un momento en que la derecha se ha vuelto aún más hostil con las mujeres, la respuesta es ensordecedora, y nos ha dejado imágenes de la fuerza de las mujeres cuando se unen para reivindicar sus derechos, que no son más que los derechos que ya ostentan los hombres, solo por el mero hecho de serlo.

No obstante, muchas mujeres que hubieran querido estar, no han podido hacerlo. Para escribir este artículo, pedí por Facebook a mis contactos qué problemas tendrían para poder asistir o no a las concentraciones y manifestaciones de este 8M. Las respuestas no se han hecho esperar, y voy a recoger, a groso modo, las que me fueron dando.

Una de ellas, la más frecuente, era el tema de los cuidados. Si Fani, la mujer que cuida de mi madre, aquejada de Alzheimer, hubiera querido hacer huelga, o asistir a la manifestación, yo tendría que haberla sustituido, por lo que una de las dos no iba a poder hacer huelga ni manifestarse. Así, para yo haber podido disfrutar de la oleada de energía renovadora feminista, alguien tuvo que quedarse a su cuidado. Algunas de mis amigas jóvenes me comentaron la imposibilidad de hacer huelga, debido a sus obligaciones para con sus hijos pequeños. Solo dejando el cuidado en manos de otros familiares, podrían haber hecho esa huelga. Ayer, como el resto del año, las mujeres soportaron la carga del cuidado en un mayor número que los hombres. Y eso es una realidad que no podemos, ni debemos, obviar. Ellas son mujeres que nos faltaron.

Otra amiga me comentó el problema que ha tenido recientemente. Ella es actriz, y mayor de 35 años. El teatro y el cine son crueles con las mujeres. De las pantallas desaparecen, como por arte de magia, las mujeres protagonistas. Las actrices que no son muy conocidas, pero sí buenas actrices, se las ven y se las desean para coger un papel protagonista en alguna película. El hecho de que solo un 7% de los directores de películas sean mujeres, unido al hecho de que los guionistas no cuentan muchas historias de mujeres, relegando sus papeles a secundarios y accesorios, dificulta que las mujeres, al cumplir cierta edad, puedan ser protagonistas. Bueno, mi amiga me comentó que hace poco tuvo que dejar la obra que co protagonizaba con otros compañeros. Resulta que a ella le pagaban menos por el mismo tiempo en escena, el mismo peso en la historia, el mismo esfuerzo actoral.

Pidió la igualdad en el salario, a lo que el director de la compañía se negó. Ni sus compañeros la apoyaron, como en otros casos más mediáticos, ni cedieron los empresarios. Por lo tanto, después de varios años representando la obra en los teatros, mi amiga se despidió. Cuando lo hizo, el director le apostilló que tenía que estarle agradecida por haberle contratado y mantenido, porque con su edad ya resultaba vieja. Y es curioso, porque sus compañeros varones tienen la misma edad, cobran más y no tienen que sentirse agradecidos por sus papeles en la obra. Solo por el hecho de ser hombres.

Desde el pasado 8M se han producido muchos cambios en España. Mientras la corriente feminista crecía y crecía, la derecha más rancia copa los medios de comunicación, cómplices de sus mentiras. La voz de los machistas tiene un eco amplificado, llegando a naturalizar posturas totalmente patriarcales, donde las mentiras marchan juntas con las medias verdades. La irrupción en la escena política de partidos que defienden la hegemonía machista ha obligado a los otros dos partidos de la derecha a girar sus discursos hacia posturas que, tan solo hace unos meses, nos parecerían intolerables.

Se ha producido un extraño fenómeno, casi paranormal. Algunos dirigentes han sacado la bandera del feminismo, defendiendo lo que han tenido a bien llamar feminismo liberal. ¡Lo que faltaba! Un neologismo sacado de la chistera de algún prestidigitador, que quiere que confundamos ilusión con ilusionismo. Porque el feminismo es una teoría filosófica que comenzó en el siglo XVII, cuyo objeto de estudio fue la discriminación de las mujeres. Desde entonces, muchas han sido las pensadoras que han reflexionado y teorizado sobre el papel de las mujeres en las diferentes sociedades a lo largo de la historia. Y, de pronto, nos viene el Señor Rivera a contarnos lo que es el feminismo liberal, queriendo hacernos creer que es el verdadero feminismo, cuando lo que han inventado es el femicinismo.

Feminismo solo hay uno, y es la lucha por la igualdad real entre hombres y mujeres. Luchar contra todo aquello que provoque una subordominación, en palabras de Octavio Salazar, de las mujeres. Así, no todo lo que se diga feminismo puede ser considerado feminismo. Por eso, desde el principio del movimiento feminista, la lucha por la igualdad ha recabado en actuaciones directas contra los sistemas de dominación masculina. Y este 8M los lemas que encabezaban las manifestaciones han sido unánimes, porque la lucha es unánime, a pesar de los muchos caballos de Troya que el sistema neoliberal y capitalista viene introduciendo en este movimiento.

Lamento informarles de que el movimiento feminista no está dividido. Como cualquier movimiento vivo, tiene discrepancias entre sus miembros. Es un movimiento que acoge las diferencias, que debate las cuestiones que pudieran separarnos. Y eso consigue que el movimiento, que lucha por los derechos de la mitad de la población, crezca cada día. Llegará el momento en que lo conseguiremos, y no hará falta seguir manifestándose. Pero, mientras estos cuervos negros acechen sobre nuestros derechos y usen a las mujeres como campo de batalla para ganar elecciones, seguiremos sumando, seguiremos luchando. Ya solo nos falta que esta fuerza violeta se traduzca en urnas llenas de morado.

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