Mientras Emilio salía corriendo de su casa, tras despertarlo a gritos una vecina, para ponerse a salvo de las llamas. O mientras Benjamín y su familia, con sus cuatro hijos, anduvieron por la playa como pudieron —carritos de bebé incluidos— para buscar un lugar seguro. O cuando José Luis temía que las llamas llegaran a su vivienda, cercana al Hotel Meliá de Atlanterra, donde este lunes se ha desatado un incendio forestal de dimensiones aún por calcular.
Mientras ocurría todo eso, y muchas historias más de 2.000 vecinos y veraneantes que fueron desalojados de las urbanizaciones de la Sierra de la Plata, y huéspedes de distintos hoteles, el ministro Óscar Puente estaba bromeando. Utilizando esta tragedia —solo medioambiental, afortunadamente no hay que lamentar víctimas mortales— para atizar a un rival político.
Porque sí, el presidente de Castilla y León, Alfonso Fernández Mañueco, estaba de vacaciones en la provincia de Cádiz —como bien se ha encargado de recalcar Puente— mientras su comunidad —y la del ministro— ardía, y él no estaba al frente del dispositivo de emergencias. Ha tardado demasiados días en volver y es legítima la crítica política, pero no así.
No es entendible que el ministro de Transportes y Movilidad Urbana, habitual hooligan en redes sociales —especialmente en X, la antigua Twitter—, banalice las dificultades por la que pasaron quienes vivieron de cerca el grave incendio de Atlanterra, solo para cobrarse antiguas deudas. Porque a Puente también le recriminaron en su día algo similar. Incluso sufrió fake news, asegurando que estaba en tal o cual destino vacacional mientras se producía el enésimo caos ferroviario.
Pero nada de ello justifica sus mensajes de este lunes. "¿Te ha contado qué tal el tiempo en Cádiz? En CyL está calentita la cosa", le dice a Alberto Núñez Feijóo, líder del PP, en X. Y sobre el incendio en Atlanterra: "Este a Mañueco le pilla más cerca que los de CyL. Igual puede echarla una mano a Juanma (Moreno)".
Su respuesta, lejos de disculparse y tras borrar los tuits iniciales, tampoco estuvo a la altura del cargo que representa, volviendo a atizar a Mañueco y a su consejero de Medio Ambiente, Juan Carlos Suárez-Quiñones: "No hay desgracia que no les pille de farra. Y eso no es lo grave. Lo grave es que cinco días después de que empezasen los incendios y cuatro días convocándose el Cecopi, uno no ha vuelto de Cádiz y el otro se va a Gijón a comer. Ese es el drama, no un tuit ni doscientos. ¡Sinvergüenzas!".
Mención aparte merece Feijóo, quien le recrimina a Pedro Sánchez que "si un ministro de mi Gobierno bromeara con el sufrimiento de un pueblo asediado por las llamas sería cesado de manera inmediata". Puente le contesta que "si un presidente autonómico de mi partido estuviera de farra mientras el pueblo se ahoga, o mientras su territorio se quema, sería cesado de manera automática". Y ahí lleva razón. Ahí sigue Carlos Mazón. Pero ese es otro debate.
El que nos ocupa, e indigna —incluso entre las filas socialistas, aunque no se exprese públicamente—, es la banalización de la tragedia. Su utilización para la política del todo vale, mientras miles de vecinos siguen con el susto en el cuerpo. Mientras efectivos de emergencias trabajan, sin descanso, para controlar el fuego y que no llegue a las casas ni hoteles. Para que no vaya a más.
No, señor ministro. No todo vale. Con asuntos así no se pueden cobrar facturas pendientes. Así no. Más le vale recuperar, más a menudo, la cara que adoptó tras la tragedia de la dana en la Comunidad Valenciana, cuando ofreció en redes sociales información de servicio, útil, política con mayúsculas. La de este lunes está muy lejos de eso.
