Pablo Iglesias y Pedro Sánchez, tras anunciar su preacuerdo de Gobierno. FOTO: ELDIARIO.ES
Pablo Iglesias y Pedro Sánchez, tras anunciar su preacuerdo de Gobierno. FOTO: ELDIARIO.ES

—¡Qué partido del Madrid!

—¡Venga ya, golazos los de Messi!

Sentados en los bancos del parque, Pituffo Merengue y Culé tienen otra de sus discusiones futboleras. Otro pituffo del que solo veo su espalda los acompaña. Hace tiempo que no visito la aldea y tengo ganas de charlar un rato con mi amigo para ver cómo le han sentado los resultados de las elecciones. Sin embargo, y aunque llevo un rato buscándolo, todavía no he dado con él.

—Ni Messi, ni Benzema ni leches. ¿Qué me decís del Cádiz?

No doy crédito. Juraría que la voz que pertenece al pituffo de espaldas, ¡es la de Gruñón!

—¿Pero que haces tú hablando de fútbol?, digo sorprendido cuando confirmo su identidad.

—Culpa tuya. Pasar tanto tiempo contigo me ha contagiado la fiebre amarilla. Pero te advierto, sólo simpatizo con el , lo del Madrid ni de coña, no me gustan los equipos grandes y poderosos…

Sonrío sorprendido. Gruñón sólo menciona mi afición por el fútbol cuando bromea y resalta, según él, mi parecido con Ferreras el de La Sexta: “Los dos estáis gordos, canosos y tenéis poco pelo; además os gusta hablar de política, sois del Madrid y del Cádiz, y ambos tenéis una pareja que no os merecéis, mucho más guapas y más listas que vosotros”. “No olvides que también me falta su dinero”, respondo siempre. Bromas aparte, me gusta que al menos le haya podido traspasar mi cariño por uno de los dos equipos que forman “mi corazón partío”.

—Yo venía a preguntarte por las elecciones -le cambio de tema-. ¿Qué te parece el resul…?

—Lástima que el VAR anulara el segundo gol.

Un momento… ¿Es cosa mía o Gruñón me ha hecho un Ghost? ( Nota: Ghost es un término que utilizábamos en la facultad para, en referencia a la película del mismo nombre, usarlo cuando una chavala interesante pasaba de alguno de nosotros como si no existiéramos, lo cual ocurría con bastante frecuencia).

Gruñón, te preguntaba qué…

—De todas formas el empate es bueno, seguimos líderes a nueve puntos del segundo…

—Gruñón, me estoy empezando a enfadar…¿se puede saber qué leches te pasa?

—¿Qué me pasa? – la mirada de Gruñón se cruzó por fin con la mía. Sin despedirse de sus compañeros me cogió del brazo y comenzamos a andar -¡Qué estoy hasta el gorro de irresponsables, imbéciles y desgraciados!

Fallo mío. Debí haber entendido que obviar mi pregunta no era algo personal sino una señal de hartazgo. Ya os dije hace quince días que a Gruñón le afecta intensamente la idiotez humana. Tengo que disculparme y dejar que se desahogue.

—Lo siento amigo, veo que no te acostumbras a la estupidez de nuestra especie.

La disculpa tuvo el efecto esperado y sin pausa Gruñón comienza su discurso.

—No es estupidez. Hablamos de vanidad y egoísmo. Todo se reduce a esto- más calmado me habla mientras caminamos-. No es solo España: Trump, el Brexit, LePen, Salvini,… siempre el nacionalismo exacerbado y alimentado con un único propósito: el poder. ¿Realmente crees que a estos salvapatrias le importa su país? Estos tipos promueven el odio conocedores de que os saltará el resorte de la vanidad. Vuestro ego elimina la autocrítica y exime de la culpa. Qué bien sienta pensar que el paro, la desigualdad, el machismo, las drogas o la delincuencia no son asuntos en los que tengamos algo que ver. Tranquilos españolitos, la responsabilidad de vuestros males es del africano muerto de hambre! ¡Catalanes de bien, sois cojonudos pero unos malvados y holgazanes llamados españoles os roban y oprimen vuestros derechos! ¡Ingleses la culpa es de los europeos!

Por el contrario, ser autocríticos nos obliga a mirarnos al espejo y reflexionar sobre la sociedad en que vivimos. Pero si hiciéramos esto nuestra ojos virarían al sistema, lo que para algunos es muy peligroso. La última vez que la sociedad española lo hizo eso fue en el 15M y un virus de esperanza contagió a millones de personas, no solo españoles, que decían ¡basta ya! Coincidiendo con ellos, por toda Europa y en el resto del mundo hubo movimientos parecidos. Pero es entonces cuando suena la alarma y tiemblan los cimientos. Desde ciertos sectores intentan dirigir esa frustración hacia movimientos que les siga garantizando su poder. Y ahí es cuando aparecen los nacionalismos, el Brexit, American First y Abascal montado a caballo. (Nota 2: Joder, somos cutres hasta en la extrema derecha).

Eso es lo que hay. Ya lo reconoció Pedro Sánchez en aquel momento esperanzador de valentía, quizás el único que haya tenido, cuando dejó su escaño de diputado y explicó cómo ciertos poderes le habían presionado para que no se uniera a Iglesias. Recordemos que, en ese momento, PSOE, Podemos y las distintas confluencias junto a Izquierda Unida sumaban más de once millones de votantes tras las elecciones generales de 2015 y más de diez en la convocatoria de 2016.

Por ello, con el regreso de Sánchez y la moción de censura, algunos creímos ver algo de luz. Se llevaron a cabo las primeras medidas verdaderamente sociales tras muchos años. Aquello no gustó a los poderes fácticos que comenzaron a impacientarse: ¡Alarma, se ha subido el salario mínimo! ¡Esto no hay economía que lo resista!- por cierto, es llamativo que para algunos dar 60 mil millones de euros a la banca sirva para salvar el sistema, pero subir el salario y las pensiones mínimas resulta un grandioso riesgo para nuestro país-. Se agitan entonces las banderitas, se remueven las cloacas del estado y… ¡Tachán! ¡Nuevas elecciones!

Visto que no basta con PP y Cs, probaron con el dóberman, con ustedes Vox. A todo esto hay que sumar varios goles en propia puerta como el chalet de Galapagar o los carteles de ¡vuELve! Pero, a pesar de todo, el pueblo español habla en las urnas y dice claramente que quiere un Gobierno progresista con la unión principal de PSOE y Unidas Podemos. Por suerte, el perro grande del miedo quedó en cachorro. Contentos y felices, todo parecía decidido en Abril, pero…con todo a favor… de repente a Pedro Sánchez le entra vértigo y en un acto sin sentido que sólo puede explicarse por su ego, por presiones o por la suma de ambos, ¡nos manda de nuevo a elecciones!. ¡A girar otra vez la ruleta! La maquinaria de los poderosos se pone en marcha y a todo trapo realizan el impresionante acto de blanqueamiento de la extrema derecha.

¡Hoy ha venido a divertirse a El hormiguero Francisco Franc… digo Santiago Abascal! Y vaya si se han divertido. Sobre todo en el debate de machos alfa donde un penoso Casado y un Rivera histriónico, pasado de la raya —lo digo sin intención— dejaron la banda derecha libre para que Santi corriera a sus anchas soltando mentira tras mentira. ¡Pues, toma ya! Tres millones y medio de votos, 52 escaños. Ahora el dóberman no es un cachorro. Pero de nuevo ocurre el milagro. Está claro que debe haber Dios y que no es de derechas. Con un millón menos de votos y el terreno de juego más complicado, PSOE y Unidas Podemos vuelven a tener otra oportunidad. La “leche” histórica de Rivera- Gruñón juró sobre la tumba de mi gato que tampoco lo había dicho con segundas- y el triste ascenso del PP impiden que el trifachito sume. A ver qué estupidez nueva hacen ahora Pedro y Pablo…

Mi amigo pituffo deja de hablar. Tras su discurso, pasamos por una fuente y aprovecha para refrescarse la garganta. Mientras bebe, R2D2 suena en mi móvil —sí, el robot de Star Wars, ya sabéis que soy un friki sin remedio—. Además de una notificación de Facebook, una nota de prensa de hacía unas horas anunciaba el pacto entre PSOE y Podemos. Cuando regresa a mi lado, le enseño la noticia a Gruñón.

—¡Qué hijos de…!- lo reconozco, mea culpa, le he pegado a mi amigo mi maneras malhabladas-. Me alegro, Sánchez se la ha tenido que envainar. Ahora sólo queda esperar la respuesta del sistema, volverán los fantasmas, los avisos de tragedias…

Sin margen para contestar vuelve a sonar R2. Sin enseñárselo a Gruñon, leo en mi móvil: El Ibex se desmarca de las subidas de las bolsas europeas y cae tras el pacto de PSOE y Unidas Podemos. Los bancos registran fuertes caídas y la prima de riesgo sube.

—Bueno, ya sabes lo que pienso- totalmente desahogado y mucho menos enfadado, me pregunta- ¿Y tú, que opinas?

—¿Yo? Pues…-dudo unos segundos y guardo mi móvil- que con Hazard, Rodrygo y Benzema creo que podemos ganar algo este año.

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