Una manifestación contra la sentencia del procés. IMAGEN: RTVE
Una manifestación contra la sentencia del procés. IMAGEN: RTVE

Titirimundi: también llamado Mundonuevo. Cajón que contenía un cosmorama portátil o una colección de figuras de movimiento, y se llevaba por las calles para diversión de la gente (RAE).

—No hay mejor definición para lo que está pasando en este país. Todo se resume en marionetas que se mueven en función de lo que decidan los “listos” que tiran de los hilos. Así de sencillo, así de antiguo. Alguien podría contestar a mis palabras exponiendo mi contrariedad de exigir al pueblo que se movilice y después calificarlos de borregos cuando lo hacen. Pero ahí no vais a pillarme...

Mi amigo Pituffo (a partir de ahora con dos efes. No preguntéis, caprichos de escritor mediocre), como de costumbre, estaba enfadado. Pero había algo en su ánimo que no me gustaba. Este enfado venía acompañado de tristeza. Pituffina siempre dice que la rebeldía quijotesca de Gruñón lo hace atractivo, sin embargo debo reconocer que ahora a mí me da lástima. No me gusta ver a mis amigos tristes y Pituffo Gruñón no se merece que la estupidez humana le fastidie su bonito mundo. Ante tal situación reconozco que no sé qué hacer y, finalmente, como de costumbre, le dejé desahogarse mientras paseábamos por su aldea.

Hay motivos dignos por los que salir a luchar y motivos creados por unos cuantos interesados para agitar a las masas en su beneficio —continuó exponiendo—. Vivís en España, ese lugar donde mil mujeres han sido asesinadas por la violencia machista desde 2003. Un país en el que la juventud tiene que emigrar para poder pensar en un futuro. La misma España que sufre recortes abusivos en los servicios públicos, donde hay desahucios, pensionistas que cobran miserias y trabajos basura. España es también la del paro del 14%, que llegó a alcanzar el 26%. Vuestro bello país también tiene una deuda pública de casi el 100% del PIB y un sector bancario que tras “robar” 60.000 millones de euros dejó a muchos españolitos tiritando, mientras que los responsables se iban de rositas —"es el mercado, amigo”, que diría aquel—.

España, uno de los países que más horas de sol disfruta y que no aprovecha ni estudia las energías renovables. Y así me puedo llevar todo el día. Si alguien se moviliza para estos temas siempre apoyaré a los que luchan por ellos. Desgraciadamente, exceptuando aquel bello recuerdo del 15M que el hábil sistema imperante engulló, da la sensación de que esos problemas no parecen movilizar más que a determinados colectivos.

Poco a poco apareció el verdadero Gruñón. El rebelde del que habla Pituffina y el que dice las cosas que un cobarde como yo, no se atreve. Es más, consciente de que le van a caer palos de ambos lados, se diría que toma pose para recibirlos. En poco tiempo el cambio se ha producido, de Clark Kent a Superman. Su actitud es distinta y su ánimo otro. Ya no es el Pituffo derrotado que se queja sin esperanza. A este Pituffo le va la marcha y le encanta cabrear a los imbéciles.

Analicemos —me propone— las tres noticias más importantes de los últimos días, la exhumación de Franco, el día de la Hispanidad y los disturbios de la sentencia del procés. Tres magníficos ejemplos de Titirimundi. Cuando deberíamos hablar de lo verdaderamente importante… ¡tachán! Comienza el espectáculo de las banderitas.

Y volvemos a caer como imbéciles. Pasan los siglos y siempre el mismo truco. De verdad, yo quiero hablar de VERDADEROS PROBLEMAS. Desde asuntos importantes de estado como la educación, el medio ambiente, la justicia, la sanidad… hasta los más cotidianos: del puñetero tranvía fantasma de la Bahía, de una playa para perros real y accesible y no esa gymkana que han montado en Camposoto, de los accesos para minusválidos…

¡Pero no! ¡A joderme! Cuando toca hablar de eso, llegan los Titirimundi de las banderitas. Pues nada, por esta vez, les seguimos el juego. Miro a mi amigo y sigo en silencio. Mejor que saque todo lo que lleva dentro.

—¡Me repelen los nacionalismos, los regionalismos y los localismos! TODOS, absolutamente todos son en realidad Miombliguismo.

—Hombre, imagino que habrá gente enamorada de su país, de su ciudad… no creo que haya que criticar eso.

Pituffo Bonachón se había unido a nuestro paseo.

—No caigas en la trampa, Bonachón. Una cosa es el cariño a tu entorno y otra cosa el chovinismo, la exclusión y el supremacismo. Me asquean los que etiquetan a los demás de buenos o malos patriotas. Para mí, patria, es un concepto mucho más amplio que una bandera o un territorio. Patria son mi familia y mis amigos. Mi patria es el progreso. Mi patria nunca será un lugar excluyente donde sus habitantes crean que por el azaroso hecho de haber nacido aquí tienen más derechos que otros que vengan de lugares más lejanos.

—Estoy de acuerdo contigo –aquellas creo que fueron mis primeras palabras-.

—Pues ya sabes que eres un mal español, andaluz y gaditano -Gruñón sabe que yo también me caliento-.

—Pues lo siento pero yo me emociono con un pasodoble de Martínez Ares y con la recogida del Perdón en El Barrio del Pópulo. Grito cuando marcan el Cádiz, el Madrid y los Green Bay Packers. Alucino al escuchar a Camarón y a Metallica. Y para aumentar mi esquizofrenia, disfruto igual del Paseo Marítimo de Cádiz que tomando un fino en Jerez, paseando por el barrio de Santa Cruz de Sevilla, comiendo un bocata de calamares en la Gran Vía de Madrid, tomando pintxos en Bilbao, cenando en el Barrio Latino de París o tomando una Paulaner en la Alexander Platz de Berlín.

—En definitiva, tu patria son tus recuerdos y tus vivencias…

—Pues sí. ¿Te confieso una cosa, Gruñón? Cuanto más viejo me hago, menos banderas me representan -Gruñón dejó escapar una casi imperceptible sonrisa que me alivió al ver a mi amigo más animado, por lo que prosigo-.

—No todo es negativo, amigo mío. Hemos de reconocer que estos Titirimundi han dejado momentos gloriosos. El “unboxing interminable” de la momia del dictador nos dejó la escena de la Guardia Civil echando al facherío más casposo del Valle de los Caídos. Los pobres falangistas y fascistas no daban crédito -la tímida sonrisa de Gruñón dejó paso ahora a una risa leve-. Después, el 12 de octubre nos trajo el momento “farola”, que una vez comprobado que el héroe estaba bien, nadie puede negar el toque humorístico que conlleva la situación. Seguro que la puñetera farola la habían puesto ahí Pablo Iglesias y Echenique.

—Oye -volvió a tomar la palabra un Gruñón ya abiertamente animado- también tienen su gracia aquellos que ridículamente y más de cinco siglos después, hablan de Colón y el imperio español con un revisionismo absurdo.

—Sobre todo cuando ves a los norteamericanos quejarse de Colón, siendo ellos un ejemplo de respeto por los pueblos indígenas…

—Si es que hay imbéciles en todas partes…

—¡Ah! Y no te olvides de los que hablan de la sacrosanta unidad de España como algo imposible de romper sin que el mundo desaparezca. ¿Sabrán estos tíos que países y civilizaciones más grandes y duraderas han caído? Se creerán que España es como el lazo de Wonder Woman.

—¡Qué friki eres!, señaló.

A partir de entonces y sin que el alcohol mediara, nuestra conversación derivó en comentarios absurdos seguramente de escasa gracia, pero que provocaban en ambos carcajadas interminables.

—¿Sabes qué?, estaría chulo haber sido prusianos.

Un silencio incómodo, una mirada cómplice y un estallido de risas…

Bonachón nos miraba sorprendido. Quizás era la primera vez que veía a Gruñón reírse sin complejos. Feliz por él, se alejó sin mediar palabra dejándonos a los dos riendo como locos. Así acabamos la tarde y aquí debería acabar la columna de hoy, riéndonos de todo y de todos, incluido de nosotros mismos…

Pero… no, no puede ser. Tengo ahora la tele encendida y estoy viendo el Titirimundi catalán. Arde Barcelona. Me apena. Una ciudad que me enamoró allá por los 90 y donde me encantaba perderme con mi Pituffina por su barrio gótico. ¿Dónde está ahora el movimiento pacífico? Esta noche, de mi rostro se eliminan las sonrisas. Ahora los estúpidos dejan paso a los desalmados. Y hay una gran diferencia. De un imbécil me descojono, pero aquellos desgraciados que permanentemente incitan al odio y al enfrentamiento, no me hacen ninguna gracia.

Esos estúpidos y estúpidas que bien por ignorancia —los menos— o por interés económico —¿acaso hay otro?— se llenan de gloria incendiando los ánimos. Cuidado que aquí el saco es muy grande y puede estallar: Guardiola, Xavi Hernández, Álvaro Ojeda, Cristina Seguí, Losantos… ¿seguimos? Si queréis puedo ir aumentando el grado de mala leche incluyendo los que movieron antes y los que mueven ahora los hilos. En mi saco caben desde los Puyol, González, Aznar, Rajoy… a los Torra, Puigdemont, Rivera, Sánchez, Casado o Abascal…. Os creéis muy diferentes pero en el fondo, todos sois el mismo tipo de personajes. Sólo os importa vuestro culo. Unos y otros habéis creado un monstruo y ahora a ver quién lo para. A todos estos, locos de uno y otro lado, “fanáticos del cuanto peor… mejor”, simplemente deciros una cosa: Me dais asco.

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