Imagen del acceso al centro de salud Jerez Centro de San Dionisio. Salud mental, Andalucía, 2022.
Imagen del acceso al centro de salud Jerez Centro de San Dionisio. Salud mental, Andalucía, 2022.

Aquí estoy, esperando para entrar en la consulta de mi Psiquiatra. No me importa decirlo en voz alta. Aunque obviamente reconozco el derecho de cada cual a la intimidad de sus dolencias, hace tiempo que intento luchar contra el estigma de la enfermedad mental, el mío propio y el de la sociedad en general.

En mi caso, he de admitir que quizás se me haga más complicado por haber ejercido durante doce años en este campo y ver que ahora me atienden los que, hasta hace un tiempo, eran mis propios compañeros; pero más allá de mis temas personales, hay aún dos aspectos graves a los que la Salud Mental debe enfrentarse: El primero es la brecha provocada por la desigualdad social. La atención psicológica de calidad se está convirtiendo en una pijada de la que las clases sociales más bajas deben prescindir.

Para recibir una ayuda decente debes ir a lo privado, porque los recursos públicos están saturados y con escasos recursos. En Andalucía esta situación es descabellada, mucho postureo y propaganda, pero las cifras presentadas hace unos meses por Afenes nos dicen que en Europa la ratio es de 19,12 especialistas por 100.000 habitantes, en España de 11,84 y aquí de 6,23. Otro tanto ocurre con los psicólogos clínicos. En Europa hay 18 por 100.000, en España 6 y en Andalucía 3,65. ¿Cómo se puede ofrecer una atención psicológica buena si un profesional debe ver a 12 pacientes en una mañana y rellenar una columna de papeleo inútil? ¿Cómo se pueden resolver conflictos y traumas viendo a un paciente cada cuatro meses o esperando que te den tu primera cita en cinco o seis? Está claro que, si en nuestro mundo está mal vista la enfermedad mental, si encima eres de clase media y baja, pues apaga y vámonos. Llegamos a entender que un deportista profesional multimillonario tenga que recurrir a un psicólogo para enfrentarse a su retos, pero, por otro lado, se lo negamos a una madre o padre en paro que cae en depresión porque no sabe cómo sacar adelante a sus hijos.

El otro gran problema de profesionales y pacientes de Salud Mental es enfrentarse a la visión de una sociedad "avanzada" que aún pone en entredicho la necesidad real de esta atención. Sin ir más lejos, hace unos días escuché a un padre decir a su hija que se olvidara de ir al psicólogo porque eso era "pa ná" y que lo único que quería hacer ella era ponerlo a parir. No penséis que el susodicho iba vestido como el hombre de cromañón, nada de eso, todo lo contrario, el menda, al que conozco bien, se define como un tipo progresista.  Sirva este ejemplo para ilustrar lo que refiero: el miedo a mirarse al espejo en una sociedad capitalista donde todo debe ser felicidad e inmediatez.

Lo más jodido de todo es que para agravar aún más estos problemas, se ha producido un repunte, en los últimos años, de una ideología tradicional conservadora que relaciona la psicología y la psiquiatría con personas frágiles y pecadoras o, lo que es lo mismo, mujeres histéricas y hombres blandengues. Si esta ideología se hace mayoritaria, el futuro será aún más oscuro para estos temas. Y es que un macho o hembra patrios no deberían necesitar nunca estas pamplinas. Salvo que seas rico; que, para aliviar el alma, un pobre ya tiene a Dios y a los curas.

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