Metallica en concierto, en una imagen de archivo. FOTO: KREEPIN DETH
Metallica en concierto, en una imagen de archivo. FOTO: KREEPIN DETH

No, no todas las opiniones son respetables. No, no creo que ante determinadas posiciones haya que mantener la equidistancia. No, no puedo ni quiero dejar sin contestar a todo aquel que exponga ideas retrógradas, antidemocráticas o contra los derechos humanos. Por todo ello, este Pituffo Gruñón responderá con vehemencia, aunque alejado de cualquier postura que incluya la violencia física o emocional, cada vez que lo crea oportuno. Pero también defiendo la libertad de estos señoritos que ven peligrar sus privilegios de expresar sus opiniones y exabruptos siempre y cuando cumplan las normas sanitarias y ejerzan su derecho sin violencia alguna. Dentro de este marco de libertad, jamás llamaré ilegítimo, usurpador o golpista a un Gobierno surgido de unas elecciones libres y que, en su mandato posterior, cumpla las reglas del juego democrático, respete los derechos humanos y permita ser sustituido si la decisión del pueblo así lo que determina. Aquí entran por tanto los esperpentos de Trump o Bolsonaro, o incluso Abascal si llega el caso (el pueblo no lo quiera) mientras cumplan lo que acabo de exponer  aunque cuenten con mi crítica y mi asco más contundente.

Si un gobierno legítimo cambia las reglas de juego mientras cumple su mandato y se convierte en un gobierno no democrático  tendrá la condena de un gruñón como yo y pediré su destitución, aunque comparta parte de sus ideas y principios. En este paradigma puedo colocar al gobierno de Maduro en Venezuela. Decir que el Gobierno de Sánchez está dentro de esta categoría es mezquino y rotundamente falso.

Sinceramente, no creo que sea algo tan difícil de entender. Siempre defendí que el PP tenía que gobernar España —incluso ha recibido mi “equivocado” voto en varias ocasiones—  aunque sus orígenes directos se encuentren en una dictadura criminal. En el momento que acatan el juego democrático y abandonan la violencia son un partido como cualquier otro. Siguiendo esta  lógica defiendo que se acepte a Bildu y que se llegue a acuerdos con esta fuerza política, por muy nauseabundos que sean sus antecedentes.

Pero mi convencimiento democrático no me lleva a querer en mi entorno más privado y personal a personas que, sin reparos, expresan ideas aberrantes propias del egoísmo. Puedo tomarme un café con cualquiera pero en mi convivencia más cercana y repetida en el tiempo no quiero que entren según qué personas. En este sentido, reconozco que la aparición de Vox me ha venido de perlas. Gracias a este partido he detectado a algunas personas —por suerte muy, muy pocas— cuya visión del mundo incluye ideas racistas, homófobas o de anhelo de sistemas dictatoriales. No digo que todo el que haya votado a este partido tenga estas características. Reconozco que habrá muchos —incluso a alguno lo considero amigo cercano— cuya situación de cabreo y desconocimiento acerca de a quién están votando les ha llevado a votarles. Pero estos últimos, cuando hablas con ellos, incluso reconocen su error y su espanto ante los disparates cada vez más frecuentes de los Abascal, Espinosa y Ortega Smith de turno.

Además conforme pasa el tiempo la justificación de la ignorancia política tiene cada vez menos cabida. Hoy día todos sabemos lo que es Vox. A este partido de “derecha radical” lo definía perfectamente Julio Anguita: "Vox no es fascismo, el fascismo tiene un barniz de política social y estos señores no, estos señores son neoliberalismo puro y duro”. Vox es el Trump español, ni siquiera votan a favor de medidas sociales que Marine Le Pen Francia no tardaría en apoyar. Votar a Vox sólo se explica si eres un irresponsable analfabeto político (insisto que hoy son los menos de sus votantes), si perteneces a una clase social egoísta que no quiere perder sus privilegios o si compartes ideas racistas, egoístas y elitistas. Son los que insultan a todos los ciudadanos que se manifiestan en EEUU y el resto del mundo  por el miserable asesinato de George Floyd.

Por todo esto, cuando hablo de la utilidad de la aparición de un partido de extrema derecha en España me refiero a aquellos que han aprovechado esta visibilidad  para mostrar su cara oculta. Este “detector me sirve para alejarme de todo aquel que piense cosas como las siguientes: “Hace falta un líder con mano dura”; “no viví la dictadura pero quizá vendría bien algo del orden de esa época”; “la Policía no está para acudir a la llamada de gentuza”; “el feminismo es un mal a erradicar”; “las denuncias por violencia de género son falsas y solo buscan hacer daño”; “al ciudadano de bien no le repercute un narcotraficante rico o los delitos económicos, solo le debe preocupar el quinqui que vende droga en su barrio”; “el que vive en una zona pobre y conflictiva es porque está acostumbrado a ello”… Utilizo estas frases porque estas y otras lindezas las he escuchado en mi entorno más próximo y hace que, por tanto, muestre mi rechazo.

Cuando ha ocurrido, insisto que solo han sido en un par de ocasiones, intento hacer razonar pero si no lo consigo acabo alejándome . No estamos hablando de izquierdas o derechas, ni de progresistas y conservadores… estas posiciones son simplemente egoísmo extremo,  y por tengo, a mi parecer, nauseabundas. Hace mucho leí una entrevista a mis admirados Metallica en la que el batería Lars Ulrich reconocía no poder hablar de política  con el vocalista del grupo James Hetfield en sus 25 años de convivencia.

Sinceramente desconozco cuán alejadas están sus posturas políticas pero no me gustaría una convivencia tan cercana donde no pueda hablar de política u otro tema por miedo a romper una amistad. No es lo mismo una relación profesional, aunque sea diaria,  o entablar una conversación con conocidos, que mantener una amistad sincera o una relación de pareja con alguien con el que me siento coartado o no podemos hablar de un tema porque sé que acabaremos discutiendo.

Para finalizar, cuando me alejo de alguien así no es solo un acto de autoprotección,  tampoco quiero que la otra persona se sienta igual conmigo. ¿Talibán? ¿Radical? No lo creo, pues un extremista no lucharía por el derecho de los políticos y simpatizantes de Vox o del PP más radical a expresarse ni por la legitimidad de su gobierno, llegado el caso. Simplemente no quiero tener en mi círculo- insisto más íntimo- a personas con esta concepción del mundo, al igual que tampoco sería íntimo amigo de alguien que aplaudiera  la violencia de ETA. Si lo hiciera no sería ni coherente ni sincero.

Nota personal: Gracias “Puli” por acercarme a Metallica, debería haber seguido tu consejo antes, como en otros aspectos de la vida.

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