El secretario general del PSOE, Pedro Sánchez.
El secretario general del PSOE, Pedro Sánchez.

O la falsa izquierda, o la izquierda del “pero”. Dícese de esa izquierda que presume de ideología progresista cuando está fuera del Gobierno, y que cuando ostenta el poder para cambiar las cosas, le entra vértigo —o dinero a raudales en sus cuentas corrientes—. Es la izquierda de Felipe González, de Bono y de Leguina. Es la izquierda del PSOE en Andalucía. Desgraciadamente, también acabó siendo, en menor medida, la izquierda de Zapatero y, ahora, de Pedro Sánchez. 

Es la izquierda que se dice republicana “pero” nunca es el momento. Es la izquierda que tiembla al hablar de banca pública. Es la misma izquierda que celebra la marcha de Pablo Iglesias y prepara los cañones para el/ la siguiente que se atreva a cuestionar el status quo imperante.  Esta cobarde izquierda es la culpable de que muchos votos, en los últimos 20 o 30 años, hayan cambiado de bando. Para votar a un partido que mantiene los privilegios a la Iglesia, ayuda a la Educación y la Sanidad privadas y da medallas a duquesas, mejor votar al original. 

También es la llamada izquierda centrada, algo ya ilógico de por sí. Es la izquierda que prefiere pactar con liberales antes que con comunistas. Esa izquierda que te toca las narices una y otra vez, que te desespera y que convierte en líderes arrolladores a gente tan pobre de carisma como Aznar, Rajoy o, peor aún, Diaz Ayuso. En serio, reconocedme al menos, que hay que tener mucha moral para votar a Gabilondo en Madrid. ¡Dios, qué pereza!

Pero como decía un comunista hace unos 2.000 años —¡por favor, lapídenme!—, “aquel que esté libre de pecado que tire la primera piedra”. Yo mismo intenté vivir en un mundo sin izquierdas ni derechas mientras deseaba con fuerza que mi sociedad dejara atrás conceptos decimonónicos y mirara al futuro. Voté a casi todos, menos al PSOE, ya que para votar a un partido de derechas prefería al PP. Pero todo cambió tras la crisis de 2008 y la aparición de la extrema derecha. Se empezaban a cuestionar derechos y avances que ni siquiera el PP- al que algunos fachas también llaman cobarde-, se atrevió a tocar. Han sido tiempos muy malos, donde muchos se quitaron las máscaras y han regresado las manos levantadas y el pajarraco en la bandera. Nunca se han ido, me decía un buen amigo y quizás tenía razón.  Me conciencié entonces de que ese mundo en el que yo creía, no existía. Una ilusión creada para pituffos torpes como yo. Hoy, más viejo y cansado, creo que hay dos formas de ver el mundo. Una donde avanzamos todos, aunque quizás a ritmo más lento, y otra donde solamente progresan unos pocos mientras los demás se hunden en la miseria. En definitiva, un mundo de izquierdas y de derechas.

¿Qué hace falta entonces en la izquierda? ¿Cómo combates a personajes dopados mediáticamente, creados por poderes que calculan y actúan desde una sombra cada vez menos oculta? Pues la solución está en no traicionar los propios principios de la izquierda, evitando personajes ególatras y narcisistas. Una izquierda sin aspavientos pero, sobre todo, sin contradicciones. Con líderes que no se  dejen engatusar por los focos y los micros, sin casa en Galapagar y ministros como parejas. Con personas que no copien los malos hábitos de la derecha- a la que por ideología se le permite los lazos familiares y de amistad en asuntos políticos- y sobre todo, no perdiendo la conciencia de lo que se representa. 

Decía Julio Anguita que él siempre almorzaba en su casa, alejándose así de las invitaciones y tentaciones que recibe diariamente el líder de un partido político. También insistía el cordobés en que a las mentiras y cantos de sirena de la derecha se enfrentaban con política y propuestas sin complejos; su famoso “programa, programa, programa” al que creo haber hecho referencia en más de una ocasión. Me gustaría pensar que hay todavía algún político de semejante perfil y continuo teniendo mis esperanzas puestas en Yolanda Díaz. Pero mi Pituffo Diablo me dice al oído que Unidas Podemos es, hoy en día, un búnker con los mismos vicios que hay en cualquier otro partido: la disidencia y la crítica se pagan, no se concilia y tampoco se piensa en un proyecto común.

¿Dónde quedan ahora los principios del 15M? Quizás habría que volver a las reuniones pacíficas en las plazas que nos atrajeron a tantos millones de personas. Hoy queda muy lejos todo eso- diez años han pasado ya- y Unidas Podemos se parece más al Frente Popular de Judea- con traidores y disidentes-, que al Podemos inicial. Ojalá me callen la boca, no sería la primera ni la última vez, pero dudo que permitan que una no afiliada al partido- y que en un futuro puede no obedecer las directrices marcadas por sus cabezas pensantes- sea la líder del partido. lo peor de todo, es que una persona tan válida como la Ministra de Trabajo si entrara en Unidas Podemos perderá —al menos para mí—, su independencia y su atractivo político.

Cada convocatoria de elecciones es una sangría cada vez mayor para Unidas Podemos. Más inteligente se muestra Errejón, con mejor estilo y buscando conciliaciones en la izquierda -incluyendo, según dicen, a Teresa Rodríguez y su partido independiente y andaluz, al igual que ocurre con Compromís en tierras valencianas-. Solo cabe esperar que no se deje llevar por los cantos de sirena y los halagos que ahora recibe porque pronto se convertirán en objetivo de escarnio mediático. Si lo consigue, solo debe permanecer fiel a sus principios, y dejar atrás la paranoia propia de los líderes y la cobardía.

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