Marine Le Pen, en una foto reciente.
Marine Le Pen, en una foto reciente.

Con este término del psicólogo Martin Seligman se hace referencia “a un estado mental durante el cual una persona se siente desbordada por un estímulo doloroso o desagradable que la incapacita para evitarlo”. De dicho estado subyace la conducta de aquel ser humano que ha aprendido a comportarse pasivamente, convencido de no tener la capacidad de hacer nada para cambiar aquello que le desagrada, lo que dicho en lenguaje coloquial se resume en un “¿Pa qué?; si esto es pa ná”.

Aunque fue descrita en 1967, la indefensión aprendida ha sido un objetivo que los poderosos han perseguido a lo largo de nuestra historia para someter a los pueblos. Haciendo referencia a una vivencia personal, este pituffo recuerda cómo a su difunta madre no le gustaba, en los primeros años de nuestra democracia, que en casa se hablara de política. El miedo a que pudieran escuchar tus opiniones unido a las represalias que ello podía provocar, fue aprendido por muchos millones de españoles durante 40 años de represión, lo que llevó a la mayoría de ellos a escoger la opción lógica de distanciarse de lo que, se supone, te puede traer problemas. Es algo que los gobiernos dictatoriales se afanan en transmitir a sus ciudadanos precisamente porque saben que si hay algo que puede acabar con su poder es que la gente hable y piense en política.

Pero no nos engañemos, no han sido los únicos. De esta indefensión aprendida también se han aprovechado muchos en democracia, sobre todo en aquellas donde el modelo bipartidista quería mantener una alternancia que recuerda a aquel lema ilustrado del “todo para el pueblo pero sin el pueblo”. De esta manera, aunque normalmente este propósito propio de autócratas se ha logrado a través de la violencia y la amenaza, en un país donde mandan las urnas, las élites dominantes han usado otros medios para lograr esta indefensión; desde la telebasura hasta un sistema de estudios desfasado y poco atractivo que acaba con un universitario trabajando de camarero. Todo vale.

Pero en los últimos años, hay un enemigo bastante más peligroso que la alternancia entre conservadores y progresistas demasiado parecidos. Son los aspirantes a nuevos caudillos los que sacan rédito de esta actitud. Por ello, el artículo de esta semana no carga contra aquellos que comparten los ideales de la extrema derecha y ven en ella una solución, sino que se centra en una especie quizás más peligrosa, la de aquellos que pasan de la política porque todos son iguales y es mejor no comerse el coco con ella. En las elecciones generales de Francia que se celebrarán el 10 de abril, Le Pen espera agazapada la oportunidad de desbancar a Macron basando su campaña en ultranacionalismo, liberalismo, cabreo y bulos, pero sabe que, sobre todo, necesita el desinterés de aquellos a los que precisamente una victoria suya, mas jodería la vida: los y las jóvenes de la clase obrera (inmigrantes incluidos).

Ejemplos recientes no le faltan; las “inesperadas” victorias de Trump o del Brexit, animan a cualquier neofascista. ¿Se imaginan una UE en la que Francia imite al Reino Unido? No lo descarten. Incluso un pituffo como yo, muy crítico con la pasividad y el exceso de burocracia que representa Bruselas, reconoce las mejoras que para España trajo la entrada en la, por aquel entonces denominada, Comunidad Económica Europea. No sé, quizás me paso de agorero, pero me da la impresión de que todo lo que se consiguió tras la Segunda Guerra Mundial se desmorona en los probables comienzos de la Tercera. 

Para abandonar mi habitual pesimismo gruñón, debo recurrir a la Kryptonita de todo hijo de Putin y usaré de nuevo la historia reciente para demostrar su poder. Si el pasotismo de millones de norteamericanos llevó a Trump a la Casa Blanca, fueron precisamente la movilización y los votos de todos aquellos desheredados de la política los que le echaron de allí, y eso a pesar de que el del flequillo logró dos millones de fanáticos votantes más.

La política no puede ser el privilegio de unos pocos, sino un derecho y un deber de cualquier ciudadano que desee vivir en un mundo avanzado e igualitario. Si eres uno de ellos pero has caído en esa pasividad aprendida, permíteme unos consejos: Primero, elige tu voto no por los discursos sino por lo que vota cada partido a la hora de dictar nuestras leyes. Segundo, no creas a quienes te minusvaloran haciéndote creer que la política es algo muy complejo, piensa que quizás lo hacen precisamente porque les interesa tu desidia. Tercero, oblígate a estar informado, distingue entre periodismo (con sus errores o aciertos) y propaganda- no es lo mismo Javier Ruiz que Eduardo Inda- y desconfía de quienes te animan a buscar la verdad en videos conspiranóicos de YouTube. 

Por último, aléjate de los discursos basados en banderas y de aquellos que te dicen que las cosas no deben cambiar porque han sido así de “toa la vía de Dios”. Si les haces caso quizás algún día te veas en la Feria de Sevilla trabajando 20 horas diarias, cotizando cuatro y cobrando una mierda de sueldo en negro. No lo olvides, muchos de nuestros explotadores patrios lo más parecido que han visto a un libro son las páginas de una revista porno y sin embargo, a pesar de sus supuestas pocas luces, saben votar perfectamente a aquellos que les convienen. Así que no te dejes llevar por la pasividad, si esos ceporros egoístas pueden, tú también.

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Comentarios (2)

Juan Blanco Hace 2 años
Iba a decir lo siento, pero no lo siento. Estoy seguro que si hubiera leído un comentario tuyo anterior "La "izquierdita" cobarde" no hubiera hecho este comentario de hoy. Lo siento pero me satisface. Saludos
Juan Blanco Hace 2 años
Respuesta a Indefensión aprendida - JLRUFFO (OPINIÓN) Me parece muy interesante lo manifestado en tu opinión. Aunque es solo una opinión (la mía) entre los millones de españoles que ni opinan ni quieren saber de nada. Cosa lógica no querer saber de nada. Nada define la RAE como: Pronombre indefinido que significa ninguna cosa o inexistencia total o carencia absoluta de todo ser. Lo grave es no querer saber de algo, si ese algo te atañe. Pero volvamos a tu comentario. Hay
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