Piden que las terrazas sean espacios libres de humo: expande el virus a 8 metros. FOTO: JOSÉ LUIS TIRADO. FOTO: JOSÉ LUIS TIRADO
Piden que las terrazas sean espacios libres de humo: expande el virus a 8 metros. FOTO: JOSÉ LUIS TIRADO. FOTO: JOSÉ LUIS TIRADO

Edward Lorenz, matemático y meteorólogo del MIT, asoció el aleteo ficticio de una mariposa en Hong Kong con un huracán en Nueva York. Este ejemplo, propio de la conocida como Teoría del Caos, me viene bien para explicar cómo un acto insignificante puede degenerar en consecuencias catastróficas de magnitud mundial. Vamos a ello:

La plaza donde vivo es un ejemplo diario de cómo a muchos les importa un carajo el bienestar común y ponen por delante su derecho individual a divertirse. Con varias cafeterías y bares intentando salvar sus negocios y no pocos camareros explotados haciendo lo imposible para cumplir las normas sanitarias, son demasiados lo que en mi plaza se pasan por el forro las indicaciones sanitarias. La batalla de las mascarillas mientras están sentados está perdida; la costumbre de sentarse en mesas separadas con el objetivo de no sobrepasar el número de clientes permitido para después unir sillas y hacer, finalmente, grupos amplios es más que frecuente; el no respetar el horario de cierre y hacerse el despistado hasta que el pobre trabajador les invita a irse también es muy común; hacer botellón en los bancos de la plaza y dejarlo todo hecho un asco… Así puedo continuar todo el artículo. El inevitable gruñón que llevo dentro, no hace mucho llamó guarros- no se me ocurrió una palabra mejor para definirlos- a un grupo de estos incívicos. No eran niñatos, eran hombres y mujeres de treinta para arriba. Indignados todos, una de las señoras me increpó por atacar su “libertad” y me animó a “meterme en mis cosas” - más o menos-.  Y aquí comienza el aleteo de la mariposa. Su libertad a comportarse como una guarra antes que el derecho del resto a que no sea puesta en peligro la Salud general y a no vivir en un barrio pocilga. Libertad. Palabra bella aunque últimamente muy prostituida. De esa libertad individual partimos y con ella tiramos del hilo. Este fue el pretexto que durante la primera ola de la pandemia y estando la población en confinamiento domiciliario, utilizaron los “Cayetanos”  para manifestarse en el barrio de Salamanca en Madrid. ¡Libertad! gritan los “Voxeros” en sus coches, bandera en mano, mientras se quejan de la dictadura social-comunista. ¡Libertad! reclaman los padres y madres de los colegios concertados. ¡Libertad! piden los negacionistas en sus manifestaciones ante las restricciones del COVID.

Y la mariposa aumenta la intensidad de su aleteo. La libertad es como un saco de boxeo que aguanta todo tipo de reclamos en su nombre. Hoy no se habla de Libertad como salida de la opresión de un gobierno autoritario en países en los que la democracia es una utopía. Hoy se pide libertad para mantener una posición egoísta y privilegiada a costa del bien común. Estos egoístas entienden lo social como un ente que les estorba pero al que recurren cuando están jodidos. Empresarios, banqueros y políticos que defienden el despido libre y la ausencia de derechos de los trabajadores exigen después al Estado que los rescate para salvar sus empresas. Padres y madres que quieren educar a sus hijos bajo unos valores determinados para diferenciarse del resto, exigen al Estado que les pague su educación diferencial. Muy curioso todo. Y es que, a la hora de pagar sus privilegios, estos liberales son más comunistas que Lenin.  Este virus de falsa libertad es la antesala del Neoliberalismo que se ha extendido por el primer mundo.

Y el aleteo de la mariposa se convierte en huracán. ¿Dónde está el límite de esta libertad? Respuesta: en ellos y su entorno. Hasta allí, no más. Lo peligroso viene cuando la libertad de este grupo, cada vez más mayoritario, se siente amenazada. Y se sienten amenazados por todo lo que sale de su círculo. Se sienten amenazados si otros reclaman sus derechos. Se sienten amenazados ante la libertad sexual de los demás. Se sienten amenazados por los derechos religiosos de otros. Se sienten amenazados por los ateos, por la ciencia y por cualquiera que cuestione sus absurdos argumentos. Tienen Libertad para creer que la tierra es plana o que Dios creó el mundo en seis días y, por supuesto, tienen Libertad para cuestionar el conocimiento de los demás. 

Y entonces viene el tsunami originado por el aleteo de la mariposa. Amenazada su libertad, se camuflan en el derecho a proteger y difundir su “verdad”- que no son más que ideas racistas, homófobas, alejadas de la ciencia y el progreso-, por lo que se encuentran justificados para pasar a la violencia. Rabiosos, aplauden al primer iluminado- como Hitler- o aprovechado -como Franco, Trump o Abascal- que repite en voz alta y pública sus egoístas consignas. Y, por supuesto, si hay que asaltar el Capitolio se hace. Para que esta última catástrofe ocurra, solo hace falta el virus que la mariposa contagió a los que hacían botellón bajo mi casa y que los que gobiernan y tienen las armas sean iguales que ellos. En Estados Unidos, Trump llegó al poder hace cuatro años. En serio, ¿nadie veía venir la que se iba a formar? Pues en Europa estamos muy cerca. Le Pen, Salvini, Abascal…, cada día acaparan más seguidores. Cuando veamos a estos libertadores, disfrazados de indios o con uniformes de la Guardia Civil, entrando en el Congreso nos llevaremos las manos a la cabeza. 

No lo olvidéis. No están pidiendo pan y trabajo en un mundo que los explota. La mayoría de ellos solamente busca preservar su estatus. Quieren Ley y Orden, pero únicamente para aplicarla a los demás. 

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