Pedro Sánchez, durante el anuncio de las fases de desescalada. FOTO: MONCLOA
Pedro Sánchez, durante el anuncio de las fases de desescalada. FOTO: MONCLOA

Pedro Sánchez expuso ayer la hoja de ruta que nos llevará a la  “nueva normalidad”. El presidente estuvo hora y media aproximada exponiendo, primero y contestando a las preguntas de la prensa, después. No quiero imaginar si este discurso lo hubiera tenido que hacer Rajoy; “las fases son las máquinas que eligen fases para hacer máquinas…” bueno, ya me entendéis.

Creo que Sánchez ha expuesto un buen plan en líneas generales. Prudente pero con luz al final del túnel. Solo espero que, en esta etapa de desescalada, el gobierno no repita errores graves. Hay que evitar no solo los cometidos en este periodo de alerta, sino también algunos mantenidos durante el tiempo que llevan en la Moncloa y que se han hecho muy visibles a lo largo de esta cuarentena. Así que, como este pituffo necesita ponerse en forma y recuperar su naturaleza protestona, voy a criticar a los señores y señoras del Gobierno de la nación.

La negligencia más grave: mandar a los sanitarios a luchar sin los medios adecuados. España es el país con más sanitarios contagiados. Además del peligro para sus propias vidas se añade el gran número de veces que estos valientes soldados han servido de cadena de transmisión del virus hacia otros enfermos, compañeros y familiares. El no proteger a nuestras tropas ha supuesto un enorme desastre a la vez que una de las claves para explicar el elevado número de contagios. No olvidemos que un 20% de los casos totales pertenecen a este sector. No hay excusa y la vergüenza se extiende también a los partidos que gobiernan o co-gobiernan en las comunidades autónomas.

La Sanidad, que una vez fue nuestra joya de la corona, tras años de maltrato ha reducido mucho músculo. Debe buscarse a los responsables, tanto a los que ahora han mandado actuar a los sanitarios sin equipos de protección, como a los que antes con sus tijeras recortaron y recortaron sin pudor. La sociedad debe aprender y no permitir gobiernos que no blinden la fortaleza de la Sanidad pública. Por desgracia, me temo lo peor. Ya os contaré cuando pase todo esto y nos convoquen a las concentraciones de  “la marea blanca”. Menos himnos y aplausos a las ocho de la tarde y más luchar por nuestro sistema de salud.

Igualmente grave y denunciable es lo que está ocurriendo en las residencias de ancianos. La dejadez de las administraciones y el intento de hacer negocio miserable con las vidas de nuestros mayores debe acabar en los juzgados. Es muy triste que esta pandemia haya descubierto nuestras vergüenzas. Trabajadores mal pagados, ratios sobrepasadas, centros desbordados y sin medios ni personal necesario… El gobierno debe  legislar e impedir que esto siga ocurriendo. Este tema es una vergüenza nacional, propia de una sociedad centrada en la apariencia de lo joven y bello mientras oculta la vejez y el deterioro. 

Pasemos a la falta de previsión. Algo más que evidente y para lo que no admito el argumento de que a todos los países les ha pasado igual. Ya se sabe, mal de muchos… Hay que añadir que la previsión a una pandemia no solo abarca el tiempo inmediatamente anterior al estallido del virus por lo que no podemos hacer único responsable al gobierno de Sánchez mientras, de nuevo, muchos presidentes de comunidades autónomas miran para el otro lado. Los ciudadanos tampoco nos salvamos esta vez. Es triste comprobar que para muchos es más  importante que nos vendan una inalcanzable, y egoísta,  independencia o unos absurdos Juegos Olímpicos antes que la ciencia y la investigación.

Sigamos. El abandono a los pequeños y medianos autónomos es otro error importante. No creo que el aplazamiento de cuotas sea suficiente, por lo que muchos cerrarán- otros ya lo han hecho- sus negocios. Gobiernos de todo signo han maltratado a las autónomos pero ahora es más necesario que nunca apoyar las pymes. No olvidemos que estas empresas son un pilar básico para la creación y el bienestar de la necesaria clase media y suponen, además, un dique necesario contra esta lamentable globalización de liberalismo extremo.

Otros errores caen dentro del plano de la improvisación, de la lucha de egos y de la incompetencia. Mientras los primeros se justifican dentro del obrar en un escenario desconocido, los dos últimos resultan imperdonables. De paripé califico las intenciones de Pedro Sánchez sobre los “nuevos pactos de la Moncloa” ¡Si no informas como es debido al jefe de la oposición como leches vas a pactar con él! Ni en estas circunstancias tan excepcionales tienen nuestros políticos miras de Estado. No puedes gobernar una crisis como la que tenemos encima  y pasar de ese modo de los partidos de la oposición. Este “yo me lo guiso y yo me lo como”, sumado a unas gotas de ineptitud, ha provocado situaciones ridículas y esperpénticas como la ocurrida al anunciar, la pasada semana, los lugares a los que podían salir los niños a partir del día 26 de abril.

Si hubiesen hecho la lista de los que estaban prohibidos para los menores lo hubieran clavado. También tuvo tela lo del aprobado general hasta Secundaria. En los dos últimos ejemplos, el gobierno tuvo que rectificar y/o matizar. Debo decir que tampoco comulgo con los anuncios realizados para ponerse una medalla. El vicepresidente Iglesias destaca en estas lides. Menos publicidad y más poner en marcha el necesario ingreso mínimo vital. Por cierto, hay que ser muy mezquino para oponerse a esta medida que, incluso para comunistas peligrosos como los exministros Luis de Guindos o Montoro, resulta ahora tan necesaria. Por cierto, a los malnacidos que hablan de “la paguita” me gustaría verlos sacando una familia adelante con 600 euros mensuales. ¡Qué bien vendría aquí un poco de justicia poética, al estilo Boris Johnson! 

Seguro que este Gobierno y sus responsables han tenido mucho más errores importantes —podíamos criticar también la gestión de datos o la escasez de mascarillas para la población…— y llegado el momento habrá que dirimir responsabilidades por ello. Pero hay que diferenciar la crítica del odio. No se merece el equipo de Pedro Sánchez exabruptos como el de culparles directamente por los 24.275 fallecimientos que este virus ha provocado hasta hoy. Aprovechando las desgraciadas consecuencias de esta nefasta pandemia, el pensamiento extremista y el odio han sido utilizados una vez más por distintos líderes políticos y de opinión.

Su bilis se ha propagado a toda velocidad en las redes sociales y algunos mal llamados medios de comunicación. Me preocupa la enorme cantidad de seguidores que estos tipejos tienen y me temo que el miedo haga aumentar su número. La inquina nauseabunda de muchos ante este gobierno progresista puede acabar resultando más letal que el coronavirus asesino. Por ello, este era un buen momento para que el principal partido de la oposición y responsable de muchos gobiernos autonómicos cambiara de estrategia y ofreciera una alternativa centrada y razonable, pero se ve que al señor Casado le va más el estilo de Álvarez de Toledo, Egea o Ayuso, que el liderazgo valiente y conciliador de Martínez Almeida, sin duda la agradable e inesperada sorpresa política de esta crisis sanitaria.

Con todos sus fallos y errores prefiero mil veces el estilo de Pedro Sánchez  que el de personajes como Trump o Bolsonaro. Lo reconozco, soy un intolerante ante personajes y partidos políticos que coquetean con el fascismo, la intolerancia y el nacionalismo extremo. Estoy convencido que algún día ganaremos la batalla al coronavirus con una vacuna o un tratamiento y ojalá ocurriera lo mismo con la ignorancia y la sinrazón, aunque en este último deseo confieso que soy mucho más pesimista.

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