El momento en el que Will Smith propina un bofetón a Chris Rock.
El momento en el que Will Smith propina un bofetón a Chris Rock.

¿Quién no ha visto aún el tortazo que propinó Will Smith a Chris Rock? El vergonzoso momento ha dado la vuelta al mundo y ya se han escrito miles de opiniones sobre el asunto. Mi postura gruñona sobre el incidente de los Oscar es simple: la reacción del Príncipe de Bel Air fue patética, más aún si añadimos el lamentable discurso que nos brindó al recoger su estatuilla. Hasta aquí el tema de la semana. No cabe más. Dejadme ahora que os cuente lo que realmente me parece preocupante de todo esto: las reacciones que muchos, y lo que es peor muchas, han manifestado sobre lo sucedido. He oído y leído numerosos comentarios de apoyo al marido de la ofendida justificando su reacción por el supuesto insulto del cómico hacia la alopecia de su esposa. Incluso leí en ese espejo social vertedero de opiniones, llamado Twitter, a alguna que afirmaba que si su marido no la defendiera a ella como lo había hecho Will Smith, se divorciaría sin dudarlo. Si yo fuese el aludido, aprovecharía la ocasión.

Recuerdo defender en esta misma columna mi opinión acerca de los límites del humor. Sigo manteniendo lo mismo: NO TIENE y no debe tenerlos. Castigar las palabras con violencia física es un signo de impotencia intelectual, incompatible con una sociedad civilizada. Bastantes limitaciones vergonzantes tiene, aún hoy, el lenguaje. Si se admite la agresión física, ¿dónde ponemos el límite? ¿Quién decide qué palabras son merecedoras de una buena hostia? Yo conocí a un prestigioso psiquiatra, ya fallecido, que justificaba la violencia machista cuando la esposa chinchaba al marido; -El pobre al final estalla-, mantenía. 

Es evidente que todavía hay quién quiere mantener las ideas de hace cuarenta años en los momentos actuales,  que lo de evolucionar lo dejemos para otro día. Ya puestos, si elegimos el tiempo en el que vivir yo propongo que lo hagamos como en el lejano Oeste y que- al igual que todos los John Wayne que quieran defender a su frágil damisela a puñetazos- los pituffos podamos repartir a gusto cuando nos sintamos insultados. En nuestro western particular, los gruñones también tendremos derecho a poner el límite de la ofensa donde nos apetezca. Yo, por ejemplo, me ofendo cada vez que habla alguno de la cuadrilla del pistolero Abascal. Si a Jada Pinkett le insultó la comparación con Demi Moore en La teniente O´Neil, no me quiero imaginar lo que podría entonces hacer el sheriff Sánchez cada vez que uno de VOX sube a la tribuna: “Mentiroso, charlatán, traidor, estafador, profanador de tumbas, personaje sin escrúpulos, indigno, fraude, tirano, asesino, autócrata…” son algunas de las lindezas que ha tenido que soportar. Siguiendo la misma vara de medir de aquellos que defienden a Will estas palabras son merecedoras, como mínimo, de unas cuantas buenas castañas con toda la mano abierta. Pero entonces habría un problema: si prohíbes las ofensas, los pobres españolitos que votan a la extrema derecha no podrían tener representación en el Congreso pues si les quitas los insultos, VOX no tendría nada que decir.

Por favor, no caigamos en el mismo error que estos vaqueros del siglo XXI. Todos los que hemos recibido una educación patriarcal, donde la mujer es un ser indefenso al que hay que proteger con la fuerza de nuestros puños, debemos intentar ser conscientes del error que cometemos al perpetuar ese modelo. El mundo que debemos dejar a nuestros hijos e hijas no puede resolver los conflictos a puñetazos. Si algo hace diferente al ser humano- aunque no muchos lo hacen- es el uso de la razón. El cerebro es un músculo a ejercitar, al que educar. El mayor obstáculo para avanzar es que ese esfuerzo es precisamente el que esos “machos alfa” se niegan a realizar. Para ellos (y ellas) todo lo que invoque un mayor uso de la razón es normalmente rechazado de plano. En mis años como pituffo psicólogo comprobé que muchos “vaqueritos” mantenían una actitud desconfiada y distante ante la terapia para así evitar un ejercicio de análisis autocrítico. Dicha actitud también es característica de aquellos y aquellas que se sienten amenazados por el feminismo, cuya principal herramienta debe ser el uso de la razón para conseguir la igualdad, algo muy alejado del machismo donde la superioridad física es la principal baza.

Ha hecho bien Will Smith, aunque un poco tarde, en pedir disculpas a Chris Rock, y por favor, espero que nunca vaya a ver una actuación de mi admirado Ricky Gervais. Si la Academia le quita el Oscar se hará justicia. No lo digo por el feo gesto sino por la calidad de su actuación en King Richard ¿Pero es que los académicos no han visto a Benedict Cumberbatch en esa maravilla llamada El Poder del Perro? Recomiendo a todo buen amante del cine que vaya a verla aunque, eso sí, absténganse los machirulos. 

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