El chef iluminado

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Periodista, licenciado en Comunicación por la Universidad de Sevilla, experto en Urbanismo en el Instituto de Práctica Empresarial (IPE). Desde 2014 soy socio fundador y director de lavozdelsur.es. Antes en Grupo Joly. Soy miembro de número de la Cátedra de Flamencología; hice la dramaturgia del espectáculo 'Soníos negros', de la Cía. María del Mar Moreno; colaboro en Guía Repsol; y coordino la comunicación de la Asociación de Festivales Flamencos. Primer premio de la XXIV edición del 'Premio de Periodismo Luis Portero', que organiza la Consejería de Salud y Familias de la Junta de Andalucía. Accésit del Premio de Periodismo Social Antonio Ortega. Socio de la Asociación de la Prensa de Cádiz (APC) y de la Federación Española de Periodistas (FAPE).

Por mí como si lo deconstruyen y lo vuelven a construir. Como he dejado claro, esto es una experiencia de los sentidos para otro tipo de comensales y a mí, seguramente, no me encontrarán allí.

Año 1879: Thomas Alva (que no Alba, nombre muy en boga entre la idiosincrasia local) Edison, a la sazón el científico más prolífico de la historia, logra la lámpara incandescente y da a conocer la primera instalación eléctrica: 115 bombillas en el vapor Columbia (sí, he tirado de Wikipedia, qué pasa). Año 2017: el jerezano Ángel León, insigne chef del mar, consigue sacar la luz oceánica y llevarla a sus platos. Entre tanto, hemos asistido atónitos a un rosario de pseudoinventos culinarios que van desde la ya antediluviana cebolla caramelizada hasta la cocina molecular, pasando por la esterificación y el nitrógeno líquido, después de deconstruirlo todo, claro.

Aunque respeto esta tendencia, cada vez tengo más claro que la gran "experiencia de los sentidos" y el comer son dos cosas diferentes como el tocino y la velocidad o la carne y el pescado y la luz (a no ser que vayas a hacer la fotosíntesis). Ojalá todos los científicos de Harvard, los comensales y los cocineros que viven del invento sean felices y coman algas (perdón, perdices). Y más siendo León un paisano y emprendedor de la tierra, que ya sería mala saña poner verde (no hay ironía) a uno de los pocos embajadores allende nuestras fronteras como Mercé o Caballero Bonald, cada uno en sus ámbitos.

Así que me da igual que la luz del mar la cobre Aqualia o Endesa o que el menú se sirva con gafas de sol incluidas (ya verán como en el futuro nos endosan las 3D como en el cine, al tiempo). Al fin y al cabo, éste no es un servicio básico y cada uno es libre de elegir entre un chuletón con patatas o "Hamburguesa de choco de atún de almadraba confitada con salsa abisal y reverberación dorada de sol crepuscular del Atlántico con papas" (el nombre es sugerencia mía aunque se me antoje un poco largo, cosas de la Nouvelle Cousine). Y para maridar, por supuesto, un poco de "Sol de Andalucía embotellado". Oséase un tío Pepe.

Por mí como si lo deconstruyen y lo vuelven a construir. Como he dejado claro, esto es una experiencia de los sentidos para otro tipo de comensales y a mí, seguramente, no me encontrarán allí. Como pensará más de uno, no se hizo la miel para la boca del cerdo ni el plancton para la del besugo. Mea culpa.

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