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Ciudadano Saborido

Por Alfonso Saborido @asaborido

Hace unos días me quedaba helado escuchando por la radio que unas 8.000 personas estaban siendo atendidas por el Banco de Alimentos en Jerez. Pero más helado me quedaba cuando me enteré bien de la noticia: eran familias, no personas. Suponiendo que cada familia sea el padre, la madre, y un hijo o hija, ya contamos a 24.000 personas y si las familias tienen más, que las tienen, las personas atendidas son muchas más. Esto es una verdadera catástrofe ciudadana y que no sabemos que camino llevará en el futuro. El Banco de Alimentos y otras organizaciones hacen lo que pueden, pero esto da la sensación de que es un río que está a punto de desbordarse, sin saber hasta dónde llegarán los efectos de la inundación. Ante esta situación, es sorprendente ver como Jerez, o mejor dicho, sus instituciones más señeras, parecen vivir de espaldas a lo que ocurre. Mientras tanta gente padece la necesidad, las noticias parecen ser otras, claro que depende de lo que usted escuche o lea: muchas visitas turísticas, gran éxito del Circuito de Velocidad, planes de empleo... que no se ven reflejados en la realidad. Pero mucho más sorprendente son los silencios. Silencios fruto de no mirar a los ojos del problema. Una parte de Jerez, como decía, vive de espaldas, se pone de lado ante sus conciudadanos más débiles. Un Jerez que invierte en patrimonio eclesiástico un dinero que es más urgente para llenar un estómago que para mantener en pie una piedra. No digo que a las piedras no haya que cuidarlas, que sí, que es necesario. Pero los estómagos mueren si no comen, y las piedras, pueden esperar un poco más. Un Jerez que continuamente, fin de semana sí y otro también, saca algún paso en procesión. Saca a un Jesús de madera, quieto, petrificado, hecho una estatua. Que no se mueve ni se conmueve con lo que ocurre a su alrededor. ¿Qué le ocurre a las hermandades de Jerez? ¿Cómo son capaces de irse a un palacio mantenido con dinero público cuando existen estas miles de familias con tantísima necesidad en la ciudad? ¡No, cofrades, no! ¡Vuestras bolsas de caridad ya no son suficiente! Se necesita más, se necesita vuestra queja, vuestra denuncia ante esta situación de pobreza y corrupción generalizada que está azotando España y particularmente a Jerez! ¡¿Cómo tenéis fuerza para aupar un paso de cientos de kilos y no sois capaces de mover un dedo para denunciar ante quien corresponde que esto no puede seguir así? Hay una parte de ese Jerez que sí lo ha entendido, iglesias de barrio fundamentalmente, pero son pocos: la Unión de Hermandades tiene que mojarse de una vez por todas, porque si no, vuestro silencio... os hará cómplices de lo que ocurre. No soy yo sólo quien piensa esto. Hasta los mismos sacerdotes le piden a gritos a sus obispos que hablen de una vez. Que no callen ante la pobreza y la corrupción, y que salgan a la calle con la misma fuerza que salieron otrora contra el aborto o contra el matrimonio homosexual. Cofrades de Jerez, hablen ya. Denuncien pronto, pues son más de 24.000 personas -muchas de ellas devotas de vuestras imágenes- que están esperando vuestras palabras de consuelo y denuncia de una vez.

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