EDITORIAL

Han vuelto a ganar los antisistema. Porque, ¿quién es más antisistema: el que se pliega a la codicia de los bancos sin importar que las ejecuciones hipotecarias sigan creciendo en este país y que haya miles de niños que no comen o el que detiene un desahucio aunque sea a base de escraches? ¿El que cambia las leyes para abaratar el despido y el que despide con impunidad a sabiendas de su inequidad o el que marcha por la dignidad reivindicando sus derechos? Son los primeros quienes están contra el sistema que debería proteger a los más débiles y no a los más pudientes. Qué ingenuo, ¿no? Los primeros están contra esa Constitución que solo sirve para beneficiar a bancos y cambiar reyes pero no para garantizar un empleo, techo y comida. Los 'antisistema' han vuelto a vencer por la mano y por la fuerza del poder y sus ramificaciones. Venciendo pero no convenciendo. Han triunfado otra vez quienes se empeñan en arruinarnos y empujar uno a uno por el precipicio a quienes menos tienen y también, y esto es casi peor, a quienes no piensan como ellos.

Del ERE municipal se salvaron algunos a quienes ungió el obispo, algunos otros que se reconvirtieron al conservadurismo más recalcitrante desde la anarquía, y algunos otros que eran 'maridos de...'. Se salvaron muchos de la quema. Sí, se salvaron muchos de aquellas llamas porque nunca hubo criterio objetivo de selección de afectados y eso sirvió para que imperara el "tú quédate tranquilo". Y eso es algo que ya reconoció un tribunal de Justicia, el TSJA. El de hoy, directamente, no entra en eso. Porque, como se ha dicho hasta la saciedad, haber aplicado lo más justo, algo así como el criterio de antigüedad, hubiera deparado desagradables sorpresas para el equipo popular, que también gobernó esta ciudad entre 2003 y 2005 y también colocó a los suyos durante el tiempo que estuvo en el poder. Algo que muchos olvidan o directamente obvian.

Nuestra esperanza solo puede venir de los sin esperanza. Llegarán las sentencias de las demandas individuales, pero sobre todo llegará en once meses otra oportunidad para que sea el pueblo soberano el que dicte sentencia en las urnas"

Hasta tal punto ha llegado el surrealismo en esta ciudad que algunos de los afectados se estarán hoy en el fondo alegrando porque, en muchos casos, eran personas al borde de la jubilación que prácticamente se han topado con un millonario premio de la Lotería. Suerte que habría sido mayor incluso de haberse mantenido, como poco, la sentencia del TSJA que declaraba el expediente como "no ajustado a derecho" por haberse realizado mediante una selección de afectados "absolutamente arbitraria" y que obligaba a la readmisión o a pagar 45 días por año trabajado. Ha dado igual. Platón era quien mantenía que la obra maestra de la injusticia es parecer justo sin serlo.

El ERE del Ayuntamiento, hoy sí, podrá ser legal y, desde luego, María José García-Pelayo y su equipo habrán encontrado absolución legal. Aunque, ciertamente, nunca hallarán la absolución moral ante tamaño dislate. Esa tranquilidad que te permite irte a la cama con la conciencia tranquila y que permite que un gobernante pueda decirse a sí mismo: soy justo y necesario. Ella parece que ya dejó de ser ni una cosa ni la otra desde hace tiempo. El Supremo se ha pronunciado como habrá creído conveniente que debía pronunciarse pero a los afectados no se les olvidará jamás (esperemos que tampoco al resto de empleados que ya empiezan a temblar y al resto de la ciudadanía) que hubo políticos que sin mirar currículos, reconociendo que ni conocían de nada a los empleados para poder valorar su trabajo, les apuntaron con su bayoneta y les arrojaron a una cuneta por "vagos, quejicas y flojos". Puestos de patitas en la calle única y exclusivamente, como confesó Saldaña en el juicio en Sevilla, atendiendo a la "rumorología en los pasillos". Qué seriedad, qué nivelazo de gestión. Qué ética.

Seguirán las querellas individuales, y se irán resolviendo caso a caso las demandas de los cientos de afectados, pero sobre todo llegará mayo de 2015, donde el pueblo soberano podrá dictar sentencia donde puede y debe hacerlo: en las urnas. Nuestra esperanza solo puede venir de los sin esperanza. Y es de esperar, a la manera de Unamuno, que estos mutilados políticos encuentren un tremendo alivio hallando más mutilados a su alrededor... Hasta que se vayan.

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