Pelayo y el PP deben deponer las 'armas' y trabajar por Jerez

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Periodista, licenciado en Comunicación por la Universidad de Sevilla, experto en Urbanismo en el Instituto de Práctica Empresarial (IPE). Desde 2014 soy socio fundador y director de lavozdelsur.es. Antes en Grupo Joly. Soy miembro de número de la Cátedra de Flamencología; hice la dramaturgia del espectáculo 'Soníos negros', de la Cía. María del Mar Moreno; colaboro en Guía Repsol; y coordino la comunicación de la Asociación de Festivales Flamencos. Primer premio de la XXIV edición del 'Premio de Periodismo Luis Portero', que organiza la Consejería de Salud y Familias de la Junta de Andalucía. Accésit del Premio de Periodismo Social Antonio Ortega. Socio de la Asociación de la Prensa de Cádiz (APC) y de la Federación Española de Periodistas (FAPE).

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EDITORIAL. En el ecuador de este período de gobierno, parece que el PP no baraja otra estrategia que la de seguir con su tono belicoso y proclive a desgastar cueste lo que cueste al Ayuntamiento, que en la práctica no es más que achicharrar a los jerezanos.

El Partido Popular sigue librando su particular guerra en el Ayuntamiento de Jerez desde el mismo pleno del investidura de Mamen Sánchez, hace ahora dos años, en el que su candidata pronunció un discurso bronco y con tintes antidemocráticos, cuestionando la decisión soberana de los grupos políticos PSOE, Ganemos e IU de sumar sus votos para elegir a la actual regidora socialista. No se sabe qué suerte de amnesia provocó que Pelayo calificara aquel acuerdo de “pacto de perdedores”,  pues olvidó que en 2003 ella se aupó al sillón de la alcaldía —siendo el PP la tercera fuerza y el PSOE de Pilar Sánchez el partido ganador— gracias a un pacto con el PSA de Pedro Pacheco. Hasta tal punto se vio injustamente desposeída Pelayo de su trono aquel 13 de junio de 2015, por mor del “contubernio social-comunista-podemita”, que tardó horas en desalojar el despacho para que lo ocupara la nueva alcaldesa de Jerez. Cuentan testigos de la mudanza que gritaba y lloraba de rabia.

La lógica democrática demandaba que el PP asumiera que la mayoría social y política de Jerez le había arrebato el poder municipal. Sin embargo, dos años después, lejos de digerir aquella derrota, María José y su grupo siguen enrocados en un discurso destructivo, en la no aceptación de su realidad y en el “cuanto peor, mejor”. García-Pelayo ha roto amarras sin rumbo y navega entre Madrid y Jerez desnortada, y cuando enfila la brújula hacia el Ayuntamiento lo hace sin ganas, demostrando una y otra vez que sus problemas (los problemas que ella misma contribuyó a enquistar), son asuntos aburridos que no merecen el desgate de alguien de su ¿talla? política. Su última visita al pleno lo certifica. Llegó dos horas tarde y se ausentó otra hora y media para asistir a un acto social en su cole de la infancia, la Compañía de María. El resto del tiempo que ocupó su asiento lo dedicó a cuchichear con su eterno delfín Saldaña, a interrumpir a quienes hacían uso de la palabra y a guasapear y navegar con su Smartphone. Todo se sabe.

En el ecuador de este período de gobierno, parece que el PP no baraja otra estrategia que la de seguir con su tono belicoso y proclive a desgastar cueste lo que cueste al Ayuntamiento, que en la práctica no es más que achicharrar a los jerezanos

Han pasado dos años y el gobierno del PSOE de Mamen Sánchez está salvando con corrección esta legislatura que parecía imposible: se han aprobado tres Presupuestos, se han pagado puntualmente las nominas  de los empleado municipales, se ha suturado la sangría financiera (con el permiso de Hacienda) y apuntalado la estructura municipal, tras la hecatombe del ERE,  y a pesar de la red de intereses que tejió el PP y el campo de minas que dejó por muchos rincones de la casa consistorial. Pero además, con el Presupuesto de 2017, que se intenta paralizar desde Madrid, la alcaldesa Mamen Sánchez renovaría la vieja flota de autobuses para el desguace que Ana Botella le vendió a Pelayo  y gestionaría un presupuesto que contempla hasta 11 millones de euros de inversiones. Y todo ello, con un escenario local en el  que el paro ha bajado en 5.000 desempleados respecto de los más de 33.000 que dejó el PP, y en el que se aprecia cierto dinamismo y expectativas de crecimiento.

El Partido Popular es consciente de ese balance y de que, en contraposición, ellos no tienen nada que vender como grupo mayoritario de la oposición. Nada que ver con la actitud de Ganemos e IU, que han sido un factor importante de estabilidad, a pesar de sus vaivenes e indecisiones, y de que les hubiese resultado más rentable implicarse en las tareas de gobierno con el PSOE. En el ecuador de este período de gobierno, parece que el PP no baraja otra estrategia que la de seguir con su tono belicoso y proclive a desgastar cueste lo que cueste al Ayuntamiento, que en la práctica no es más que achicharrar a los jerezanos. Sus recientes movimientos apuntan en esa dirección. El último misil contra la nave municipal ha sido el informe de la Secretaria de Estado de Hacienda, con el que pretenden seguir obstaculizando el Presupuesto de 2017, que ya rechazaron en el pleno y  sobre el que el propio Saldaña aventuró: "No lo vais a aprobar”.

Pero por mucho que se empeñen Pelayo y  Saldaña y que el Gobierno de Rajoy delegue en los aparatos provinciales del PP para hostigar a los ayuntamientos “enemigos”, esa estrategia no les hará recuperar los apoyos perdidos en Jerez. Todo lo contrario. El becario más novato en Comunicación Política aconsejaría a María José García-Pelayo utilizar su escaño en el Congreso de forma constructiva, de manera que le sirviera para llevar a Madrid las inquietudes de su ciudad, no solo para servirse de su aforamiento con el escapar a líos judiciales del pasado como la Gürtel o para ver la ciudad desde la barrera. Como medida urgente, no estaría mal acabar su guerra particular, trabajar por Jerez y  deponer las armas políticas con las que hace dos años apunta al PSOE sin reparar en que la mirilla, a veces, como es el caso de los Presupuestos municipales, señala nítidamente hacia Jerez, la ciudad a la que se debe.

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